57. "Un mejor final"
El autobús partió al atardecer, con el cielo teñido de un naranja profundo y las nubes cargadas de promesas inciertas que me hacian dudar sobre el futuro que me esperaba una vez llegando a Nashville, sin saber si Harding quería verme o si quiera saber de mi.
Me senté junto a la ventana con la servilleta aún en la mano, como si fuera una brújula o una especie de amuleto que me protegía del miedo que amenazaba con hacerme retroceder.
No sabía si él querría verme después de lo que había pasado. No sabía si llegaba tarde. Pero por primera vez, eso no importaba tanto. Porque estaba dispuesta a arriesgarme, a perder incluso lo que quedaba de mí, si eso significaba no seguir huyendo y estar con él.
Y eso era suficiente para mí.
El trayecto fue largo, silencioso. No dormí. Me dediqué a recordar cada detalle: su risa tímida, las canciones que componía en voz baja cuando creía que nadie lo escuchaba, las veces que se mordía el labio cuando estaba nervioso. Me dolía el pecho. Me dolía todo. Per