POV Carlos
Llegué a la mansión con la sensación de estar entrando a un escenario que no me pertenecía.
No era la primera vez que cruzaba esas puertas, ni que caminaba por esos jardines impecables, pero esa noche todo tenía un peso distinto. El aire estaba cargado de expectativa, de sonrisas ensayadas, de promesas que no había pronunciado con la boca, pero que llevaba tatuadas en la espalda como una condena autoimpuesta.
Había pasado el día entero intentando no pensar.
No pensar en Elena sentada frente a mí, con esa calma tensa en la oficina, diciéndome que no tenía nada que hablar conmigo si no era estrictamente laboral.
No pensar en la forma en que me había expulsado de su espacio sin elevar la voz, sin perder la compostura, como si yo fuera el intruso.
No pensar en la cena. En el ministro. En la forma en que ella había aceptado sus atenciones con una dignidad que me había resultado insoportablemente dolorosa.
No pensar en mí, escondido como un idiota al otro lado del restaurante, ob