—Eso es secuestro—. tartamudeé.
—¿Y?
—Y...— Me interrumpí sin saber qué más decir. No esperaba que aceptara tan rápido. —Es un secuestro—. Suministré cojo.
—¿Vas a vestirte o qué?— preguntó Alex, que ya parecía aburrido.
—¿Adónde vamos?
—Lo sabrás cuando lleguemos.
—Vaya, ¿podrías ser más imprecisa?—. Murmuré sarcásticamente. —Porque irrumpir en mi casa de madrugada y llevarme dios sabe dónde no es espeluznante—. Continué con mi taza de café. —Podría ser atraerme al bosque y cortarme en pedacitos.
—Te das cuenta de que puedo oírte, ¿verdad?—. Le miré y puse los ojos en blanco.
—¿Cómo se supone que voy a vestir