La voz de Zachary se quebraba entre lágrimas. “Por favor, no te fijes solo en cuánto es en realidad… el problema es que solo somos aficionados y vendimos esa escultura de bronce como si fuera una falsificación. Eso es algo que no podemos cambiar…”.
Jacob se mantuvo descaradamente necio. “No me vengas con esas tonterías… no es de eso de lo que hablo. Solo te pido que recuperes esa escultura de bronce. Te enviaré los 300 mil después y no me importa nada más. Hazlo o hablaré con Charlie. Incluso confesaré que tenía buenas intenciones, ¡pero la quiero de vuelta! ¡Diablos, Charlie no me haría nada aunque se enterara!”.
Zachary rompió a llorar justo en ese momento, sollozando: “¡Por favor, no puedes hacer esto! ¡El Amo Wade no te castigará, pero sí a mí! Estoy donde estoy hoy solo porque le habló bien a Don Albert por mí... ¡Si supiera lo que estábamos tramando, semejante traición y engaños, estoy arruinado!”.
“¡¿Qué traición?!”, exigió Jacob, furioso. “¡¿Cómo es esto traición?! Tú invent