Alfredo la miraba extrañado: —Gabi, ¿por qué estás tan nerviosa?
Gabriela no lo admitía: —¿Yo? ¿Nerviosa?
—¿No lo estás? —Alfredo la observaba fijamente. —¿Hay algo que me estás ocultando?
Gabriela desvió su mirada: —¿Qué podría ocultarte? Realmente es…
Alfredo notó que últimamente ella siempre trataba de evitarlo.
Quería preguntarle qué sucedía, ¡pero su reacción era muy confusa!
Alfredo cayó en la reflexión.
La reacción de Gabriela claramente mostraba sentimiento de culpa.
¿De qué se sentía culpable?
La mirada de Alfredo se volvió más seria: —Gabriela, el otro día me preguntaste de repente si me gustaban los niños, ¿es porque...?
—¿Porque qué? —Gabriela lo interrumpió rápidamente, cambiando el tema. —Rodrigo no estará en peligro, ¿verdad? Estoy muy preocupada por él.
Alfredo la agarró del brazo.
—Gabriela, no evadas la pregunta. Mírame a los ojos. La hija de Aurora, ¿es mío?
Alfredo había estado en Santa Rosa.
Recordando cuidadosamente, aquella noche definitivamente había estado con