Arlo estaba sumido en la desesperación. Su mirada era vacía, su rostro rígido. Permaneció así durante treinta segundos, sin decir una palabra.
Finalmente bajó la cabeza y se limpió las lágrimas. Miró su única mano restante y murmuró con voz quebrada, "La señorita Griffin me ha dejado vivir, pero a partir de ahora estaré completamente incapacitado… no podré vestirme, ni comer solo, ni ocuparme de mis propias necesidades. ¿Un hombre de casi dos metros viviendo así? Preferiría morir…".
Tarlon lo reprendió al instante, "Una vida difícil sigue siendo mejor que la muerte. Esa es una verdad absoluta. Y recuerda algo más: incluso aunque murieras, eso no cambiaría nada. Mientras tu mano siga ahí, representa una amenaza para toda la Sociedad Eliminadora de Qing y para la familia Griffin".
Arlo sabía que ya no tenía sentido suplicar. Nada podría cambiar lo que estaba ordenado.
Incluso si el misterioso enemigo de Fleur volvía a intervenir, solo empeoraría la situación. Y si Fleur descubría cua