El alfa ruge desesperado desde su interior al saber a su esposa perdida. Aura no aparece desde hace varias horas y nadie la vio.
En Le fleur, confirmaron la compra de Aura, la vieron salir un par de meseros que la ubicaban, pero nada más.
No hay rastro de ella, su teléfono está apagado, nadie sabe nada de ella e Iktan se está muriendo lentamente sin ella. Trata de sentirla, de percibir su aroma, pero hay un olor fuerte cubriendo cualquier otro rastro.
La ciudad está plagada de olores horribles, no como en la reserva en dónde rápidamente se dieron cuenta de dónde estaba.
Su bestia aulla dolida, su luna está perdida y ni siquiera es capaz de encontrarla.
—¿Y si fue con su madre? –cuestiona Camille pero Iktan niega con la cabeza.
—Ya la llamé, no ha ido a verla pero me dijo que si aparecía por allá me avisaría.
—¿Ustedes pelearon? –cuestiona ella y él la mira con visible sorpresa.
—¿Qué? ¡No! Ella y yo estamos bien, no hemos peleado ni nada. Aura no tenía motivos y menos para des