Cap. 30 El pasado de Ariadna parte 4.
El mes siguiente notó que ganaba más dinero, y en los meses posteriores, a medida que perfeccionaba sus bailes hasta el punto de usar los tubos del escenario, comenzó a recibir ingresos mucho mayores. Los clientes le pedían cada vez más bailes privados, aunque siempre venían acompañados de propuestas para ir a los cuartos reservados, ofreciéndole grandes sumas de dinero. Ella siempre las rechazaba.
Un día, al volver a casa, encontró su ropa y algunas pertenencias en bolsas.
—¿Qué pasa? ¿Por qué mi ropa…? —preguntó Ariadna, confundida.
Antes de que pudiera terminar la frase, Rubén, su padre, le dio una cachetada, furioso.
—Tú ya no eres mi hija. Vete —dijo con rabia, aunque en su voz se percibía tristeza.
—Espera, por favor. No hagas esto. Debe ser un error. Ella no sería capaz de hacer algo así —intervino Karen, su madre, tratando de detener a su esposo y convencerlo de que no cometiera una injusticia.
—No fue un error. Que ella misma te lo diga —respondió Rubén, sin ceder.
—Hija, dil