Gabriela y Rodrigo voltearon al mismo tiempo.
Parada en la entrada había una mujer.
Era una mujer extranjera con piel blanca y cabello rubio.
Parecía muy joven y también muy bonita.
Gabriela estaba segura de que no la conocía.
—¿Quién eres?
—¿Eres Gabriela o no? —su español era bastante estándar.
Si solo escuchara su voz, probablemente no pensaría que era extranjera.
—¿Quién eres? —Gabriela todavía no le respondió.
—Solo pregunté, ¿eres Gabriela o no? —también era muy terca y con un tono fuerte.
Gabriela dijo: —No te conozco.
Dicho esto, tomó a Rodrigo y se preparó para irse.
Leyla se adelantó.
—No te vayas...
Apenas había dado unos pasos cuando Águila la detuvo.
Ella miró fijamente a Águila: —Suéltame.
Águila, por supuesto, no la soltaría, directamente con el brazo la empujó, sacándola de su camino.
Leyla retrocedió varios pasos, tambaleándose y cayendo al suelo.
Ella se levantó con una expresión de dolor y se sacudió el polvo.
—¿Cómo puedes ser tan grosero? —dijo la joven, señalando