✶ALESSANDRO✶
—Espero que estés cómodo aquí —dice Margaret con amabilidad. Asiento y abro las puertas que guían hacia el balcón para asomarme. Tiene una vista hermosa, se puede ver claramente los alrededores, el color verde de la vegetación predomina y me siento casi hipnotizado. Y qué decir del pueblo de Abbadia, me pareció un lugar bastante cálido—. ¿No crees que es hermoso?
Murmura poniéndose a mi lado frente a la baranda.
—Sí, mucho.
Sonríe dando una palmadita en mi hombro.
—Bueno, te dejaré para que te instales. Por cierto, no vi ninguna maleta.
—Debe seguir afuera, iré a traerla en un momento.
—No te molestes, le pediré a alguien que te la traiga. Almorzaremos dentro de un rato, espero que tengas hambre.
—Gracias.
Ella me deja solo en la habitación y yo suelto un suspiro al tiempo en que apoyo mis codos sobre la baranda y me llevo las manos a la cara.
Necesito darme una ducha y descansar un poco. No he dormido desde hace más de veinticuatro horas.
Quizás después mis ideas estén un poco más claras.
***
Salgo de la ducha secando mi cuerpo y camino hasta mi maleta que han dejado junto a la cama para ponerme algo de ropa. Tengo que llamar a mi madre, así que dejo la ropa de lado y busco mi móvil en los bolsillos de la ropa sucia.
Solo espero que haya buena señal aquí y que mi madre me responda. Estamos siete horas adelante de Chicago y no sé si ella esté despierta.
Marco el número de mi madre y me llevo el aparato a la oreja.
—Alessandro, hijo —mi madre se emociona al escuchar mi voz.
—Hola, mamá... ¿estabas dormida?
—No, no. ¿Cuéntame, cariño, cómo fue todo? ¿Ya hablaste con tu padre?
Salgo al balcón pensando en cómo decirle todo lo que ha pasado.
—Alessandro, dime qué pasó —insiste.
Me apoyo contra la baranda.
—No pude hacerlo.
Hay silencio por un par de segundos.
—Cariño, tienes que hablar con él.
—Es que eso no va a poder ser posible, madre —me pide una vez más que le diga lo que está pasando y entonces lo suelto—. Martín está muerto.
Dejo de escuchar su respiración por un momento y luego escucho un sollozo antes de que la llamada se corte.
—¡Mamá! —exclamo.
Aparto el móvil de mi oreja y me quedo mirando hacia las lejanías.
Esta noticia la debe haber afectado. En el fondo yo siempre he sabido que mi madre seguía sintiendo algo por mi padre.
Por el momento le daré su espacio y más tarde intentaré comunicarme de nuevo.
Me doy la vuelta con intenciones de regresar a la habitación, pero me detengo cuando me encuentro a mi madrastra mirándome desde el balcón de la habitación contigua.
Noto cómo sus ojos hacen un recorrido serpenteante que va desde mi abdomen hasta detenerse en el tatuaje de la cabeza de un león que tengo sobre mi pecho izquierdo.
Sigo sin poder creer que ella se haya casado con un tipo tan mayor como lo era mi padre.
—Me pregunto cómo habrá sido a la hora de intimar.
—¿Disculpa? —pronuncia y es cuando me doy cuenta de que acabo de pensar en voz alta.
Summer da unos pasos hasta estar al final del balcón que conecta con el mío.
Me apoyo en la baranda.
—Decía que amé ver tu cara cuando supiste que era el hijo de tu esposo y no un simple peoncito.
—Ante mis ojos eso no ha cambiado —dice altanera y baja la vista a mi pecho—. Deberías vestirte.
—Estoy bien así y no debería molestarte —acerco mi cara a la de ella—. No es la primera vez que miras a un hombre semi desnudo.
Se lame los labios sin apartar sus ojos de los míos.
—¿O sí?
—Claro que no.
—Oh, vale, entonces no te importará si hago esto.
Dejo caer la toalla que cubre mis caderas al piso y retrocedo un paso.
Los ojos de Summer recaen sobre mi miembro y pareciera que se deleita viéndolo.
Ladea la cabeza mordiendo sus labios.
—No está mal... —dice y una sonrisita maliciosa se forma en sus labios—. Para ser tan chiquito.
—¿Chiquito? —lo cubro con mis manos al vuelo—. No lo tengo chiquito.
La fulmino con la mirada.
—Tranquilo, no lo digo para que te sientas acomplejado. No es tu culpa que sea tan chiquito.
Se da la vuelta y se aleja.
—¡Qué no está chiquito! —gruño.
¿Cómo se atreve a decir que lo tengo chiquito!
Está loca y mal de la vista.
Quito mis manos y miro mi miembro.
Ah, no. Definitivamente está ciega.
Tomo la toalla y regreso a la habitación para vestirme e ir a comer.
***
A la mañana siguiente me levanto muy temprano. Después de almorzar con Margaret subí a descansar y ya no volví a salir. Estaba muy cansado.
He intentado comunicarme con mi madre, pero no me ha respondido, así que dejé de insistir. En este momento sí debe de estar profundamente dormida.
Me muevo por los alrededores apreciando el paisaje. Apenas hay unos cuantos empleados de la hacienda moviéndose de aquí para allá.
Summer y Margaret deben seguir dormidas. A Summer no la he visto desde ese episodio en el balcón.
Aún no puedo creer que me dijera eso.
Ya ni al caso que siga pensando en eso.
Entro en unos establos.
Los cubículos están llenos de caballos, pero uno de gran melena castaña llama mi atención.
Abro su cubículo y paso para acariciarlo, es un precioso semental. Mi madrina Rebeca tiene un rancho en Texas; durante las vacaciones de verano solía llevarme, así que estoy familiarizado con estos animales.
Durante el almuerzo, Margaret me contó algunas cosas de la hacienda y sé que hay una hermosa cascada cerca.
Ensillo el caballo y lo saco de los establos.
He decidido que quiero ir a ese lugar.