Cuando Cataleya Ríos acepta el puesto de asistente personal del magnate empresarial Ezra Ferrer, no imagina que su vida dará un giro inesperado. Entre reuniones y decisiones corporativas, nace una atracción innegable. Pero Ezra, un hombre acostumbrado a poseer todo lo que desea, pronto descubre que el mayor desafío no está en el mercado financiero, sino en ganar el corazón de una mujer que se resiste a ser conquistada. En un mundo donde el poder y la pasión se entrelazan, Cataleya deberá decidir si ceder ante los encantos de su jefe o mantener su independencia. Porque en el imperio de Ezra, todo puede ser suyo... incluso ella. Porque ella es su mujer.
Leer másCataleya Ríos no podía dejar de observar la carta en sus manos. Las palabras impresas parecían difusas tras sus lágrimas. Vestida con un sencillo vestido blanco, su cabello rizado caía en cascada sobre sus hombros. La sala estaba en penumbra, apenas iluminada por la luz tenue de la lámpara de la esquina.
Había sido una carta inesperada, una despedida dolorosa de Javier Torres, su mentor y, durante un breve y fugaz momento, su amor. En ella, Javier confesaba que había decidido mudarse al extranjero para aceptar una oferta irrechazable y dar un nuevo rumbo a su vida. La noticia la tomó por sorpresa; habían compartido sueños y anhelos, pero ahora, se quedaba sola en un mar de incertidumbre. Cataleya se levantó lentamente del sofá, sus pies descalzos sintiendo el frío del suelo. Caminó hacia la ventana, viendo el mundo exterior que seguía su curso indiferente a su dolor. El reflejo en el vidrio mostraba a una mujer fuerte en apariencia, pero rota por dentro. Javier había sido más que un mentor; había sido una chispa de esperanza y amor en su vida. Pero ahora, esa chispa se extinguía, dejándola con un vacío profundo y una decisión clara: debía cerrarse al amor para protegerse. No más vulnerabilidad, no más corazones rotos. Mientras las lágrimas se secaban en sus mejillas, se prometió que enfocaría toda su energía en su carrera. Mañana comenzaría en Ferrer Global, una oportunidad que debía aprovechar para dejar atrás el dolor. Se prometió que nunca más dejaría que alguien le arrebatara su paz. Con una última mirada al atardecer, Cataleya dejó caer la carta en una caja de recuerdos que guardaría en lo más profundo de su armario, junto con las memorias que no estaba dispuesta a revivir. Cerró la caja con determinación y, al hacerlo, también cerró las puertas de su corazón. ●◉◎◈◎◉● Mientras tanto, en una oficina de lujo, Ezra Ferrer, vestido con un traje gris impecable y corbata negra, miraba por la ventana de su rascacielos. Él tampoco estaba exento de tormentas emocionales. Aunque su vida profesional iba viento en popa, su corazón llevaba años encerrado tras murallas de ambición y desconfianza. Los negocios eran su refugio y su trinchera, y allí estaba dispuesto a quedarse. Pero el destino, caprichoso como siempre, estaba a punto de cruzar sus caminos. Ezra Ferrer apagó las luces de su oficina, dejando el rascacielos detrás mientras caminaba hacia su auto. Sus pensamientos giraban alrededor del nuevo proyecto en Ferrer Global y del desafío que representaba. No podía permitirse distracciones. Se subió a su carro, un elegante sedán negro, y arrancó en dirección a su apartamento en el corazón de la ciudad. ●◉◎◈◎◉● Esa misma noche, Cataleya trataba de descansar, pero sus pensamientos eran un torbellino de emociones. Las sombras de su habitación parecían susurrar los recuerdos de su relación con Javier. Sus palabras en la carta seguían resonando en su mente: “Siempre te apoyaré, aunque esté lejos”. A la mañana siguiente, Cataleya se vistió con un traje elegante pero sobrio, eligiendo un conjunto de falda y chaqueta en tonos grises. Quería proyectar una imagen profesional y segura. Recogió su cabello en un moño impecable y se maquilló con sutileza. Esta vez, no dejaría que nada ni nadie la desmoronara. Era su primer día en Ferrer Global, y estaba decidida a demostrar su valía. Al llegar a la imponente sede de Ferrer Global, Cataleya sintió un nudo en el estómago. Tomó una respiración profunda y entró al edificio, su determinación reflejada en cada paso. Fue recibida por Sofía Martínez, la directora de Recursos Humanos. —Bienvenida, señorita Ríos. El señor Ferrer está ansioso por conocerla —dijo Sofía con una sonrisa cordial. Cataleya asintió, tratando de ocultar su nerviosismo. La oficina de Ezra Ferrer estaba en el último piso, un símbolo de su poder y éxito. Al entrar, se encontró con un hombre que exudaba confianza y autoridad. Ezra la miró con sus penetrantes ojos verdes, evaluando cada detalle. Ella quedó petrificada al instante. Un torbellino de emociones pasó por su rostro: sorpresa, reconocimiento, e incredulidad. En cuestión de segundos, recordó cada palabra de la entrevista con “Marco”. Aquel hombre que la había entrevistado sin levantar sospechas, ahora se encontraba ante ella en su verdadero papel de CEO. Ezra, notando su sorpresa, esbozó una sonrisa ligera pero profesional. —Señorita Ríos, es un placer tenerla en nuestro equipo —dijo Ezra, su voz firme y serena. —Gracias, Señor Ferrer. Estoy emocionada por esta oportunidad —respondió Cataleya, recuperando la compostura. Ezra asintió, satisfecho con su respuesta. —Espero grandes cosas de usted, señorita Ríos. Aquí valoramos el compromiso y la excelencia. Mientras hablaban, Cataleya no pudo evitar notar la presencia imponente de Ezra. A la vez que sentía una mezcla de admiración y desconfianza. Sabía que su nuevo jefe tenía más capas de las que había pensado. A pesar de sus murallas emocionales, sintió una chispa de curiosidad y atracción. Pero se recordó a sí misma su promesa: su corazón estaba cerrado. Esa noche, de regreso en su apartamento, Cataleya reflexionó sobre su primer día. Sabía que trabajar para Ezra Ferrer no sería fácil, pero también sabía que era una oportunidad para crecer y dejar atrás el dolor. Mientras se quitaba los tacones y se dejaba caer en el sofá, se prometió nuevamente que nada la distraería de su objetivo. ●◉◎◈◎◉● Ezra, por su parte, revisaba documentos en su lujoso apartamento. No podía dejar de pensar en su nueva asistente. Había algo en Cataleya que lo intrigaba, una fuerza y determinación que veía en sus ojos. Pero él también tenía sus propios demonios y no estaba dispuesto a dejar que sus emociones interfirieran en su camino. Ezra se recostó en su silla de cuero, mirando la ventana mientras sus pensamientos se desplazaban hacia el pasado, hacia el momento en que había decidido entrevistar personalmente a Cataleya sin revelarle su verdadera identidad. **Flashback** Había sido una tarde lluviosa cuando decidió recorrer las oficinas sin su habitual séquito de asistentes y guardaespaldas. Vestido de manera casual, con pantalón y una camisa sencilla, se mezcló con los empleados, observando y escuchando. Había oído hablar de Cataleya Ríos, una joven talentosa con una impresionante trayectoria académica y profesional. Su intuición le decía que ella podía ser el elemento que Ferrer Global necesitaba. En la sala de entrevistas, Cataleya esperaba pacientemente su turno. Disfrazado como uno de los empleados, entró y le ofreció una sonrisa amistosa. Se presentó como “Marco”, un nombre común que no levantaría sospechas. —Hola, soy Marco. Soy el encargado de su entrevista —dijo, extendiendo la mano. Cataleya, vestida con un traje azul marino impecable y su cabello recogido en una cola de caballo, aceptó la mano con una sonrisa. —Encantada, Marco. Gracias por recibirme. Ezra se sentó y comenzó con preguntas estándar, pero pronto la conversación tomó un giro más personal. —Cuéntame, Cataleya, ¿qué te motiva a trabajar en Ferrer Global? Cataleya, sin saber que estaba hablando con el propio dueño de la empresa, respondió con sinceridad. —Me apasiona el mundo de los negocios y creo que Ferrer Global es la plataforma ideal para desarrollar mis habilidades y crecer profesionalmente. También admiro los valores de la empresa y su impacto en el mercado. Ezra no pudo evitar sentirse impresionado por su convicción. Decidió profundizar más. —¿Y cómo te ves en cinco años? ¿Qué aspiras alcanzar? Cataleya tomó un momento para reflexionar. —En cinco años, espero haber crecido dentro de la empresa, aportando ideas innovadoras y siendo parte del equipo directivo. Quiero marcar una diferencia y demostrar que, con trabajo duro y dedicación, se pueden alcanzar grandes cosas. La entrevista duró más de lo planeado, pero Ezra no podía dejar de escucharla. Cada respuesta de Cataleya confirmaba su intuición. Cuando terminaron, él se levantó y le dio un apretón de manos. —Gracias por tu tiempo, Cataleya. Ha sido un placer conocerte. Estoy seguro de que serás una excelente adición al equipo. Cataleya sonrió, agradecida por la oportunidad. —Gracias, Marco. Al salir de la sala, él supo que había tomado la decisión correcta. **Fin del Flashback** Ezra volvió al presente, contemplando su reflejo en la ventana. Había algo en Cataleya que lo había intrigado desde ese primer encuentro, algo más allá de su profesionalismo. Quizás, había visto en ella un reflejo de su propia ambición y determinación. Pero ahora, el desafío era mantener esa relación en el ámbito profesional, aunque sus corazones pudieran tener otros planes. Pero ambos, sin saberlo, estaban a punto de embarcarse en un viaje que cambiaría sus vidas para siempre.Después del beso con Ezra, Cataleya sintió una mezcla de emociones que la abrumaban. Se dirigió al baño, al cerrar la puerta detrás de ella, se apoyó en el lavabo, mirando su reflejo en el espejo.—¿En qué demonio estás pensando, Cataleya? —se dijo a sí misma en voz baja, su voz llena de frustración—. ¿Eres tonta o qué?Se pasó una mano por el cabello, tratando de ordenar sus pensamientos. El beso había despertado sensaciones que creía dormidas en su corazón. Sentía cómo una oleada de calidez y deseo la envolvía, recordándole que su capacidad de amar no estaba tan muerta como había pensado.—No puedes dejarte llevar por esto —se regañó mentalmente—. Es tu jefe, y tienes un contrato que cumplir. El amor no está en las cláusulas y… no eres nada para él.Pero por más que intentara racionalizar la situación, no podía negar lo que había sentido en ese beso, porque no era un beso cualquiera, era ¡el beso! Uno que le hacía sentir mariposas revoloteando en el estómago. Había sido suave y llen
La semana pasaba, y Ezra no regresaba a la oficina ni se comunicaba con Cataleya. Cada día que pasaba, la ansiedad de la mujer aumentaba. Intentó mantener su profesionalismo, pero no pudo evitar sentir que la ausencia de Ezra le recordaba dolorosamente a otra época de su vida.Cada vez que miraba su teléfono, esperaba ver un mensaje o una llamada de él. Si entraba a su oficina, esperaba encontrarlo allí, sentado detrás de su escritorio. Pero la realidad era que Ezra no estaba, y el vacío que dejó era palpable. Sin embargo, todo aumentó también cuando Ignacio no fue a mitad de semana. Un día, mientras organizaba unos documentos, los recuerdos de Javier comenzaron a invadir su mente. La forma en que él la había abandonado sin explicación, dejándola sola y sin respuestas. La sensación de incertidumbre y dolor que había sentido entonces era muy similar a la que sentía ahora.—No puedes seguir así, Cataleya —se dijo a sí misma, tratando de ahuyentar los pensamientos negativos. Pero las em
Cataleya pasó sus manos por su cuerpo, al menos tenía su ropa interior, aunque no le daba la tranquilidad que necesitaba. Con manos temblorosas, tomó la nota que estaba en la mesa y la leyó:“Buenos días, Cataleya. No pasó nada anoche, así que no te preocupes. Estabas muy pasada de tragos, pero tu belleza brillaba con luz propia incluso en ese estado y no quería dejarte sola, por eso te traje aquí. Desayuna antes de irte. —A.P.”Cataleya dejó escapar un suspiro de alivio, sintiendo cómo la tensión abandonaba su cuerpo. Saber que su amiga no tuvo acción, la tranquiliza de cierta manera. Se dejó caer de nuevo en la cama, cerrando los ojos por un momento mientras procesaba la información. Alguien había estado allí para cuidarla, asegurándose de que estuviera a salvo.Después de unos minutos, se levantó y buscó su ropa. Se vistió rápidamente, sintiéndose un poco más tranquila, ahora que sabía que estaba en buenas manos, un buen caballero que no se aprovechó de su estado.Salió de la habi
Mientras esperaban, Ezra no pudo evitar observar a Cataleya con preocupación. Aunque estaba disfrutando de la noche, no podía dejar de preguntarse si el alcohol había nublado su juicio.—Eres muy guapo —dijo Cataleya mirándolo a los ojos. Ezra solo sonrió, pero en su mente, las dudas persistían. ¿Estaba Cataleya consciente de lo que decía? ¿O el alcohol estaba influyendo en sus palabras y acciones? No quería aprovecharse de la situación, a pesar de que su mente y su corazón decían cosas diferentes. Después de un rato, Bea se acercó tambaleándose ligeramente debido a los tragos. Sus ojos se iluminaron al ver a Ezra, aunque no lo reconoció.—Cataleya, ¿quién es ese guapo hombre que está contigo? —preguntó Bea, su voz llena de curiosidad y deseo.Cataleya, con una sonrisa irónica, respondió sin pensarlo mucho. —Se parece a mi jefe, pero es tan serio, pero como un juez en un tribunal, que nunca iría a estos lugares. Debe ser su gemelo divertido.Bea soltó una carcajada, claramente pasa
Llegó el fin de semana, y Cataleya decidió que necesitaba una noche para olvidar sus preocupaciones. Llamó a su amiga Bea y juntas planearon una salida a una discoteca de la ciudad. Quería bailar, beber y perderse en la música, dejar atrás todo lo que la había estado agobiando.Mientras se preparaba para salir, recibió una llamada de Ezra. Su nombre en la pantalla la hizo suspirar, pero respondió de todos modos.—¿Y ahora qué quiere? —murmuró.—Hola, Ezra.—Cataleya, estaba pensando que podríamos salir esta noche, solo tú y yo. Podríamos ir a cenar o a algún lugar tranquilo —sugirió el hombre, su voz cálida.Cataleya cerró los ojos por un momento, luchando contra las emociones que eso le provocaba. —Ezra, lo siento, pero ya tengo planes con una amiga. Además, recuerda una de las cláusulas del contrato: mantener nuestras salidas profesionales al mínimo en lugares públicos.Ezra se quedó en silencio por un momento, sorprendido por su respuesta. —Tienes razón, Cataleya. Lo siento, no q
Esa noche, Cataleya llegó a su apartamento, sintiéndose agotada. Se dejó caer en el sofá, cerrando los ojos mientras las palabras de Ezra resonaban en su mente. Las lágrimas comenzaron a brotar, sin poder contenerlas más. Recordó cómo él la había defendido, cómo le había dicho que le importaba de verdad. A pesar de que su corazón se aceleró en ese momento, la confusión y el dolor resurgieron con fuerza.Cataleya se levantó y caminó hacia la ventana, mirando las luces de la ciudad que brillaban en la oscuridad. Se abrazó a sí misma, tratando de calmarse, pero los recuerdos de su pasado la asaltaron. Pensó en Javier, en cómo la había abandonado sin explicación. El dolor seguía allí, latente, y ahora temía volver a pasar por lo mismo.—¿Por qué es tan difícil? —murmuró, su voz apenas un susurro. —Ezra es guapo, inteligente y parece preocuparse por mí… pero no puedo permitir que entre en mi corazón. No otra vez.Cataleya se secó las lágrimas, intentando recuperar la compostura. —No pue
Último capítulo