Los guerreros mueren de pie

Cuando las primeras luces del día iluminaron el campamento, la tribu entera comenzó sus actividades, cada uno de los integrantes de aquel grupo, se movía de manera coordinada realizando lo que les correspondía por el bien del conjunto.

Kenay, permanecía en su tipi, esperando el gran momento, sabía que debía meditar lo más profundo que pudiera, sobre lo que le esperaba, debía reencontrarse con él mismo y analizar lo que era mejor para todos.

Así que aprovechando la soledad que lo rodeaba, se sentó sobre sus talones, con sus manos sobre sus muslos y cerró los ojos, dejando que su mente comenzara a vagar entre las sombras en busca de una respuesta, y con claridad le vinieron las palabras que recibiera en sus primeras enseñanzas.

«—Las virtudes que un guerrero Sioux debe tener en su camino del guerrero, para desarrollar su carácter y conocerse a sí mismo son seis —decía el jefe brujo, frente al grupo de jóvenes que se preparaban para ser útiles a la tribu y siguió hablando:

»—El Silencio es primordial para la iluminación:

» El Sioux debe evitar trivialidades y hablar sólo cuando sea importante. Los jóvenes no deben hablar a sus mayores en absoluto a menos que se le solicite. La virtud del silencio es una parte de una serie más amplia de la “etiqueta Santee”

» Nadie que esté del todo familiarizado con el Sioux en su casa, puede negar que somos un pueblo educado. Como regla general, el guerrero que inspira el mayor terror en los corazones de sus enemigos es un hombre de una dulzura ejemplar, y de refinamiento casi femenino entre su familia y amigos.

» Una voz baja y suave se considera una cosa excelente en el hombre, así como en la mujer. De hecho, la intimidad en el tipi, sería intolerable si no fuera por esos instintos reservados y delicados; es infalible para el establecimiento del lugar y las posesiones de todos los demás miembros del establecido círculo familiar, esa habitual calma, el orden, el decoro y eso nos lleva a:

» —El Amor es la virtud del carácter

» El amor de un varón Sioux no gira en torno a un sentimentalismo romántico, más bien se muestra mediante la adhesión a un servicio y al deber:

» Todo niño, desde el principio de su formación, es un servidor público embrión. Las lecciones se ponen en práctica diariamente, de esta manera se convierten en parte de sí mismo. No hay salarios, no hay consejos, no hay premios por trabajar.

» Él (el Sioux) toma como pago el reconocimiento de la comunidad y la conciencia de servicio desinteresado.

» Es el mejor amor que un hombre puede desarrollar por sus semejantes; se considera que la amistad “es la prueba más severa de carácter”:

» Pensamos que es fácil ser leales, a la familia y al clan, cuya sangre está en nuestras propias venas. El amor entre el hombre y la mujer se b**a en el instinto de apareamiento y no está libre del deseo y el egoísmo.

» Más, tener un amigo y ser uno de verdad, bajo cualquier y todas las pruebas, ¡esa es la marca de un hombre! El tipo más elevado de la amistad es la relación de ‘hermano-amigo’ o ‘amigo en la vida o muerte’.

» Este vínculo es entre el hombre y el hombre, por lo general se forma en la primera juventud, y sólo puede ser roto por la muerte. Es la esencia de la camaradería y el amor fraterno, sin pensar en el placer o la ganancia, sino más bien en el apoyo moral y la inspiración.

» Cada uno se compromete a morir por el otro, si es necesario, y nada les niega el hermano-amigo, pero tampoco se requiere nada que no esté de acuerdo con los conceptos más elevados de la mente Santee.

» La Reverencia es el orden del universo

» La religión es la base de toda la formación Santee, y la espiritualidad de un guerrero Sioux está íntimamente ligada a la conciencia del mundo natural, que creemos es sagrado. Todos los seres vivos tienen un alma, no de la misma naturaleza que el hombre, aunque es un espíritu hecho por el Creador.

» El hombre Sioux siente un parentesco con la tierra y los animales que viven en ella, y debemos estar agradecidos por la ropa y alimentos que nos proporciona el mundo natural.

» Debemos conservar ese gesto de asombro y maravillarnos en cada descubrimiento que hacemos día con día, durante toda la vida a través de esta conexión.

» El esplendor de la vida se destaca por excelencia, mientras que más allá de todo y en todos, habita el gran misterio, sin resolver e insoluble, a excepción de aquellas cosas de las que es bueno para nuestro propio espíritu saber.

» La Generosidad es invaluable en la tribu, porque todos somos uno

» El Santee cree que, el amor por las posesiones es una debilidad que hay que superar. Ya que el afán de adquirir, fue pensado para debilitar la propia virilidad y obstaculizar el crecimiento espiritual.

» Para superar el apego a los bienes, y mantener un estilo de vida mínima, la ofrenda pública es una parte prominente de las bodas, nacimientos, funerales, y cualquier otra ocasión en la que un miembro de la tribu es especialmente honrado.

» Durante estas ceremonias, los Sioux deben dar de manera generosa, hasta el punto de empobrecimiento absoluto.

» El Sioux en su simplicidad, literalmente regala todo lo que tiene, a los parientes, a los huéspedes de otra tribu o clan, pero sobre todo a los pobres y las personas de edad, de la que se puede esperar no retornen.

» Por último, el regalo a Wakantanka, la ofrenda religiosa, puede ser de poco valor en sí mismo, aunque el propio pensamiento del donante debe llevar el significado y la recompensa del verdadero sacrificio.

» El experto cazador invita, con frecuencia, a los ancianos de la tribu a las celebraciones y banquetes con él y su familia; a cambio, los viejos entretienen y edifican el hogar con sus historias de los días pasados.

» Al mostrarse a sí mismo como un anfitrión generoso, su reputación aumenta, reconociéndolo como un gran cazador y un creador de festejos, y casi tan famoso en su camino como el gran guerrero, aquel que tiene un nombre reconocido y con una buena reputación de ‘hombre de paz'.

» El Valor y el coraje se necesitan para avanzar

» La importancia del valor de un Sioux se b**a en la capacidad de olvidarse de sí mismo en la búsqueda del deber y el deseo de servir y proteger a los demás.

» La concepción Sioux de la valentía hace de ella una alta virtud moral, porque para el guerrero no consiste tanto en la autoafirmación agresiva, como en el absoluto control de sí mismo:

» El hombre en verdad valiente, no se rinde ante el miedo, ni ante la ira, el deseo, ni la agonía; él en todo momento es dueño de sí mismo; su valor se eleva a las alturas de la caballerosidad, patriotismo y heroísmo real.

» —‘Que ni el frío, ni el hambre, ni el dolor, ni las sombras, ni el calor intenso del sol, ni el temor a todos ellos, ni los dientes erizados de peligros, ni las garras de la muerte misma, te impidan hacer una buena acción’ —dijo el viejo jefe brujo con verdadero énfasis y determinación.

» La Castidad da más valor a la conquista

» La castidad no sólo es muy apreciada en una mujer Sioux, en un hombre Santee tiene mucha importancia. Ciertas fiestas se llevan a cabo para ustedes, los hombres jóvenes, que desde niños nunca han hablado con una chica en el cortejo.

» Demostrar la valía como hombre es considerado un requisito previo para hacerse uno mismo elegible para ser un pretendiente.

» Se considera ridículo hacerlo antes de alcanzar algo de honor como guerrero, y los novatos se enorgullecen en gran medida de su autocontrol.

» El más alto honor es para el hombre que ha ganado alguna distinción en la guerra y la caza, sobre todo al haber sido invitado a un asiento en el consejo, antes de hablar con cualquier chica y salvar a su propia hermana.

» Parte del efecto de saludo, de la formación física, vigorosa, de los jóvenes participantes, es la forma en que estos deportes y juegos sirven como una liberación para su energía sexual, de modo que puedan mantener un dominio valiente de sí mismos en esa área de su vida también.

Reflexionando sobre todas esas enseñanzas y la forma en que fue asimilando cada una de ellas a medida que avanzaba en su formación para guerrero, Kenay, salió de su meditación, ahora se sentía diferente, estaba preparado para lo que se le presentara y sabía lo que debía hacer según se le presentaran las cosas.

En ese momento, se abrió el tipi y apareció el dulce rostro de Aiyana, se veía preocupada y nerviosa, además en sus facciones había huellas de que no había pasado bien la noche, no obstante, trataba de sonreír de aquella manera tan tierna y candorosa en que lo hacía.

—¿Interrumpo algo? —le dijo tratando de aparentar tranquilidad.

—No… ya he terminado —le respondió el invitándola a pasar

—Quería hablar contigo antes de que… pasen las cosas.

—De acuerdo… ¿qué necesitas?

—Decirte que pase lo que pase el día de hoy, siempre te voy a amar, eres lo único que me importa en este mundo y no quiero que nada malo te suceda.

—Tú también eres lo que más me importa en este mundo y no va a pasar sino lo que tiene que pasar, así que no ganas nada angustiándote.

—Es que tengo tanto miedo por ti.

—Wakantanka, nos dará la señal de lo que tiene que ser, así que confía y espera por las señales que se nos envíen, siempre serán lo mejor para nosotros.

—Lo sé… creo y confió, aun así, no dejo de sentir miedo.

—Nuestro amor está por encima de todo y es el que dirá la última palabra.

—Así es como lo espero… sólo te pido que tengas mucho cuidado…

—No te preocupes… ahora vete y trata de encontrar la paz dentro de ti.

—Es lo que voy a hacer… hablar contigo me ha ayudado mucho.

Aiyana, salió del tipi y Kenay, suspiró fuerte, el sentimiento que ella le despertaba era más grande del que él mismo podía imaginar y precisamente por esa emoción, era que tenía que luchar hasta morir, aunque eso no le importaba en verdad.

Lo que en realidad le atormentaba era el saber que, si moría, ella quedaría sola, a merced de aquel altanero y potente guerrero que, no sabría tratarla con el cariño y la suavidad que ella se merecía, era algo que no podía tolerar.

El sonido de los tambores en el centro de la aldea, lo hicieron salir de sus cavilaciones, el momento había llegado, los tambores llamaban a la batalla.

Sin prisa alguna se acomodó su taparrabos y se ciñó bien el cuchillo que llevaba colgado a un lado de su cintura, sus mocasines estaban bien atados y él se sentía listo para aquella contienda que sería feroz y contundente.

Con paso firme salió de su tipi y caminó hacia su destino, a su paso algunos de sus amigos lanzaban gritos de apoyo, en primera fila estaban Sahale, «halcón» Cholena, «pájaro» y Tadi, «viento», sus mejores y leales amigos.

Sin voltear a ver a nadie, avanzó hasta el centro de la aldea, Unkas Hoksila, ya se encontraba ahí, vestido con su taparrabos y sus mocasines, se veía más imponente que nunca y en su rostro serio se notaba la determinación.

Se situó frente a él, a pocos pasos de distancia, los tambores callaron y el gran jefe levantó su lanza al aire, todos voltearon a verlo, incluyendo a los contrincantes, por unos segundos toda la aldea quedó en completo silencio, era el momento de la verdad y ya no había vuelta atrás.

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