Harper se sentía entre la espada y la pared, con el rostro cincelado y terrible de Damon casi contra el suyo y las preguntas incómodas, mientras el aire pesado y cortante apenas tenía espacio de circular en medio.

— No le he dicho nada a Peter, lo que él dibuja viene de su mente, no tengo nada que ver.

La cercanía del cuerpo de Damon era magnética, atrayéndola hacia ella como un imán con toda la fuerza de un deseo que no comprendía ni podía controlar, aunque quisiera. Era absurdo porque lo odiaba.

Lo odiaba desde que supo que no era el hombre que creyó haber conocido, lo odiaba porque se sintió humillada, traicionada en su buena voluntad, y traicionada por el destino que se empeñaba en mantenerla atada sin libertad desde hacía un año, desde el mismo día en que lo conoció. Tan arrogante, tan pagado de sí mismo, tan hermoso y tan… deseable…

Damon parecía estar igual de descolocado que ella. lo vio tragar grueso, y lo vio perder el ritmo normalmente controla