- Gato.
- ¿Gato? - Arrugué la frente.
- Gato. - Ella sonrió, como si yo supiera lo que significaba.
- ¿Quién es usted?
- Siena.
Sí, claro. Claro que era Siena e incluso me lo había dicho antes. Me encantaban los niños, sobre todo porque uno de ellos me devolvió la vida: mi sobrino Arthur, el hijo de Alexia y Andy. Pasaba mucho tiempo con los hijos de Alexia y no los echaba tanto de menos a ella y a su marido.
- Vamos. - Me cogió de la mano con entusiasmo y me llevó por una estrecha escalera.
Miré hacia arriba y me di cuenta de que la escalera conducía a una cama y que la única forma de bajar era por el tobogán de caracol.
- ¿Duermes ahí? - pregunté, recordando la cama con dosel.
- Sí, duermo allí. - Sonrió en señal de confirmación.
- ¿Por qué nunca he tenido una habitación así? Le preguntaré a mi padre cuando llegue a casa.
- ¿Dónde vives?
- En Alpemburg. ¿Y dónde vives tú?
- En el castillo. - Se rió.
- Tú... ¿Eres una princesa? O... Una prisionera en la torre. Puedes decirme la verda