Samantha
Mi mente intenta procesar la llegada de esa mujer, pero es imposible ignorar la rabia que crece dentro de mí. ¿Esto que siento… serán celos? No. Imposible. No puedo sentir celos por Cristian. Él puede hacer lo que quiera con su vida. Puede tener cien mujeres si le da la gana. ¿A mí qué?
Y sin embargo, por más que intento convencerme, algo dentro de mí se retuerce. Una mezcla de enojo, humillación y… ¿asco por mí misma? Le permití que me besara. ¡Peor aún! Le correspondí. Al mismo hombre que me traicionó con esa maldita Cristal. Deberían darme un premio por idiota del año.
—Oye, mírame —dice Cristian, intentando capturar mi atención con una voz, entre mandona y encantadora—. No vayas a pensar cosas que no son. Espérame aquí, ¿sí? No te muevas. Voy a abrirle.
Lo fulmino con la mirada.
—No estoy pensando nada —respondo, con una sonrisa cínica—. Además, es tu casa, tu vida y, sinceramente, me da igual lo que hagas. Puedes tener a todas las... acompañantes que quieras. No es mi pro