18. Adam

Adam se había tumbado en la hierba un rato, y Sarah, que se había echado junto a él, estaba profundamente dormida, con la cabeza apoyada en su pecho. El lobo observó su pelo oscuro aún mojado cayendo por su espalda, los pechos que se apretaban contra su torso, y las pequeñas piernas que se enroscaban a su alrededor. Tuvo que contener un gemido de dolor cuando sintió como ella se movía, y su dulce cuerpo se frotaba contra el suyo; en ese momento, y a pesar de que hiciera pocos minutos que la había tomado en el agua, la hubiera hecho suya de nuevo sin dudarlo.

Ella gimió en sueños, y él le acarició la cabeza, con la intención de tranquilizarla. Era una belleza, pero Adam se había acostado con muchas otras mujeres bellas, así que eso no explicaba el motivo por el que se sentía tan protector con ella. Cada vez que la veía, su lobo interior se apoderaba de su cuerpo, gruñéndole que la protegiera, que no dejara que nada le pasara, y esa era una sensación nueva para él.

Movió un poco el br
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