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La espera por los resultados de mi audición por un papel secundario se hace eterna, desde que he decidido pertenecer a este mundo de la actuación, mi paciencia se ha ido al caño. La espera es tortuosa, es lo que más odio de esto, sin contar el hecho de que casi nunca me eligen si no es que para ser relleno en alguna escena de los personajes principales. Sí, a veces soy esa mujer que pasa caminando al fondo o esa mujer que está con su pareja en un café mientras los protagonistas se besan o hablan de lo enamorados que están. Sí, esa soy yo en las pantallas y a pesar de que llevo más de dos años intentando abrirme paso por la actuación, mis intentos por ser seleccionada nunca funcionan. Esta vez tengo un buen presentimiento, siento que esta vez, por fin podré interpretar un personaje que valga la pena, este casting es el bueno, lo sé, estoy segura.

—Cariño, no publicarán los resultados más rápido si estás dándole clic varias veces a la página, así que haznos el favor de controlarte. —Dirijo mi mirada hacia donde está mi compañero de apartamento, Hannover. —¿Qué? No me mires de esa forma. —Ignoro su comentario, he aprendido a lidiar con él desde que llegó a mi casa. 

Mi salario como mesera en un restaurante de la ciudad no me alcanza para básicamente nada, eso fue lo que me orilló a poner miles de carteles en los pequeños cafés que rodean el edificio para así poder encontrar un compañero de piso. Y bien, encontré a Hannover y no porque yo lo haya elegido de entre tantos prospectos, no, sino que él fue el único que me llamó para pedir informes. Llevamos viviendo juntos ya dos años y a pesar de que a veces es un grano en el culo hemos aprendido a convivir. 

—Estoy seguro de que te van a elegir esta vez, tenlo por seguro, mi reina— le toma en sorbo a su café y seguido de esto reacomoda las gafas de pasta en su rostro. 

—No puedo controlar mis nervios, Hann, de esto depende toda mi estabilidad emocional y económica, ¿sabes? Ya estoy harte de trabajar en un  restaurante que hace que todo el tiempo me huela el cabello a ajo, cebolla y aceite rancia, si esto no funciona, me temo que tendré que abandonar este sueño.

—¿En serio, Max? —este chico ha sido mi compañero de piso y mi mejor amigo los últimos años, él ha estado conmigo desde mis primeras audiciones, rendirme ahora es una ofensa para él y su esfuerzo por apoyarme. —Cariño, mírame, ¿me ves desistiendo de mi sueño de ser un modista que vista a las grandes estrellas de esta ciudad? No, ¿verdad? Así que deja de lloriquear y revisa esos resultados, vas a triunfar. 

Le hago caso a Hannover, refresco la página y espero a que la lista de aceptados aparezca ante mis ojos. Busco el nombre del personaje para el que adicioné y vaya nueva sorpresa, de nuevo no he sido aceptada. Carajo, carajo, ¿qué hay de malo en mí?

—Max, no llores— demasiado tarde, ya he empezado a derramar lágrimas como una Magdalena. Es imposible no sentirme como una total fracasada por no haber sido seleccionada como en las otras treinta veces, soy justamente eso, una fracasada. 

—¡Está decidido, dejaré de seguir un sueño que no es para mí! Me rindo, ya no puedo más, esto solo me hace pensar una sola cosa, no debí de abandonar la universidad por este tonto y estúpido sueño guajiro. Fue un completo error, Hann, siempre cometo grandes errores. — Lloriqueo fuerte y con ganas, ha puesto a que todos los vecinos ya saben de mi desgracia, ya saben lo que me pasa.

—Haces lo mismo cada vez que te rechazan, niña, deja de lloriquear, no sabes cuanto detesto que te compares con tus amigas únicamente porque no ganas dinero como ellas o porque abandonaste la universidad, lo odio. Cada persona lleva un ritmo distinto, tienen metas distintas a las tuyas y cada quien las alcanza de formas diferentes y en momentos distintos. Basta de lamentos tontos, Maxine.— Hann viene hasta a mí y me da un beso en la coronilla de la cabeza, siempre tan lindo conmigo, es como un hermano mayor. —Ahora, necesito que vayas a tu habitación, elijas de tu clóset el vestido más corto y entallado que haya en él y te lo pongas, quiero y necesito que te maquilles, te coloques los mejores zapatos que tengas y nos vayamos a beber. Yo invito, Max, así que no demores tanto, que me voy a las 9— mira su reloj para confirmar la hora, — tienes solo media hora, cariño.

—Hannover...

—Cierra el pico, Max, no te estoy preguntando, te estoy ordenando.

—Quiero quedarme a llorar hasta quedarme dormida, es lo que siempre hago.

—Esta vez es diferente, hoy no te quedarás a consumirte en tu miseria. Debes de dejar de pensar que un rechazo en una audición no es sinónimo del fin del mundo y mucho menos de tu carrera. Vamos, vamos, que Renato viene por nosotras a las 9.— Renato es su novio desde hace menos de cuatro meses, pero a pesar del poco tiempo, le ha pedido a Hann que se vaya a vivir con él, pero Hann no ha aceptado su propuesta no porque no quiera o porque sea un gay conservador que busque matrimonio, no, lo hace por mí. Aunque diga que no, es verdad, Hannover no quiere abandonarme.

—Renato se va a enfadar —me limpio las lágrimas del rostro.— Mejor debería de quedarme en casa, no quiero incomodarlos con mi presencia. —Ya he salido con ellos antes y la incomoda siempre soy yo y más al saber que no soy del agrado del novio de mi mejor amigo.

—Está decidido, hoy los tres lo vamos a pasar de maravilla, así que levanta ese culo redondo y firme que Dios te dio y ve a ponerte bonita.— Al final, hago lo que me pide, es un toral error intentar hacer cambiar de opinión a este hombre.

Camino hasta a mi habitación, que por cierto está hecha un total desastre. Hay ropa por todos lados, limpia y sucia, zapatos por doquier y varios kleenex en el suelo, por supuesto usados por mí para secar mis mocos y lágrimas. No es un secreto que me la paso llorando por repasar todos los errores que he cometido. 

Tal y como me lo ha pedido Hannover, busco el vestido más bonito que tengo en mi armario. Es uno viejo, pero básico que nunca sale de moda y que bueno, porque me temo que no puedo comprarme otro. Me quito la pijama y me meto en el fino vestido, regalo de cumpleaños de mi mejor amiga. Es un vestido negro que me llega hasta antes de la rodilla, está lleno de brillos y lentejuelas pequeñas que le dan un toque chic. Me gustan mucho sus tirantes finos que resaltan sobre mi piel desnuda y el escote, escote recto que me ayuda a resaltar el poco busto que Dios me ha dado, pero, por otro lado, esta la forma en la que resalta mi trasero. Se me ve de maravilla, hasta parece que lo tengo un poco más grande.  

—¿Lista?—  gritan desde afuera. Corriendo me pongo mis zapatos de tacón cuadrado y aretes, mi look se ve demasiado simple sin aretes. 

¡Perfume! Regreso hasta donde está mi tocador y por ende mis colonias, hecho un poco en la piel de mi cuello. 

Cuando salgo a la calle, Hann y su novio están ya en el auto, esperando por mí. Renato me recibe con una sonrisa cálida, muy rara viniendo de él, casi siempre está de muy mal humor y siempre se comporta grosero. Esto es obra de Hann, apuesto a que lo amenazó y por supuesto que le pidió que fuera más amable conmigo debido a mi estado emocional fracturado.

—Listos, andando a la diversión, queridas— Renato arranca el auto y yo no paro de pensar que esto no es una buena idea.

Prefiero mil veces estar en casa llorando y comiendo un tazón lleno de palomitas que estar en un auto con dos hombres homosexuales que llevan la fiesta en la sangre y que lo más seguro es que al final me dejen sola en algún rincón, porque eso es lo que siempre me hacen. Como sea, ya estoy aquí, en el auto de estos dos locos a punto de pasar una noche inolvidable, porque eso es lo que pasa cuando estoy con ellos.

Llegamos al lugar justo en su auge, el bar o antro como varios le llaman es de los mejores de la ciudad y dado que Renato es un hombre de negocios que tiene una buena posición social y económica podemos entrar. Hemos estado por aquí varias veces y todas esas veces, Renato es el que nos da el pase, porque cuando intentamos venir solos, nos dieron una patada en el culo y nos mandaron al final de la fila. Ese día no tuvimos una noche alocada, sino una noche en la fila de espera que por cierto era kilométrica. 

La música es ruidosa, las luces me ciegan y la gente con más privilegios de la ciudad bailan, gritan, saltan y beben alcohol como si estuviesen totalmente sedientos. Renato conduce a Hannover hacia un lugar, por lo tanto, Hann me guía a mí con ellos, pronto nos acercamos a una mesa exclusiva que tiene un cartel de "Reservado". Estoy empezando a sentir que estoy interrumpiendo algo entre estos dos, ¿reservado? Carajo, Renato ya tenía planeado esto y mi presencia no solo le estorba, le arruina el plan de pasar una velada ruidosa con Hannover. A pesar de mis pensamientos, los sigo y me siento al otro extremo que ellos, Renato por su parte le susurra algo a mi mejor amigo, pero él solo sonríe incómodo. Está decidido, cuando tenga oportunidad saldré corriendo de aquí a encerrarme al baño y a llorar que al final es lo que he querido hacer desde un principio. 

Un mesero con una sonrisa falsa en el rostro nos recibe con una ronda de shots gratis, uno para cada uno. Los dos enamorados se lo toman de esa típica forma donde cruzan los brazos, con apatía los miro y bebo los míos. ¿No pueden recordarme que estoy completamente sola de otra manera? Sonriendo se dan un beso y yo solo suspiro. 

—¿Saben qué?— grita Hann para que podamos escucharlo a pesar de la música tan fuerte— ¡a veces nada sale como queríamos y es una lástima, pero a pesar de ello el destino nos tiene una sorpresa preparada al final del camino!— Hannover, tiene la m*****a virtud de siempre hacerme llorar con lo que dice, siempre toca las fibras blandas de mi pequeño y dañando corazón.

Renato le hace una seña a un mesero, este desde la distancia asiente. Poco después aparece el mismo hombre con una botella del whisky más caro de la casa y con tres vasos con hielo. Nos demuestra como es que la botella está cerrada y nos sirve, después de esto se marcha. Como si tuviera la garganta más seca que un desierto, bebo el contenido del vaso sin dejar ni una sola gota en él. El whisky me raspa la garganta dejando un rastro de calor desde mi boca hasta mi estómago. 

—Carajo, no he comido nada— recuerdo en voz baja, sí, estuve tan ansiosa por los resultados de la m*****a audición que olvidé por completo las cosas importantes, como por ejemplo, meterme algo de comida en el estómago.

Beber con el estómago vacío nunca es buena idea y menos cuando lo que quieres no es embriagarte hasta que no puedas despertar. El efecto del alcohol te abraza más rápido cuando no has comido algo previamente, solo espero que si me pongo en un estado de perdición, Hannover no me permita hacer nada de lo que me pudiera arrepentir en la mañana.

—Bebe cariño, alivia tus penas con esto —Renato rellena mi vaso en cuanto se da cuenta de que lo he dejado completamente vacío. Como una niña obediente le hago caso, bebo y bebo.

Como la tonta de vejiga pequeña que soy, no tardo ni una hora en tener ganas de ir al baño a orinar. Me pongo de pie como puedo, cuelgo mi bolso en mi hombro y me dispongo a caminar hasta donde está el baño. Por su parte, Hannover y Renato se besan apasionadamente en el sillón donde están ignorando por completo que estoy a punto de marcharme a hacer mis necesidades. 

—Tortolitos —me burlo con la voz entrecortada por los efectos del alcohol.   Sin querer choco contra el pecho de un hombre y sé que es un hombre por el olor de su colonia, por Dios, que mal huele.— Perdón. 

—¿Eres idiota?— su voz chillonamente ridícula me alerta, oh no, no debí de chocar con él. —Has arruinado mi traje de 15 mil dólares con tu maquillaje de un dólar, cariño. —Doy dos pasos atrás para contemplar al hombre que despotrica contra mí como un poseso. —¡Habla carajo! Debes de pagarme esto, ¡mira como lo has manchado! 

—Yo...— creo que mi lado sobrio se está haciendo cada vez más presente gracias a los gritos desenfrenados del tipo, carajo, todos nos están mirando ahora.

—¿Tú qué, idiota? ¿A caso no sabes quién soy yo? Soy el mejor modista de Hollywood, ¿cómo es que pretendes arruinarme la ropa sin ser sancionada? 

—¿Podrías cerrar la boca de una vez por todas, idiota?— todos buscamos de donde proviene esa voz tan deliciosamente grave y varonil, es tersa y suave a la vez.— Ese traje no llega ni a los 2 mil dólares, amigo, así que cierra la boca y deja a la chica en paz. 

La mandíbula se me cae al piso cuando veo al dueño de esa voz tan hermosa, el dueño es aún más precioso... cabello negro, piel ligeramente bronceada y unos ojazos grises que te absorben. Está esculpido por los mismísimos dioses y aparte de eso me está defendiendo de este idiota que se cree gurú de la moda. 

—¿Eres su novio? Págame el defecto que hizo en mi ropa, ahora mismo.— El hombre misterioso se ríe a carcajadas, ¿se está riendo porque ha insinuado que es mi novio o por lo otro? —¿Qué te causa tanta gracia?, llamen a seguridad— El color y el calor se me van del cuerpo al escuchar su amenaza, si la seguridad de este lugar es igual de pretencioso que las personas que vienen aquí me harán pagar y yo no tengo ni como caerme muerta.

—Oye, no, yo...— ¿qué hago, que digo? Estoy metida en un gran lío. —Puedo llevarlo a la tintorería y dártelo limpio. —Ahora es él quien se ríe de mí, maldito gurú, ¿qué le pasa?

—¿Piensas que puedes hacer eso, llevarlo a una tintorería de 10 dólares y devolvérmelo? Al parecer eres estúpida, mi ropa debe de tener un cuidado especial y dudo que en las tintorerías a las que frecuentas hagan eso.

—Toma— el Dios que me ha defendido me empuja ligeramente para pasar, este le ofrece un manojo de billetes al gurú. —Son como cinco mil, date por bien servido, amigo, quizás puedas comprar algo mejor que un simple traje de imitación. — Todos dejan escapar un grito de sorpresa, a ningún hombre o mujer de la moda les gusta que los tachen de consumir piratería. 

—Idiotas —responde ofendido. El Dios me sonríe y se marcha abriéndose paso entre la gente que todavía me mira con curiosidad. 

¿Qué diablos acaba de pasar? Intento seguirle el paso, pero el lugar está lleno, por lo que pasar entre los grupos de amigos y parejas que bailan me resulta imposible. A apenas y puedo verle la chaqueta de piel que lleva puesta, pero al final, lo pierdo. Desisto mi búsqueda y mejor regreso a lo que quería hacer desde antes, ir al baño a orinar y a retocar mi maquillaje, que de seguro debe de estar arruinado gracias al sudor y al golpe donde casi me quité gran parte de él. Entro al baño de damas corriendo, la vejiga cada vez me reclama más que la libere y que la deje vacía, pero mi estado confundido no le deja caminar tan rápido. Me meto en el primer cubículo que encuentro vacío y por supuesto limpio, me bajo las bragas y orino.

—Dios, que satisfacción hacer esto— susurro en voz baja mientras el sonido de la orina choca contra el váter. Esta acción es liberadora y casi excitante, no hay nada más bonito que vaciar la vejiga y el Dios que intervino en la pelea, claro. Me subo la braga después de secarme con papel de baño y salgo a lavarme las manos en los lavabos. 

De las veces que he venido a este lugar, hoy ha sido la peor o quizás no tanto, tan al menos sé que hay buenos hombres por ahí que están dispuestos a tirar cinco mil dólares por una desconocida. Carajo, con eso podría pagar la renta del departamento, la mensualidad del gimnasio y comida para un mes, ojalá me los hubiese dado a mí. Los necesito más que el hombrecito que intentaba humillarme solo por haber manchado su traje con maquillaje, idiota.

Salgo del baño con cuidado, no quiero volver a pasar lo de hace un momento, porque lo más seguro es que nadie me ayude esta vez. Quizás el Dios ya se fue del lugar o simplemente regresó con su grupo de amigos o quizás no...

Desde donde estoy y desde donde él está puedo apreciarlo mejor, es alto, claro que es alto, sobresalía su cabeza de entre todos los demás. Tiene el cabello corto de la mitad de las orejas hacia abajo y de la parte de arriba lo tiene largo, tiene un precioso cabello ondulado. No está peinado, por lo que su cabello opta por un aspecto muy rebelde. Tiene puestos unos jeans que no son demasiado ceñidos a su cuerpo, odio esos hombres que sus pantalones que parecen su segunda piel. Sus pies están cubiertos por una par de botas negra que van en juego con su chaqueta tipo biker. En general, tiene un aspecto despreocupado, la manera en la que sostiene su vaso en la mano y observa al rededor de él es alucinante, adictivo. Junto de él hay un grupo de hombres que se ríen, pero él solo se asiente y bebe, ¿son sus amigos? Sí, lo son, porque uno de ellos pasa su brazo por sus hombros, una abrazo muy masculino. Al fin, sonríe y carajo, que sonrisa, es tan perfecta y brillante que ciega mis pobres ojos. Uno de sus amigos le llena la copa mientras baila al ritmo de la música, este gesto me causa risa, pero al Dios al parecer no tanto, le arrebata la botella y él solo se sirve. 

Veo este gesto como mi oportunidad de pasar enfrente de él sin que me note, para poder llegar a la barra debo de pasar forzosamente por donde él está. Con suerte, no me notará. Camino con seguridad mientras sorteos a las personas que van con dirección al baño y las que vienen, suspiro victoriosa cuando por fin llego a la barra. Hay decenas de personas pidiendo sus tragos y solo hay cinco hombres que atienden, ojalá estuviera aquí Renato para ayudarme. 

—¿Qué vas a querer?— me pregunta un hombre calvo y alto, su tono de voz ha sido grosero.— ¿Y bien?

—Una cerveza— respondo rápidamente, la verdad es que no me gusta tanto la cerveza, pero este hombre me presionó para ordenar.

—Son 35 dólares— me atraganto con mi saliva, ¿esa cerveza está hecha en el cielo o qué carajos? Está asquerosamente cara, con miedo a no traer ese dinero en mi cartera, rebusco en mi bolso.

—Toma— el corazón se me desencadena, corre como un caballo y golpea en mi cabeza al escuchar esa voz, la misma voz de hace un momento. El Dios, el Dios está junto a mí ofreciéndome los 35 dólares para pagar. —Cóbrate.— El calvo los toma y le da el cambio sin decir nada, el Dios toma la botella de cerveza y la mira.— ¿Cerveza? Hay mejores cosas. 

—Como sea todo está asquerosamente caro— respondo en un suspiro entrecortado. Abro los ojos como platos en el momento en el que el Dios bebe de mi cerveza. 

—La cerveza nunca decepciona —me la entrega y yo, con la mano temblorosa la tomo.— Bebe, esta deliciosa. —Como una niña pequeña, sigo su orden bajo su mirada hermosa y cautivadora. Me llevo el envase de vidrio oscuro a los labios y bebo, carajo, estoy bebiendo en el mismo lugar en el que ya ha puesto los labios. Es como si lo estuviese besando...— ¿Estás mejor?— no ahora que te tengo enfrente. Asiento.— La gente por aquí tiende a ser muy clasista, pero la mayoría de ella ni siquiera gana más de 10 mil dólares al mes, no te lo tomes tan a pecho. 

—Gracias por ayudarme— ¿vino aquí solo para cobrarme el dinero que le dio al gurú? Mis ilusiones y mi ego se caen al suelo, que ingenua soy.

—No te preocupes, tuviste suerte de que estuviera por ahí. —Definitivamente, tengo mucha suerte por estar hablando ahora mismo con él. —¿Vienes sola?— ¿Qué debería de decir? Si o no...

—Sí —miento, lo siento Hann, lo siento Renato, pero estarán mejor sin mí, ¿por qué dije eso? No es como si este Dios me fuera a llevar a su casa, solo fue una pregunta, apuesto a que solo tenía curiosidad. Bebo de la cerveza para intentar ocultar mis expresiones y descartar mis pensamientos. 

—¿Quieres que te lleve a casa?— si no lo hubiera evitado, quizás le hubiera escupido toda la cerveza en la chaqueta.— O puedo llamar un taxi. —¡No! ¿Ahora que digo? 

—Yo... 

—Te llevo a casa, entonces —me toma del antebrazo y me arrastra hasta la salida, no me ha dado ni tiempo de poner resistencia o más bien, ¿por qué podría resistencia? Esto es lo mejor que me ha pasado en la semana.

Estoy flotando en una nube... Pero aterrizo cuando llegamos a su auto, pero que auto... es ese tipo de autos al que no puedo aspirar a tener y hoy es la primera vez que podré estar en uno. Abre el automóvil con la llave inalámbrica y me abre la puerta como un gesto de caballerosidad, ¿qué otra cosa más haces bien, Dios? Entra y cierra la puerta, pero no pone en marcha su costoso y elegante auto. 

—Al diablo— me toma de la nunca con fuerza desmedida, pero no violentamente, me acerca a sus labios, pero no me besa. Al diablo, pienso también y soy yo quien lo besa. Lo beso con fuerza y agresividad, su mano tira de mi cabello y las mías recorren su espalda. 

Sin miedo a nada y con su ayuda, me pongo encima de él. Ahora él tiene fácil acceso a lo que mi corto y entallado vestido intenta mantener oculto. Debajo de mí algo se siente duro y creciente, a pesar de que solo es un beso, gimo llena de satisfacción. Sus manos se apoderan de mis caderas y las mías de su cuello, aprieta mis nalgas con vehemencia y de nuevo, no puedo evitar dejar escapar un gemido. Mi respuesta ante su tacto le da el valor de subirme el vestido hasta la cintura, mis bragas y mi piel quedan descubiertas y libres para que él siga tocándolas.

Lo que siento ahora mismo, estando encima de un hombre desconocido que parece hecho personalmente por los Dioses más poderosos del universo, es indescriptible. Admito que me siento sucia por estar besándome con él y dejando que en este preciso momento haga a un lado mi braga para poder palpar mi piel húmeda y el botón que atrae a mí la felicidad de un orgasmo cuando estoy sola, pero ahora el lo acaricia. Mi humedad le ayuda a que frotar mi clítoris sea una tarea más fácil, sus dedos resbalan en sexo de una forma candente y rítmica. Alzo mi cuerpo con ayuda de mis rodillas, necesito espacio para hacer esto. Meto las manos de bajo de mí, busco y encuentro justo lo que quería, desabrocho su cinturón y acto seguido el cierre y el botón de sus pantalones. La tiene tan dura que me contengo un suspiro de asombro, ¿qué tan grande es? No lo sé, solo sé que jamás he tenido una así en las manos. Mi sexo palpita, gotea listo para la penetración gloriosa que seguramente este hombre me va a dar.

—Espera— el corazón se me detiene— no tengo condón —a la excitación y el frenesí que estoy sintiendo no le importa ese detalle, pero mi lado serio y responsable sí. 

—Estoy limpia, pero no uso algún método —él debe de saber que no soy promiscua, aunque me gustaría tener el valor de serlo.

—Entonces trataré de venirme a fuera— asiento y entonces baja mis caderas hacia su erección dura y levantada. Me sumerjo en ella y carajo, se siente tan bien tenerla dentro, ¿en serio soy tan estrecha o él es demasiado grande para mí?

Con ayuda de mis rodillas, subo y bajo por su erección, mientras él deja caer hacia atrás su cabeza como muestra de su total satisfacción por mis movimientos, que ahora son circulares y lentos... rápidos... éxtasis... excitación... mi cabeza no puede pensar con claridad. Mi cuerpo tiembla por todo este frenesí, sinceramente siento que en cualquier momento me voy a partir en dos o peor, voy a desmayarme. Esta danza o lo que sea que estemos haciendo es increíble, jamás había sentido que en menos de veinte minutos podría venirme, pero hoy, en este momento, lo siento, siento que estoy a punto de explotar en miles de partículas llenas de excitación, locura, deseo y necesidad. El hombre desconocido toma mi cabello y lo jala con fuerza, es un gesto violento, pero a su vez tan excitante, como repuesta a él, gimo, grito. Mi cuerpo empieza a temblar, carajo, estoy a nada de venirme y estoy segura de que él también, porque lo veo en su frente llena de sudor y lo percibo en la forma en la que busca llegar más al fondo. 

Entonces, con dos movimientos más, el hombre desconocido que tengo por debajo y yo, terminamos a la par, uno seguido del otro acompañando esta hermosa liberación con un grito de goce. Estoy mareada...

Despierto por los rayos de luz que chocan directamente contra mi rostro. Yo siempre tengo las cortinas cerradas, ¿quién fue el imbécil que las abrió? Con cuidado abro los ojos, pero estos me duelen, el sol los quema y me veo obligada a cerrarlos. Con ayuda de mis brazos me levanto un poco, miro todo lo que hay al rededor o lo que mis ojos entre cerrados me dejan ver...

—¡¿Qué es esto?!— grito asustada en cuanto me percato que esta no es mi habitación, esta no es mi cama y que estoy completamente desnuda en una cama más grande que toda mi habitación. —¿Qué ha pasado?— junto a mis piernas con mi pecho y apoyo en ellas mi cabeza, ¿qué hice, por qué estoy aquí? 

El susto ha hecho que el poco sueño que aún tenía se fuera, estoy completamente despierta y preocupada. Vamos, vamos, recuerda la noche de ayer, debes de pensar en como fue que llegaste a aquí. Dos recuerdos aparecen en mi cabeza: 1. Hannover, Renato y yo... sí, eso está bien... 2. El Dios... carajo, ese hombre hecho por los Dioses.

Una película llena de los recuerdos de ayer se reproducen en mi cabeza, el Dios y yo en un auto... el Dios y yo basándonos en su auto... él y yo folland... él y yo terminado... él y yo llegando al hotel... él y yo follando en esta misma cama... él y yo follando en el suelo... él y yo follando contra la pared... 

Abro los ojos de par en par, no puedo creer lo que ha pasado, ¿todo eso hicimos en una noche? Entonces una punzada de dolor me invade y todo por darme cuenta de que en esta habitación desordenada con olor a sexo y llena de recuerdos que cada vez se hacen más lúcidos, solo estoy yo. No está ese hombre gloriosamente guapo que ayer me hizo gritar y temblar como loca, estoy sola en esta habitación de hotel olvidada. 

¿Qué camino tomaste, hombre desconocido? Ha puesto a que jamás te podré volver a ver.

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