Luna comenzó a seguir cada una de las indicaciones que el doctor le dio, se tomó muy en serio eso de preparar su cuerpo y ahora los ejercicios sencillos son parte de su rutina.
Pero esta mañana no quiere hacer nada, se ha reportado enferma en la universidad y le ha escrito a Zeus que le dé el día libre porque no se siente bien. Y aunque no está imposibilitada de moverse, el alma le pesa más de la cuenta.
Le entra una llamada de Beverly y sonríe con tristeza, es la única persona que la saludará, porque no le ha dicho a nadie qué sucede ese día.
—¡Feliz cumpleaños, amiga mía! Quiero que sepas lo mucho que te adoro, eres la hermana que la vida me dio y muero de ganas por estar contigo.
—Gracias, Beverly. Es triste saber que eres la única persona que me saludará hoy… —un sollozo se le sale y su amiga se angustia.
—Nena… por favor no llores ahora, que me dan ganas de dejar a la gente con hambre e ir contigo.
—No te preocupes, se me pasará, te lo prometo. Sólo tengo que acostumbrarme.
Pero