Me froté la cara y solté un suspiro tembloroso. La pantalla de mi teléfono brillaba en la oscuridad, las noticias repitiéndose en bucle como un eco cruel.
Dondequiera que mirara… televisión, redes sociales, incluso hilos de chismes al azar, era la misma historia contada de cien formas diferentes. Nadie sabía lo que realmente había pasado. Algunos decían que fue un accidente. Otros susurraban sobre juego sucio. Unos pocos incluso mencionaban “tensión familiar” dentro del imperio Del Fierro.
Mi estómago se revolvió.
Intenté llamar a Adam otra vez, la decimoquinta vez desde ayer. Directo al buzón de voz.
Incluso revisé mi historial de llamadas, comprobando el número como si mágicamente pudiera arreglarse solo.
Nada.
Mensajes sin leer. Llamadas sin respuesta.
Mis tarjetas también habían dejado de funcionar. Crédito y débito… todas rechazadas. Incluso el auto negro de lujo que solía esperarme abajo había desaparecido como si nunca hubiera existido.
“Perfecto,” murmuré con amargura, arrojan