Capítulo 2. Perderlo todo

Emily

Estoy a punto de caer al piso al intentar correr lo más rápido posible por los pasillos del hospital. Hace media hora había recibido la llamada del doctor Clark y por su tono era urgente que regresara.

Ni siquiera tuve tiempo para lamentar que ya no tenía un hogar o pelear con el maldito casero. Tampoco tenía tiempo para colapsar con otro típico ataque de ansiedad. No podía permitírmelo.

Algo en la voz de Clark me dio miedo…

—¡Clark! ¿Cómo está mi madre? — pregunto con ansiedad, con todo el cuerpo temblando, al instante en el que lo veo a lo lejos, fuera de la habitación de mi madre.

—Emily, toma un respiro. ¿Podrás… podrás pasar a despedirte de ella?

—¿Qué?

Clark suspira y me toma por los hombros para que lo enfrente.

—Emily, Mary está muriendo. Su estado empeoró después de que te fuiste y creo… creo que está resistiendo para verte por última vez— la voz del doctor se quiebra.

Sus palabras me golpean tanto que estoy a un paso de derrumbarme por completo.

—Resiste, Emily. Ve con ella, despídete y deja que ella se vaya en paz.

Asiento. Reúno cada pieza de mí para ver por última vez a mi madre y avanzo hacía ella a pasos rápidos y dolorosos.

—Mamá…

—Mi querida Emily. Soy tan testaruda como tú, que no me quiero ir sin verte una vez más— dice con dificultad, estirando su mano hacía a mí.

Sin poder detener las lágrimas y todas las emociones, casi me lanzo a sus brazos. Antes de tocarla, intento contenerme para no lastimarla.

—Mamá, te amo— la abrazo con delicadeza.

Quisiera decirle que no me deje… que me prometió acompañarme por más tiempo. Pero sería la peor hija. Ella ha sufrido mucho y seguir aquí solo intensificaría su dolor.

—Estaré bien, mamá. No te preocupes, puedes estar tranquila— mi voz sale temblando, por más que intento ser fuerte.

—Lo sé. Eres mi niña, la más fuerte y rebelde, sé que estarás bien. Lo que me preocupa es el mundo a tu alrededor. ¡Oh! Y tu próximo novio, sufrirá a tu lado. Eres problemática, explosiva y loca— dice a modo de broma, con su voz cansada.

Ni siquiera puedo responderle por el dolor de perderla.

—Emily, tu padre me amó tanto y si hubiera… Fui tan feliz con él. Cuando tuvimos sospechas de mi embarazo, él te esperaba con ansias, mi pequeña. Él te amaba— toma mi mano con la poca fuerza que le queda. —Si él se hubiera quedado con nosotras, nos hubiera amado…Ve con él.

Intenta levantarse un poco más.

—Ve con él. Dile que el peligro siempre estuvo a su lado, y que nunca lo odie por irse. Lo amé hasta el día de hoy. Él te protegerá, ahora lo hará. Por fin… por fin, será fuerte. Y tú, tú eres más fuerte que yo, mi pequeña. Es tiempo de encontrarse—un par de lágrimas se escapan de sus ojos. —Te amo, sé fuerte— su voz se desvanece, así como la luz de sus ojos, mientras me observa fijamente con tanto amor y con una pizca de paz.

El pitido del motor de sus signos vitales suena y yo pierdo la cordura cuando me doy cuenta que se ha ido.

—¡Mamá! ¡No me dejes! — termino gritando con fuerza y dolor, abrazando su cuerpo, refugiándome en sus brazos por última vez. —¡No, mamá! ¿Por qué? ¿Por qué no me dijiste de tu enfermedad desde antes? ¿Por qué me dejaste soñar en grande a costa tuya?  ¡¿Por qué?! — grito con desesperación, aferrándome a su cuerpo sin vida. Mi mamá, mi guía, mi todo se había ido.

Una semana después de perderla sigo llorando por su ausencia con la misma intensidad que aquel día. Abrazo con fuerza su urna, sin querer soltarla. Es lo último que me queda de ella.

Mi teléfono suena con una maldita notificación, llamando mi atención. Mi tío Frank había localizado a mi padre… y tenía que ir con él, aunque no quisiera. Era una solicitud de mi madre en su propio testamento. No tenía opción, así que me refugié en algo más intenso que su abandono o el dolor de perder a mamá.

Me refugié en el rencor que le tengo a ese sujeto.

Mis lágrimas vuelven a salir, ahora con odio e ira acumuladas por veintiún años. Si él no se hubiera ido, mamá no hubiera sufrido, no hubiera tenido tres empleos para solventar nuestros gastos. Ella no hubiera salido de Nueva York, embarazada de mí, ni llegado a Texas para sufrir trabajando para otros.

Ella no se hubiera enfermado ni sufrido por mi maldita culpa.

—Mamá, te prometo que iré por él. Lo haré pagar por abandonarte. Lo haré arrepentirse.

***

Londres, Inglaterra

Phillip Branson

—Señor, Branson. Tiene una carta que viene desde Estados Unidos— August se acerca a mí con el ceño fruncido. No entiendo su reacción, siempre recibimos información de las filiales en ese país.

—Estás extraño, August. ¿Qué pasa? — le pregunto a mi asistente personal y mi buen amigo de toda la vida.

Él suelta un largo suspiro, cierra la puerta con seguro y camina hacia mí. Su aire solemne me desconcierta y me preocupa. Al llegar frente a mí me la entrega.

—Creo… creo que tiene que ver con ella— su voz se vuelve ronca.

Mis latidos aumentan. Solamente hay una “ella” importante para mí… Mary Turner, el amor de mi vida.

Mis manos tiemblan cuando tomo la carta… No puedo creer que después de veintiún años de buscarla incansablemente, por fin, tendré noticias de ella.

—Mary…— susurro su nombre con amor y dolor.

Observo la carta y el nombre del remitente: Frank Wilson. Un total desconocido.

—¿No dijiste que es de Mary? — pregunto con confusión. Sin esperar respuesta, abro el sobre… ahora también yo tengo curiosidad y tengo una sensación extraña.

No es una carta de amor… Es una notificación legal, la reconozco por los sellos. Sigo leyendo y cada palabra impacta directamente en mi corazón… hasta que la carta cae de mis manos.

—¿Qué? ¿Qué pasa? — pregunta August con preocupación.

Me quedo en silencio tratando de entender lo que acabo de leer. Mary, el amor de mi vida, estaba gravemente enferma y… acaba de morir.

—¡¿Por qué no me buscó?! —grito enfurecido y dolido de que Mary ni siquiera quiso buscarme al estar sufriendo. ¿Soy tan despreciable? ¿Le hice tanto daño? ¿De qué tenía miedo? En ese entonces, prometí cuidarla y amarla para toda mi vida.

August toma la carta y también está en shock.

El leve dolor en mi corazón que me había estado molestando durante varios días vuelve a aparecer, aumentando de intensidad a cada segundo. Mi mano va directamente a mi pecho, esperando que la presión que ejerza pueda detener el dolor.

—¿Por qué no me buscó? — pregunto entre lágrimas.

—Phillip, aquí dice que tu hija… tu hija, tuvieron una hija— la voz de August tiembla.

Le arrebato la carta y esa información es otro golpe para mi viejo corazón. Es tan fuerte que no puedo hablar bien, ni siquiera respirar bien.

—Tuve… una… hija— afirmo con dolor, con vergüenza y arrepentimiento… Todo me golpea tan fuerte que termino cayendo al suelo.

—¡Phillip! — August grita mientras corre hacia mí.

Mi mirada se nubla y el dolor me hace balbucear y retorcerme en el piso.

—Mary, mi amor, mi vida… y mi hija, cuida a mi hija— logro articular, hasta que el dolor se vuelve insoportable.

“Si voy a morir ahora, mi hermosa Mary. Iré a buscarte”.

“Te amaré en esta vida y las siguientes”.

“August cuidará a nuestra niña”.

“Perdón, hija”.

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