Capítulo 4: Primer encuentro

— Sí, gran ex reina. Ella es la bruja que recién llego al harén. — la voz de Bolgoña suena tras mi espalda pero no volteo, realmente no tengo ganas de ver los rostros a quienes ahora les pertenece mi existir.

— No es la gran cosa. — exclama borde la voz de la primera señora que me recibió, quien supongo es la madre de rey alfa y la actual reina ya que su hijo no se ha casado.

— Verónica, no digas eso. —  nuevamente habla aquella nueva voz que no se reconocer. — Ven aquí cielo, déjame ver tu rostro.

Tomando un gran suspiro me volteo viendo tras de mí una señora ya de edad pero bien conservada. Sus canas hablan de su gran paso por esta vida mientras que sus ojos hablan de su sabiduría y poder, el vestido negro que lleva es totalmente cerrado no dejando ver nada más que su rostro y sus manos, esas que se posan en mi rostro haciéndome contener las ganas que me dan de apartarla, así que solo cierro los ojos queriendo que no note mi desafiante mirada, esa que mis ojos grises no puede esconder porque así es mi alma, desafiante y libre de cualquier atadura, esencia digna de una bruja.

— Eres realmente hermosa.

— Responde con educación, bruja. — la voz de Bolgoña vuelve a sonar ante mi silencio.

— No la fuerces Bolgoña, tal parece que no conoces el carácter de una bruja. — la mujer calla a la fastidiosa mujer sin siquiera apartar sus manos de mi rostro. — Mi nombre es Greta, ex reina y regente actual del reino de los hombres lobo, es un placer tenerte acá en el castillo. ¿Cuál es tu nombre, linda?

— Antonia.

— Antonia…

— Solo Antonia, su majestad. — Solo la naturaleza sabe cuánto me costó decir aquella última palabra, mi corazón palpita brioso al reconocer su significado que no es más que mi cautiverio y mi poco valor en este lugar.

— Está bien, Antonia. Ven, conoce a tu nuevo Rey y Reina.

Con suavidad me toma del brazo dejando libre mi vista hacia al frente, allí donde en un gran trono hecho de oro está sentado el rey alfa. Su rostro, marcado con rasgos marcados y fuertes, posee unos profundos ojos negros protegidos por frondosas pestañas y gruesas cejas. Su cuerpo está libre de ropas finas dejándolo solo con ropas cómodas y sueltas que dejan al descubierto su musculoso cuerpo que parece crecer cada vez que respira. Lo que más me impacta es su aura que se expande espesa y bestial por todo su cuerpo encerrándolo en una vibra misteriosa e imponente que corta la respiración mientras un leve susurro de una brisa presurosa, advierte con miedo el carácter del imponente rey alfa quien me observa fijamente con aquel aspecto de desinterés y prepotencia que caracteriza a la alta realeza de Frunbor.

— Mira, Antonia. Él es mi nieto, Argus I de Montaner, tu rey y alfa. — El imponente hombre parece clavar más sus oscuros ojos en mi ser detallándome con simpleza y sin expresión; recorre cada centímetro de mi cuerpo sin romper su expresión seria y distante, al fijarse en mis ojos veo como los suyos exigen sumisión pero no se la concedo, por el contrario, me mantengo firme porque aunque nadie aquí lo crea, yo también puedo hacer que las almas tiemblen ante mi presencia.

— Un placer conocerlo, alteza — hablo haciendo una pequeña reverencia gracias a la mira amenazante de Bolgoña que se encuentra para detrás del trono de la reina, aunque mi porte no se rompe, no hay en mi ningún tipo de demostración sumisa.

— Ella es mi madre, la reina Verónica. — me indica el rey alfa provocando que tenga que hacer de nuevo otra reverencia, como si mis pies no estuviesen gritando para que me siente y los deje descansar un poco de la incomodidad que los asalta. — Dime Antonia, ¿por qué decidiste entregarte como una concubina? — su pregunta sale por sus carnosos labios con extrañez, como si aún no creyera que una bruja está total y completamente bajo su mando. — Durante años se negaron a ser parte de la vida social de Frunbor y dejaron muy claro que su misma esencia no les permitía estar bajo el mando de nadie.

Mi cuerpo se tensiona más de lo normal mientras en mi interior una furia se desata al recordar cuales fueron los traicioneros hechos que me llevaron a estar aquí, renegando de mi para ser una sumisa del rey alfa.

— No estoy aquí por voluntad, me condenaron a esto.

— ¿Por qué lo hicieron?

— Disculpe su alteza, pero eso no es de su incumbencia.

Varios respingos de sorpresa e indignación se escucharon a mi alrededor, el rey alfa solo levanta su cejo mientras me escanea con su mirada buscando algún indicio que lo lleve a mi verdad pero no lo hará, a nadie le conviene que mi historia sea contada por lo tanto en este momento mi historia no es más que un libro en blanco silenciado por personas audaces que atacaron justo cuando mi vida colgaba de un hilo.

— ¿Quién eres tú, sucia oscura, para hablarse así a mi hijo?

— No se altere, alteza. — Habla una de las favoritas sentándose en las piernas del rey, sus ojos celestes brillan con maldad mientras contrastan con su delicado y perfecto rostro que parece esculpido por la misma naturaleza. — Está vil bruja apenas y conoce lo que es hablar, en lo salvaje de los bosques no se puede hallar más que bestias sin inteligencia.

Golpe bajo que provoca un tembloroso suspiro que habla de mi enfado porque esta vez no solo me hiere a mí, también denigra a mi gente y eso es algo que toca directamente a mi orgullo. Yo podré haberlo perdido todo, mi orgullo, mi dignidad, mi vida, pero mi gente aun goza de la gloria que merece tras largos años de fuerza, valentía y coraje, eso es algo que ningún ser puede negar. Las brujas somos más de lo que este mundo merece, les guste o no.

— Cállate, Renata. Nadie te ha dado el permiso para hablar. — La ex reina habla con una mirada seria en contra de la favorita que se ve obligada a bajar de inmediato la cabeza. — Su alteza, lo que quiso decir Antonia es que son temas sin importancia que no deben entretenerlo de su diversión.

El rey no cambia su expresión, por el contrario, parece más rudo al tener el ceño fruncido pero poco me importa. Mi deber es estar acá, esa es mi condena, en ningún momento jure hacerlo feliz.

— Acércate — ordena sin más el rey haciendo un gesto con su mano derecha dejando a mi vista las ostentosas joyas que decoran su sus manos grande y fuertes.

Con pasos seguros cumplo su orden hasta posarme a un metro de su trono, este se levante con elegancia separando de su cuerpo a la favorita Renata que lucha por no dejar entrever su descontento,  se planta frente de mí conectando sus ojos con los míos. Una de sus manos sube hasta mi rostro y lo acaricia con la parte de atrás de sus dedos haciéndome sentir como si una suave briza me acariciara, su rostro sigue igual, no de muestra nada más que seriedad.

— Nunca había tenido una bruja tan cerca y he de decir que la belleza que tienes es igual de exótica a tu raza. — al no recibir ningún tipo de contestación o reacción por mi parte vuelve a hablar antes de separarse de mí. — Curioso, veamos que hará en ti la educación que se da en el harén.

Con lentitud se acerca a la mesa de la comida para tomar uno bocadillo y comerlo de un solo bocado.

— Mí querido nieto, si no te molesta yo me haré cargo de su educación. — La ex reina vuelva a intervenir tomándome del brazo y llevándome donde están las demás concubinas que lucen curiosas ante mi actuar.

— Sabes que nunca te niego nada, hazte cargo si quieres. — contesta simple mientas yo tomo asiento en una de las almohadas. —  Ahora que empiece la reunión. 

De inmediato empieza a sonar música y unas cuantas concubinas se levantan para interpretar coreografías al ritmo de la música, todo el salón es llenado por las charlas del rey, la reina, la ex reina y las favoritas. Las demás permanecemos calladas mientras comemos bocadillos y nos deleitamos con los movimientos de las bailarinas, en algún momento siento una mirada que me hace estremecer, al buscarla encuentro al rey alfa viéndome con un brillo en sus ojos que no se reconocer, con determinación le mantengo la mirada con el desafío que me caracteriza y aquello no hace más que provocar que entrecierre sus ojos para luego soltar una sonrisa forzada, una que me confunde, no sé muy bien que significa su comportamiento, solo sé que debo permanecer lo más alejada de él, así no llamaré su atención y me librare de entregarle mi cuerpo.

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