Gabriela apartó la mirada: —Te lo he dicho, no sigas preguntando...
Felipe agarró su brazo, sintiendo un presentimiento desagradable.
A pesar de su inquietud, mantuvo la calma en su rostro.
—Dímelo.
Dijo en un tono más grave.
Gabriela cerró los ojos, llenos de dolor: —En realidad, seguro que ya tienes una idea de lo que pasó, ¿verdad?
Los dedos de Felipe se aflojaron lentamente. Cuando encontró a Estela, su ropa estaba desordenada y yacía en un arbusto cerca del automóvil.
—Así que, por favor, no preguntes más. —Ella misma luchaba por mantener la calma, estaba muy incómoda. Siguió hablando en voz baja. —Cuidaré a Estela las veinticuatro horas del día. En este momento, no quiere verte, así que por favor, no te acerques a ella. Temo que podría sufrir un shock.
Felipe abrió la boca, pero no pudo decir nada.
¡Estaba abrumado por la opresión y la melancolía!
Gabriela, viendo su evidente angustia, ¡también se sintió afectada!
—Voy a cuidarla. No puede estar sin alguien a su lado.
Tras decir