"Ameline, por fin volveré a verte" pensó Seth, sentado en el lujoso interior de su avión privado, el zumbido de los motores llenando el aire.
La ciudad a la que regresaba se acercaba rápidamente, y con ella, la promesa de obtener la cabeza de Bianca y recuperar el reloj, pero si te todo el deseo ardiente de volver a ver a Ameline.
Frente a él, Tucker revisaba unos documentos, mientras Marco, su otro hombre de confianza, discutía algo en voz baja con los demás hombres sentados en los asientos de cuero negro. Una docena de ellos, todos leales, todos armados, listos para lo que viniera incluso en su propio territorio.
Seth tamborileó los dedos en el reposabrazos, su mente dividida entre la cacería de Bianca y la imagen de Ameline, su voz suave en las llamadas recientes, su preocupación por el bebé que ella insistía en decir que no era suyo.
"Ella sabe muy bien que sé que no es de Nataniel, es mi hijo. ¿Por qué sigue con esa mentira?" pensó, su frustración mezclándose con algo más pro