Eran las siete de la noche cuando el nuevo decano estaba en su oficina revisando algunos documentos, cuando de pronto algo atravesó y destruyó la ventana.

Asustado, se levantó al ver a alguien con alas rojas y una máscara del mismo color.

—Buenas noches, señor. Quiero saber por qué la mandó a matar —dijo Redsy, mirándolo fijamente.

El decano intentó escapar rápidamente, pero algo lo sostuvo por las piernas y lo arrastró hasta aquel ser aterrador, mientras sentía cómo unas sogas envolvían todo su cuerpo.

—Espere, suélteme... creo que se equivoca de persona —dijo, temblando, al tenerlo de frente. Ese ser lo miraba con odio.

Redsy tocó la cabeza del decano y se enfureció. Aunque solo era un peón, había mandado a matar a muchas personas para robar sus investigaciones y entregárselas a un culto llamado “Adoradores del Oro”.

—Maldita sea, Yuno... ahora sí te voy a matar —dijo Redsy, furioso, mientras sus tentáculos apretaban con fuerza al decano como si fueran una anaconda constrictora.

—¡A