5. Misión imposible

Corey Sagnier había nacido rico, muy rico, aunque en la ciudad se rumoreaba que su riqueza no provenía precisamente de negocios lícitos y honrados. Su padre era admirado y temido a la vez, se decía que no le importaba a quien tenía que quitar de encima con tal de salirse con la suya. Sí, tal vez se parecía un poco a mí, aunque en mayor escala, a su lado yo era tan solo un bicho insignificante que no merecía a su hijo. Nuestra relación nunca había sido buena, aunque en realidad en la familia Sagnier, nadie era lo suficiente como para merecerlos, su gran ego debía ser igual a sus minúsculos penes. Me reí ante mi fugaz pensamiento y pensé en la manera en que podía retomar mis cosas sin levantar sospechas, así que muy temprano por la mañana, me escabullí del departamento de Ivaine para ir al de Callie intentando pasar desapercibida, para ello, me puse un traje deportivo y viejo que Ivaine guardaba en su armario y con sorpresa constaté que me quedaba casi a la perfección, tal vez un poco holgado porque ella se metía muchas chucherías en el cuerpo y era obvio que fuese un poco más gorda, pero al menos estaba cómodo.

       ¡Ella no era gorda! —gritó alguien dentro de mi cabeza.

 Pude reconocer perfectamente la voz acusadora de Caguiel. ¡Maldita la hora en que había salido a ver qué demonios era aquel ruido! Ahora le había otorgado el poder de meterse en mi cabeza.

Nota mental: Mantener la mente en blanco.

       —¡Claro que es gorda y déjame en paz, maldito ángel de pacotilla!

       ¡Cuando aprenda bien mi nombre, señorita!

       Maldije en voz baja y coloqué la capucha de mi sudadera por sobre la cabeza. Emprendí el camino y mientras trotaba, recordé que el edificio tenía cámaras, aunque tal vez no debía preocuparme tanto por eso, nadie podía reconocerme. Había entrado hacía apenas un par de noches y nada había sucedido, lo que me tranquilizó.

       Entré de puntillas para no despertar al conserje que aun dormía plácidamente con medio cuerpo sobre el mostrador de la recepción. Subí por el elevador usando mi control remoto, e intentando no hacer mucho ruido, abrí la puerta. Agitada, me senté sobre el maravilloso sofá de la sala para recuperar fuerzas, después puse mi exquisito café colombiano en grano en la cafetera, lo necesitaba con urgencia. Debía darme prisa puesto que Evan iba a pasar por mí para desayunar, pero no había podido evitarlo, mi cuerpo necesitaba una dosis extra de energía, ¡y aquel café era el cielo!

       ¡No blasfemes! —otra vez el ángel metiéndose donde no lo llaman.

       —¡Deja de asustarme, carajo! —grité.

       Iba a guardar el envase, cuando sentí a alguien a mis espaldas.

       —¡No vuelvas a aparecerte así! —le dije al ángel que seguro volvía a recurrir a sus sucios trucos, pero cuando me volví, quién estaba ahí era Corey.

 Lo miré como esperando una explicación, pero al parecer, quien debía una era yo porque me miró con una ceja arqueada esperando una justificación a mi presencia.

       —¿Quién rayos eres tú y qué haces aquí? —preguntó con malos modos.

       —Eso mismo podría preguntarte, ¿qué haces tú aquí? —respondí con otra pregunta para dar tiempo a pensar en una excusa. Necesitaba una y pronto.

       —Soy Corey Sagnier —respondió muy orgulloso y extendiendo la mano—, el novio de Callie, ex-novio —se corrigió.

       —Sé muy bien quién eres —me apresuré a responder—. Mi nombre es Ivaine Corrie y trabajo con Callie.

       —Trabajabas, querrás decir —me corrigió.

       —Sí —a la defensiva me crucé de brazos y me deshice de la capucha con la cual debería parecer una asesina serial.

       «Desapercibida, Callie. DE-SA-PER-CI-BI-DA» me repetí.

       —¿Y qué demonios haces aquí y como es que tienes la llave? —su profunda mirada me inquietó. Parecía guardar muchos secretos que antes me habían importado una m****a, pero no ahora, necesitaba descifrarlos para saber a qué me enfrentaba.

       —Lo mismo podría preguntarte.

       —Soy su novio, por supuesto que tenía un duplicado, ¿me captas? Algunas noches las pasaba aquí.

       —Pues yo soy su amiga y antes de morir me encargó que me hiciera cargo de todas sus cosas.

       —Callie no tenía amigas, era tan egocéntrica que nadie la quería, excepto yo, por supuesto.

       —Tampoco la querías, ella me dijo muchas veces que no la tratabas con respeto y cuando se ama a alguien, se le trata con respeto, con amor, con delicadeza… Como se le trata a una flor —algo tenía que decir, ¿o no? Aunque fuese una bobada como la que acababa de salir de mi boca.

       —¡Por favor! ¿Tratarla con respeto? ¡Callie era una arpía y me alegro de que haya muerto! Ya no tendré que soportar sus continuas quejas.

       —¿Quejas? Callie era una mujer fuerte y decidida.

       —Sí, claro, ¡decidida a arruinar mi vida y quedarse con mi dinero! —bramó.

       —¿Y entonces? ¿Qué provecho sacabas tú de ella? Porque me queda claro que no eres de los hombres que da algo gratis o que se quedan atrás.

       —Por supuesto que no, tenía ímpetu y unas maravillosas piernas, pero créeme que no iba a casarme con esa cazafortunas. Ahora, voy a recuperar absolutamente todo lo que le di, incluyendo el anillo de compromiso.

       Moví la cabeza hacia ambos lados y luché por evitar las lágrimas. Corey no podía ser más ruin, pero lo peor era, que yo era muchísimo peor.

—Eres un cerdo, Corey. No puedo creer que le hayas dado un anillo para engañarla. 

—No la engañé, querida, creo que ambos supimos siempre a lo que nos ateníamos. Callie no fue ninguna víctima, créeme.

—Mira, haz lo que te venga en gana, yo solo vine a arreglar sus cosas.

—No puedes tocar nada, como sea que te llames.

—Ivaine, ya te dije que me llamo Ivaine y por supuesto que puedo tocar sus cosas, ella me lo pidió.

—Ah, ¿sí? Muéstrame el papel que te firmó frente a un notario —me retó.

Me quedé estática frente a él, aguantando las inmensas ganas que tenía de golpearlo.

—Eso pensé, no tienes nada… —Corey sonrió con autosuficiencia y me alentó a marcharme.

—Tal vez las cosas te hayan salido bien hasta ahora, Cor, pero créeme que no siempre será así, existe algo llamado karma, no sé si lo conozcas, pero algún día llegará a tu puerta y estoy segura de que sabrás reconocerlo.

Corey se echó hacia atrás asustado, sin darme cuenta lo había llamado Cor, justo como le llamaba cuando hacíamos el amor. 

—¿Quién rayos eres y cómo sabes que Callie me llamaba Cor?

Me eché el punto extra al bolsillo y lo miré con suspicacia.

—Sé muchas cosas sobre ti, Cor, así que no me pongas a prueba —aproveché su vacilación para entrar en mi habitación y tomar precisamente el anillo de compromiso, si no me equivocaba valía muchísimo.

 Iba a empeñarlo para pagar mi deuda con el cielo.

Me lo eché al bolsillo y dándole un fuerte empujón antes de que me atrapase, me eché a correr como si no hubiera mañana.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo