Jadeo contra algo firme que de seguro no es la almohada, me remuevo y siento la incomodidad causar réplicas de dolor en mi cuello y en la espalda.
Pestañeo, suelto una bocanada de aire y me concentro en las próximas imágenes.
Estoy sobre el pecho firme de Ricardo, dormí así toda la noche y con razón no aguanto la tortícolis.
Con cuidado me quedo a horcajadas, reparo los surcos de su abdomen, cada músculo en completa relajación. Echo un vistazo a mi alrededor, a los pies de la cama está Rocky.
Estiro mis brazos y bostezo, me reviso la ropa, estoy en braga y con un suéter suyo que huele exquisito, a él.
De repente Rocky me comienza a lamer, trato de alejarlo sin despertar a Ricardo pero su tamaño complica todo.
─Rocky, fuera ─escucho su voz, me sobresalto un poco pero de inmediato sonrío ─. Buenos días, cariño.
Su inconfundible voz con mucho cuerpo impresiona por las mañanas, se escucha más ronca. Su sonrisa de lado me da gusto, sus ojos se vuelven más claros y es por la luz que entr