28. Pasos en falso
Cuando llegué a casa me senté en el sofá y abrí las cortinas, la noche era espectacularmente bella y la luna brindaba una tenue luz. Sonreí por la ironía, hacía mucho tiempo que no observaba lo que Dios, o quien quiera que fuese, había creado para que los humanos nos maravilláramos con su hermosa creación: la naturaleza.

Pensé en Shams —que en realidad era Mike, pero daba igual— y lo eché de menos. Me di cuenta de que me había dejado sola y que estaba por mi cuenta. Tal vez debía encontrar la clave de lo que debía hacer en alguna de nuestras conversaciones, pero hacía mucho que mi mente estaba nublada.

Sin pensarlo mucho, me levanté para ir al frigorífico y me serví un poco de vino. Media copa debía ser suficiente para apaciguar a los demonios que se agitaban en mi interior. Bufé mientras asentaba la copa sobre la mesa de centro y saqué la pequeña cajita que me había entregado Vik. La abrí para apreciar de nuevo el dije. Era hermoso, y por alguna extraña razón, muy atrayente. Embeles
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