30: Especial

Y a partir de ese momento comencé a vivir con Daniel en nuestra pequeña casita en el bosque. No había mucho qué hacer, Daniel a veces cuidaba de su jardín o nos poníamos a leer, pero en general sentía que nos limitábamos “a estar”.

Lo único que de verdad me animaba en esos días era salir a cazar pecados para alimentarnos, aunque eso sólo comenzó a demostrarle a Daniel que yo no era un pecado normal.

En ese momento el claro del bosque estaba rodeado por aquella espesa niebla e iluminado por aquella espectral luz blanca. Daniel y Amit habían salido a cazar pecados, pero no estaban preparados para lo que se terminarían encontrando ese día.

Enfrente de los dos eidolas, se encontraba un enorme toro verde de más de tres metros de altura con dos largas lenguas de fuego en lugar de cuernos.

—Hay

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