Honestamente no estaba seguro.

Cualquier cosa que pudiese estar haciendo podría ser algo que ya ellos planearon, podría estar siguiendo el sendero una vez más cómo una mascota. La ansiedad comenzaba a crecer, se esparcía burbujeante y descontroladamente. Su corazón latía de prisa a pesar de que intentaba mantenerse controlado.

Golpeaba su pierna con el dedo, mientras que escuchaba música a todo volumen y tenías los ojos cerrados. Necesitaba calmarse, necesitaba aclarar la mente y entrar en control de su vida y de la situación. No podía dejar que los DuMartelle siguiera teniendo la ventaja y, mucho menos, que ganasen esa puta guerra.

Se mantuvo todo el camino en ese estado, ni siquiera habló con ninguno de los que iban con él en el auto. Mientras tanto detrás de ellos iban sus invitados, los cuales en un inicio no entendía a donde iban. El príncipe únicamente los citó a solas esa mañana y ordenó que subieran a los autos.

Por suerte el personal de la Gran Hidra se encontraba ocupado con