Después de concluir su conversación, Sasha y Stephan, el padre de Steven, retornaron a la sala principal. Nat, se había adormecido en el sofá, envuelta en una manta suave, y Sasha la miró con ternura poco antes de detenerse frente a un cuadro impresionante que adornaba una de las paredes. La obra capturaba la bahía en una explosión de colores vibrantes, invitando a perderse en su belleza de un modo hipnótico. La madre de Steven, Susan, se acercó con una sonrisa gentil. — ¿Te gusta? — preguntó con curiosidad, observando la expresión de Sasha. Sorprendida por la calidad de la pintura, Sasha asintió con admiración. — Sí, es increíblemente vívido. Es realmente hermoso — respondió Sasha y la miró a los ojos. Stephan se unió a la conversación con un brillo de orgullo en su mirada y abrazó a su esposa. — Fue pintado por mi Susan. Es una artista talentosa, además de ser una defensora incansable de los derechos de las mujeres, de hecho en el Centro de Mujeres Maltratadas de California imparte