X Su cervatillo
—Tomken, querido ¿Cuándo volverás?

Temprano en la mañana, Anya había recibido una llamada de su esposo.

—En unos días ¿Todo bien por allá?

—Han pasado algunas cosas, lo hablaremos cuando regreses.

—¿Tragos para uno? —le preguntó el garzón a Tomken.

El hombre se apresuró a cubrir el micrófono del teléfono.

—Para dos —dijo él—. Querida, nos vemos pronto. Dale mis saludos a los chicos.

Alguien se sentó en la tumbona junto a la suya. El día estaba maravilloso, perfecto para pasarlo frente al mar.

—¿Hablabas con mamá?

—Sí. Volveré a casa cuando acabe tu gira.

Los tragos llegaron y ambos bebieron, viendo el ir y venir de las olas. A Tomken no le gustaba mucho el mar, al menos no desde la playa. El agua no avanzaba, no como en los ríos. El mar estaba siempre allí, amenazando con llegar hasta ti, pero arrepintiéndose antes de alcanzarte.

Él prefería mirar a su hijo.

—Ojalá y un día Vlad pudiera estar aquí, bebiendo con nosotros.

—Eso jamás pasará mientras siga siendo un imbécil. S
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