Abrió los ojos y giró la cabeza para mirar la silla donde usualmente Kaled vigilaba su sueño, pero no vio a Kaled, sino a Ricardo.
—Hola —le saludó su tío al verla despertar, sonriendo como si nada hubiera pasado.
Ante esta situación y débil como se encontraba, Diana sólo pudo fruncir el ceño y decir con rabia.
—Fuiste tú… siempre fuiste tú… Ahora entiendo porqué mis pecados se negaban atacarte: eres igual a ellos.
Ante la acusación, Ricardo se limitó a continuar sonriendo y a decir:
—Es… más complicado de lo que parece.
—¡¿Cómo puede ser complicado?! —gritó la devoradora reincorporándose un poco—. ¡Odiabas a mi padre! ¡Y mandaste a esa cosa a matarlo! ¡¿Pero por qué a mi hermana?! ¡¿Por qué