El manto celeste comenzaba a languidecer su iluminación casi por completo, pero eso no era impedimento para que, las siete vampiresas divisaran a la perfección todos aquellos individuos que una semana atrás habían ido a “cazar” y que estaban a oídos atentos, prestando toda atención a las palabras de su nueva líder.
Velkan permanecía atrás de todo el grupo de nuevos reclutas vampirescos y uno que otro lo volteaba a ver con mirada iracunda. Una vampiresa le mostró los dientes. El joven lobo se vio obligado a alejarse un poco más de ese ramillete de seres que parecían odiarlo por ninguna razón elocuente.
Todo había salido a la perfección, como Antonella les había dicho y el discurso que les había dado en cuanto subió a esa colina, no los había podido dejar más convencidos de las ideas centrales para vivir en un mundo ideal. Las ideas cada vez los convencían más a todos.
Dentro de la legión de nuevos vampiros, los había de todas las edades biológicas: jóvenes, viejos y de mediana edad, ta