Mateo pensaba que lo que sentía por Karina se estaba volviendo una adicción profunda y que el único tratamiento posible era poseerla, una, dos veces y con eso se le tendría que pasar lo que ella le hacía sentir.
No podía ofrecerle otra cosa, eso lo tenía claro.
-¿Subimos a mi habitación?
Ella dudó, no sabía qué hacer, no le faltaban ganas, cuando le estaba por decir que sí, a él le sonó el teléfono.
-Hola Josefina ¿Cómo te va?
-.....
-Hoy no puedo, estoy en tigre, mi hermano hizo una fiesta y ya sabés que una vez me hizo bolsa una lancha, te llamo en la semana para vernos el sábado a la noche.
Cuando cortó se dio cuenta que había hablado demasiado y Karina ya no lo miraba como hacía unos minutos atrás.
-Era una amiga.
Dijo en forma de explicación.
-¿Con privilegios?
Le preguntó Karina, sabiendo o suponiendo que era así.
Él no le contestó.
-Todavía no te acostaste conmigo y ya tenés con quién hacerlo el sábado que viene, gracias pero...paso.
Salió de la casa sintiéndose miserable, pero