- El salario de los sirvientes es muy alto, para que no corran el riesgo de ser sobornados.
- Era una suma importante, Alteza, como ya le comenté.
Luca suspiró:
- Dinero, dinero... Siempre dinero.
- La puta cosa ya está hecha... No hay vuelta atrás. – dijo Catriel levantándose.
- Perdón. – Parecía realmente arrepentida.
- ¿Qué hiciste con el dinero que ella te dio? – quiso saber Lucca.
- Yo... no lo entendí. Después de decir la verdad me sentí culpable. Y terminé no aceptándolo.
- Debiste haberlo pillado, Carmela. Me aseguraré de que no tengas trabajo hasta el final de tu vida. – dijo Catriel saliendo, sin mirar atrás.
Lucca fue tras él. Miré a la criada y ya no me sentí tan enojado con ella, a pesar de que había puesto mi nombre en el cuento.
- ¿Cree que el duque o la duquesa pudieron haber tenido algo que ver con la muerte del rey?
- Yo no sé. La única certeza que tengo es que el rey no fue envenenado por la comida o bebida que se servía en el castillo. Lo que le dieron fue envenena