Cuando Gisela estaba distraída, el sonido del agua en el baño se detuvo y pronto oyó los pasos de Ricardo, por lo que ella se apresuró a guardar de nuevo el teléfono en el bolsillo, fingiendo que acababa de recoger su ropa.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Ricardo, sorprendido de ver a Gisela en aquel dormitorio, y sus ojos se clavaron momentáneamente en la ropa que llevaba en la mano, antes de relajarse.
Gisela, calmada como de costumbre, le pasó la ropa con una sonrisa.
—No volviste al dormitorio principal, así que vine a echar un vistazo. Además, también quería preguntarte qué regalo tenemos que darle al hijo de tu primo. Su cumpleaños es en un mes.
—Nuestra familia está familiarizada con la suya, así que le damos algo de dinero. Unos 8,800 dólares.
¡Era una gran suma de dinero!
—Me parece bien, pero, Ricardo, sabes que mi madre está en el hospital y no tengo mucho dinero, así que ponlo tú.
—¿No es muy alto el sueldo del departamento de traducción? ¿Cuánto puede costar la hospitalizació