55. "Entre heridas"

Las luces del hospital me resultaban insoportablemente blancas, creo que se debía al amargo recuerdo de la última vez que había pisado un hospital. Todo parecía demasiado limpio, demasiado calmo, en comparación con el caos que aún sentía dentro de mí.

Caminaba por el pasillo como si mis piernas fueran de plomo. Cada paso era un recordatorio de lo que acabábamos de vivir, un recuerdo que me destrozaba por dentro.

Harding estaba en la habitación 207. Me lo había dicho una enfermera mientras me pasaban una venda para limpiarme el cuello, aunque ni siquiera me había dado cuenta de que tenía una herida ahí. Supongo que en momentos como esos, el cuerpo no distingue entre el dolor físico y el emocional. Todo duele igual.

Empujé la puerta lentamente cuando llegue a la habitación correspondiente.

Él estaba recostado, con el brazo izquierdo inmovilizado, pero despierto. Me miró en cuanto entré, y esa sonrisa cansada suya, medio torcida, me hizo tragar saliva.

—¿Ya puedes hablar sin hiperventila
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