Capítulo 1. Busca a tu padre

6 meses antes

Emily

—Lo siento, Emily. Mary tiene muy pocos días de vida, será mejor que pases con ella todo el tiempo posible— dice Clark con pesar.

—Gracias, doctor— es lo único que puedo decir antes de salir de su consultorio. Siento mi pecho doler ante la verdad: mi madre está a punto de morir.

Mis pies me llevan al único lugar que ha sido un refugio para mis lágrimas: las escaleras de emergencia del hospital. En teoría, ni siquiera tengo autorización para estar aquí, pero después de tantos meses, he logrado infiltrarme.

“Sí, varios meses”, pienso con amargura.

Al llegar a la zona de las escaleras, me siento en el suelo, abrazando mis piernas y escondiendo mi rostro lloroso entre las rodillas.

—¿Por qué la vida es tan injusta? — digo entre lágrimas. —¿Por qué no pude ayudarte más, mamá?

Muerdo mi labio con fuerza, tratando de evitar las ganas de gritar, de levantarme y golpear las paredes, de maldecir todo y a todos.

Mi madre siempre fue una buena persona, trabajadora y humilde. Aunque no me ha contado mucho de su pasado, sé que sufrió mucho. Incluso por eso, nunca pregunté por mi padre. Lo supe desde niña, aquello que la hacía llorar, era mejor no volver a nombrarlo.

Pero cuando la vida nos sonreía, cuando regresamos a Nueva York, desde Texas, buscando una vida mejor y con una excelente beca escolar y de manutención que nos resolvería la vida por unos años… Mamá enfermó.

Más bien, debería de decir que su enfermedad empeoró.

Nunca supe que estaba enferma y su estado empeoró al llegar a la fría y ajetreada ciudad de Nueva York. Porque tuvimos la mala suerte de llegar en invierno.

—Soy una mala hija, debí de saber que estaba enferma— digo con rabia mientras golpeo mi muslo. —Debí saberlo y llevarla al médico.

El arrepentimiento se instala en mi corazón, más fuerte que nunca.

Mamá quería venir de visita, pero yo quería venir a estudiar. Para eso ambas tuvimos que trabajar mucho para los continuos viajes, para el papeleo, las entrevistas… Todo fue mi culpa. Ella empeoró por mi culpa.

—Perdón, mamá— Si tan solo no hubiera insistido en perseguir sueños inalcanzables…—Sabía que nunca debería aspirar a más… Al final, cualquiera puede pisotearme, tampoco valió la pena venir… Estoy por perderlo casi todo.

Sigo llorando por la frustración, el odio a mí misma de ser una inútil y por ella, por la mujer que me ha dado la vida que sufre por mi culpa.

Después de un tiempo, decido seguir adelante, no por mí sino por ella. Por mi dulce y guerrera madre.

Al entrar al baño me doy cuenta del maldito desastre andante que soy, así que trato de ponerme lo más presentable posible.

—¿Por qué has tardado tanto? ¿Hay problemas en la escuela? — es lo primero que dice mi madre al verme.

—Mamá, deja de preocuparte por eso. Tienes que concentrarte en mejorar— digo con una sonrisa llena de impotencia.

—Nada es más importante que tú, mi linda antropóloga— dice con dulzura.

Mi corazón se apachurra un poco más por sus palabras y su manera tan tierna de tratarme. Toda la vida ha sido así.

—Debí de estudiar otra cosa, algo que nos diera dinero— digo a modo de broma, mientras abro las cortinas de la habitación, dándole la espalda y así evitar su mirada escrutadora.

—Debes de estudiar y hacer lo que amas. Hacer lo contrario es un desperdicio. No críe a una hija débil que se deja llevar por el dinero y el éxito, pero con una vida miserable— dice un poco enfadada.

—No te enojes— le digo con una sonrisa, que ella también me devuelve.

—Siéntate, tengo que contarte una historia— su sonrisa y su mirada brillan, como si no se sintiera mal… pero los cables unidos a ella me recuerdan que no, que mamá está muy enferma.

—¿Qué historia? — pregunto con curiosidad.

—La historia del hombre que amé, tu padre.

Mi sonrisa se congela.

—Mamá…

—No, es tiempo de que te la cuente, sé que no tengo mucho tiempo. Tienes que saberla porque pronto… tendrás que ir con él— sus palabras me descolocan.

—No lo buscaré— digo con firmeza, incluso con un poco de odio en mis palabras. Ese hombre la abandonó cuando estaba embarazada de mí y nunca volvió, nunca nos buscó.

—Emily Turner, no seas testaruda y tampoco guardes rencor.

—Mamá…

—Prométeme, Emily, que si yo muero lo vas a buscar— dice con seriedad.

—No lo necesito. Nunca lo necesitamos— no respondo su pregunta. Aunque sufrimos mucho para sobrevivir, logramos hacerlo. Ese hombre no fue necesario en nuestras vidas. —Además, vas a recuperarte.

—No mientas, conozco mi cuerpo. Voy a morir, y tú, testaruda, lengua afilada y soñadora hija mía, vas a buscar a tu padre— A pesar de que habla de irse de mi lado, tiene una leve sonrisa, esa sonrisa amorosa.

—¿Y qué le voy a decir al donador de espermatozoides? ¿Siquiera puedo golpearlo? — mis palabras logran sacarle una carcajada.

—Puedes darle una bofetada, pero no más. ¿Entendido?

—Bien— me rindo ante su mirada suplicante. Aunque muy dentro de mí, me sigo negando a hacerlo.

—Confío en ti. Es lo último que espero que hagas por mí.

—Mamá, deja de hablar así— mi voz se quiebra.

—Tenemos que afrontar todo lo que venga de la vida con valentía, Emily. Además, tienes que saber que tu padre no nos abandonó porque quisiera, detrás de él había tantos problemas por resolver… si se quedaba con nosotras, pudo perderlo todo, incluso a él mismo— dice con tristeza.

—¿No dices que tenemos que enfrentar la vida con valentía? Lo que dices de él significa que no fue valiente— reniego. —¿Y qué pudo pasar? ¿Es un mafioso?

Siento el golpe juguetón de mi madre en mi cabeza.

—Hay muchos peligros, Emily. Y, a veces, el amor no es suficiente para librarlos— mi madre se queda en silencio, observando hacia la ventana, perdida en sus pensamientos.

—Prométeme que irás a verlo. Frank te dará todo lo que necesitas para llegar a él— dice después de un rato. Frank es mi padrino y el mejor amigo de mamá, y un excelente abogado.

—Lo prometo— respondo. Lo haría por ella, por mamá.

—Ve a casa, cariño. Quiero dormir.

—¿Ya no me contarás la historia? — pregunto sorprendida.

—Hoy no. Quiero dormir y… mañana será un mejor día para ti. Te lo prometo— me dice con su voz cansada, como si toda la energía que tenía hace unos momentos ya no existiera.

Sin pensarlo más la abrazo por varios minutos, con todo mi amor.

“Quisiera que pudieras sanar, mamá”.

—Te amo, Emily. Siempre te amaré— sus palabras golpean mi corazón, es como si se estuviera despidiendo de mí.

—Te amo, mamá. Vas a mejorar, ya verás. Y podrás contarme todas las historias que me debes y… saldremos de esto— vuelvo a hundir mi cabeza en su pecho, buscando su consuelo.

—Te amo— me susurra mientras besa mi cabeza, como cuando era niña.

No sé cómo logré salir del hospital, incluso de los brazos de mi madre. No quería dejarla, pero hoy tenía que ir a casa para recoger documentos y limpiar un poco. Clark había dicho hace unos días que era mejor que mi mamá pasara sus últimos días en casa… y quería limpiar por si ella quería regresar.

Subo mi cuerpo cansado por las escaleras llenas de basura de nuestro edificio. Frunzo el ceño con preocupación y molestia. Incluso tenía limpiar esto para que mamá no se deprimiera por el ambiente en el que vivimos.

Al llegar al pasillo que da al pequeño departamento que rento, me encuentro con todas nuestras cosas tiradas. Los muebles rotos, la ropa esparcida en el piso sucio, nuestros documentos, mis libros….

—¡No, no, no! — grito con indignación.

Continue lendo este livro gratuitamente
Digitalize o código para baixar o App
Explore e leia boas novelas gratuitamente
Acesso gratuito a um vasto número de boas novelas no aplicativo BueNovela. Baixe os livros que você gosta e leia em qualquer lugar e a qualquer hora.
Leia livros gratuitamente no aplicativo
Digitalize o código para ler no App