Y, ¿qué más daba que estaban allí? No podía hacer nada para evitarlo, pero podía controlar su propia reacción ante el hecho.
Después de meditarlo toda la noche, Astrid decidió que el que Emmett estaba allí, alrededor de ella, no tenía por qué cambiar su vía de acción. Si hubiera visto que esto le pasaba a alguna otra persona, sin duda hubiera pensado que era patético y cobarde dar marcha atrás cuando había tomado una decisión; y pensar en la mera idea de que alguien creyera eso de ella misma, la ponía de muy mal humor.
Ella había sido siempre una persona controlada y practica en la medida de lo posible, como si no hubiera tenido el valor de llevar a cabo cada uno de sus propósitos.
Tendiendo las cartas sobre la mesa, la cuestión era que ella estaba ahora lejos de casa. Tenía nuevos amigos, estaba en una escuela estupenda, y un chico maravilloso al parecer la pretendía. Era todo lo que había planeado tener y lo tenía, lo único que no encajaba en la ecuación era la presencia del joven de ojos dorados.
Su mente le decía una y otra vez “sólo ignórale, si él pudo, ¿por qué tú no podrías?”
Pero de nuevo, un eco muy en el fondo le repetía lo que ella sabía muy bien. Él no la amaba y ella si, eso era radicalmente diferente en la ecuación, aunque la mera idea le doliera.
Ella sabía, que en su situación, seguía siendo lo más sano que podría hacer, solo ignorarlo seguir uno seguir el camino que se estaba marcado, los llevara a donde los llevara.
Pensarlo era fácil, llevarlo a cabo no era tan simple como parecía, lo sabía. No es como si fuera la primera vez que lo intentara. Casi desde el mismo día que había conocido a Emmett Slorach lo había querido, se había metido en su corazón y había tratado de ignorar el sentimiento, pero este nunca se iba. No, nunca se había ido.
Pero esta vez la situación era muy diferente y sus emociones debían adaptarse al cambio, lo quisieran o no.
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Como casi cada mañana, el primer rostro amable que veía era el de Cole, que esperaba por ella en la entrada, armado con dos deliciosos vasos llenos de capuchino caliente.
Pero esta vez tuvieron testigos, Emmett estaba en la entrada también aparentemente buscando algo en el fondo de su mochila.
Astrid no pudo si no soltar una carcajada, las ideas eran ciertamente tan extravagantes que era probable que el autor no estaba en sus cinco sentidos cuando lo hizo.
Ella sonrió divertida, la verdad fuera dicha, le producían algo de miedo, lo suyo era tener los pies en la tierra.
La mera idea la entusiasmaba, había estado esperando más de lo que se atrevía a reconocer que Cole le pidiera una cita.
Llegaron al salón juntos y después se sentaron cada uno en su asiento. Estando ya sentada, Astrid había volteado para acomodar su mochila y vio entrar a Emmett con cara de pocos amigos, pero no iba a creer que ella tenía algo que ver, sabía que no era así.
Astrid volteó a ver a quién le había interpelado, y por supuesto era él, Emmett, ¿quién más quería discutir eso con ella? Había salido sólo un momento para sacar un par de fotocopias, no quería pensar que la hubiera seguido, pero él no tenía ninguna hoja en las manos que copiar. Se armó de paciencia antes de contestar.
Ella trató de avanzar pero sorpresivamente él la tenía sostenida de un brazo.
Aun en contra de ella misma se detuvo. Más que nada por el tono ligeramente roto de su voz, no era familiar para ella y eso pegó sus pies al piso.
Astrid lo miró aun más extrañada que antes, por la forma que lo había dicho, es como si supiera algo malo de él.
La pregunta la tomó por completo por sorpresa, a Emmett y la expresión dura de sus ojos, por un momento sin entender del todo.
Se soltó del brazo que le sujetaba y avanzó delante de él, molesta, increíblemente molesta. ¿Quién era él para decirle con quien salir o no? ¿Cómo se atrevía?
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Que día tan complicado.
No creía que hubiera otra denominación para un día así, si no complicado, extraño quizá.
Se dejó caer en su cama y cerró los ojos tratando de poner en orden todo lo que había pasado, y como iba a manejarlo de allí en más.
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El día había abierto precioso, un sol amable se levantaba sobre algunas nubes inquietas que han quedado de la lluvia de la noche pasada, apuntaba a ser un día con un suave sol y fresco, perfecto para salir.
Se levantó de la cama con ánimos, se dio una larga ducha, se exfolió la piel, se puso una de sus cremas favoritas con olor a lavanda y se enfundó en su traje favorito, eran solo las nueve de la mañana y Cole le había dicho que estaba por ella a las diez, tenía toda una hora para arreglarse con calma.
La mejor hora para llegar a la torre de Imperial College London era por la mañana, los turistas aún no se habrían volcado sobre ella y abarrotado todo, podrían desayunar con tranquilidad. Todo apuntaba a que sería un día perfecto.
La única nota mala que tenía por aquel día era la escena que Emmett le había hecho el día anterior.
“Olvídalo” se dijo por centésima vez. Se puso crema de pelo también con olor a lavanda y se comenzó a arreglar los rizos. No iba a hacer caso de él, podía no conocer mucho a Cole, pero había sido un perfecto caballero con ella, desviviéndose en todos los detalles posibles, lo que toda chica esperaría de un chico.
Si, aquella iba a ser una cita perfecta.
Como lo había prometido Cole, había llegado por ella a las diez en punto, había tocado a su puerta con un enorme ramo de girasoles y sólo se detuvieron para ponerlos en agua.
Fueron hasta Imperial College London en el tren, siendo ella originaria de la isla debería ser el guía pero era al revés. Al parecer Cole se había tomado su tiempo para recorrer la isla y de cada lugar que pasaban de largo en el tren. Sabía los por menores de tal, le hablaba de algún buen lugar para comer o algo curioso que hubiera descubierto allí, ella estaba asombrada de lo mucho que Cole podía aprender en poco tiempo, era tan curioso, que escucharlo hablar de cosas incluso triviales, con esa profunda voz de blues, era un placer.
Llegaron a Imperial College London con una ligera llovizna sobre sus cabezas, él no pareció enterado de ella o no decidió darle importancia, caminaron desde la estación hasta la plaza donde estaba la torre, y entraron al restaurante de la primera planta.
Él comía enormidad, pero claro, considerando su tamaño no podía ser de otro modo: fruta, panqueques, café, jugo, helado. Era casi divertido verlo comer de esa manera, repitió los panqueques por lo menos 3 veces, de alguna manera lucía un tanto infantil, pero era agradable y atractivo aun así, un niño grande de ojos claros y la cara manchada de chocolate.
Después de desayunar subieron por la torre, los escalones ni siquiera se sintieron en medio de toda la platica, él empezó a hablarle del Wall Trade Center, del Empire State de la torre Eiffel, de los arquitectos que las nuevas construidas y de las controversias y datos únicos de todas esas edificaciones, le hablo incluso de la propia torre de Imperial College London. Rieron y hablaron, hablaron y volvieron a reír.
La verdad es que ella nunca se lo había pasado tan bien en una cita, no es que hubiera tenido muchas de todos modos.
Astrid miró la enorme ciudad de Imperial College London, a sus pies, la vista desde lo alto de la torre era hermosa, el sol cálido y la ligera lluvia le barrió la cara.
La verdad la confesión sincera de Cole la había tomado un poco por sorpresa, pero así eran las cosas con este chico, con él nunca habría medias tintas.
Él no le respondió, pero dio un paso hacía ella y le envolvió un brazo por la cintura, Astrid tuvo que subir su rostro ver para el suyo y sintió que el corazón le latía aprisa, en los ojos de Cole… bueno… cuando el bajó su rostro al suyo, Astrid cerró sus ojos y la expresión en sus ojos fue completamente clara.
No había esperado que su primer beso fuera en la torre de Imperial College London, un día lluvioso y con el sol en el rostro, el día que debería cargar un espejo y hacer una predicción era lo correcto, quizás la predicción le hubiera dicho que esto pasaría y se sentiría tan bien. Definitivamente el beso de Cole se sintió muy bien.
La dejó ir después de un largo momento pero no se alejó de ella.
Astrid sonrió con gozo, casi no lo podía creer, ella con un chico tan guapo, tan amable y tierno, nunca lo hubiera podido imaginar.
Cole la atrajo de nuevo y cerró los dos brazos alrededor de ella y la besó de nuevo.
Eran ya las 6 de la tarde cuando Cole había llevado a casa, he pasado el día entero caminando, conversando y haciendo sólida su nueva relación.
Astrid sonrió divertida y finalmente puso un beso rápido en sus labios y lo despidió, Cole se alejó un par de calles mientras ella lo veía.
Estaba tan contenta, la cita había sido mucho mejor de lo que había creído, jamás hubiera imaginado que con solo un mes en el instituto ya debería un novio y además tan increíble. Cole era por mucho una de las personas más extraordinarias que había conocido.
Todo estaba saliendo, justamente como había deseado que pasara.
Astrid volteó a ver quien la había llamado y del otro lado de la calle por la cual Cole se había ido hacía un minuto, estaba esta persona, la única pieza que no encajaba en sus planes.
Dio media vuelta y comenzó a irse “que nunca había sido invisible” a pesar de todo, lo que más anhelado Astrid es que al menos él supiera que estaba allí, que era alguien, no solo una apéndice de Alessa, había sido siempre su deseo y si se iba ahora así …
El chico se detuvo y la volteó a ver, ella vio en sus ojos un profundo dolor. ¿De donde había venido eso? Dolor era algo que jamás había visto en él.
“Yo quiero un amigo” la petición había tocado un lugar que con cualquiera otra petición nunca hubiera tocado. Él pedía algo sinceramente, sin petulancia, solo con verdadera necesidad. Nunca, jamás había hecho algo así.
Un silencio tenso se hizo entre los dos. La ligera llovizna empezó a arreciar.
El joven de cabello plateado le regaló una sonrisa triste y se subió la gorra de su sobretodo, la lluvia había arreciado.
Y entonces el chico siguió la calle, en el sentido contrario por el que Cole se había ido.
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La lluvia había acrecentado y ahora era un pleno aguacero. Debía levantarse acabar los dichosos cálculos e irse a dormir, pero la enormidad de su extraño día no la dejaría concentrarse.
No sabía qué había sido más extraño o más complicado, ¿ser la novia de Cole, por el que atracción atracción y se sintió tan cómoda…? ¿O ser sólo la amiga de Emmett del cual seguía enamorada?
Suspiró y se levantó de la cama, primero un baño relajante y luego los números.