Sasha abrió los ojos, viendo un techo muy poco familiar.
¿Dónde estoy?
Giró la cabeza, sintiendo un poco de calor. Tate se enroscaba a su alrededor como una hiedra, con la cabeza sobre su pecho y la pierna sobre la suya. Lo miró, admirando su piel perfecta y su aspecto juvenil.
La luz entraba por las ventanas porque Tate no había cerrado la cortina anoche. Sasha suspiró, sintiendo ganas de orinar.
Tate se movió, parpadeó un par de veces y miró a Sasha. Sonrió débilmente, sus ojos plateados eran grandes y luminosos. Se sentó y se estiró; Sasha observó su torso sin camiseta y sus músculos desgarrados.
—¿Has dormido bien? —, preguntó, besando a Sasha en la frente antes de salir de la cama. Su voz sonaba profunda y ronca por el sueño.
—Sorprendentemente sí—, murmuró Sasha, incorporándose. Tate se excusó para ir a un baño más adelante en el pasillo, dejando a Sasha en el que estaba junto a su dormitorio.
Al incorporarse, oyó que algo se arrastraba bajo la almohada. Frunció el ceño y escarb