—Maldita sea, Emerson... ¡Eres enorme! ¡No te recordaba con tantos centímetros de altura y grosor!—chilló Kary.
Parpadeó, pues esperaba un comentario completamente distinto.
—¿Enorme?—soltó una carcajada tan grande que echó la cabeza hacia atrás—. La última vez no lo dijiste así y estoy bastante seguro de que te lo tragaste por completo…
—¡Emerson!
—¿Qué?—tuvo un ataque de risa en plena acción que contagió también a su luna—. ¡Es verdad!
Kary terminó de reír, lo miró, antes de volver a centrar su atención en el miembro vibrante con los zarcillos buscando algo de dónde agarrarse.
Tragó saliva y se encogió de hombros, insegura.
—Bueno, las mujeres humanas nos estiramos, así que al final cabría. Pero joder…—murmuró, como si estuviera hablando más consigo misma que contestandole a él.
Extendió una mano hacia el falo, rozándolo tentativamente con las yemas de los dedos, haciendo que esos zarcillos se agarraran a sus dedos. Un infierno estalló en el vientre del alfa y apenas pudo contener