Capitulo 5

FITZ

Cuando salgo a cazar con mi hermana menor siento que alguien me observa, por lo que siempre vuelvo la mirada esperando encontrar a la persona dueña de esa presencia; pero nunca encuentro nada. Es como si eso que siento fuera una simple ilusión, por lo que luego lo olvido y sigo escuchando a mi hermanita hablar de su emoción por cazar su primer venado o conejito.

Ella, como todo niño de nuestro pueblo quería estar capacitada para cualquier eventualidad por parte de nuestro jefe.

– Voy a cazar tres conejos. – dice la pequeña con una amplia sonrisa.

– Suerte con eso. – digo entre risas.

Seguimos nuestra charla sobre cacería y cosas comunes en el pueblo durante un buen tramo del bosque. Me divertía escucharla, hablarle y decir lo que estaba mal y lo que no. Tal vez no nos parezcamos en aspecto, pero yo la quiero como si así lo fuera. Es mi hermana menor después de todo.

Un pilar fundamental en mi vida.

– Francis ¿Quiénes son ellos? – Pregunta ella con el ceño fruncido, señalando el final del bosque.

Tomé el cuchillo de mi cinturón con seguridad sin perder de vista los movimientos de esos sujetos y la alejé.

– Vete a la casa. – ordeno con el ceño fruncido.

– Pero...

– ¡Vete, Maribeth! – Grito.

La niña de cabello azabache corre por el sendero del bosque con piernas temblorosas, mirando de a ratos atrás con miedo. La ignoré cuando vi que estaba segura de cualquier ataque de esos hombres. Tomé el cuchillo con fuerza acercándome a ellos y cambie el color de mis ojos para tener acceso a la extraña habilidad con la que nací.

– ¿Quiénes son ustedes? – Pregunté desplegando las sombras en mis manos.

– Elementales, como tú. – dice un chico de cabello castaño con una amplia sonrisa. – Soy Abraham Lender. – cambia el color de sus ojos a un marrón claro y luego de regreso al verde común que posee. – Soy un Strowmen.

– Francis Tetzaco. – digo con el ceño fruncido. – Un Eitak.

###

¿Qué es todo este lugar?

Estoy en una habitación completamente blanca, sin una ventana, rodeado de nada y sintiendo el frío calando en mis huesos. Puedo observar el vaho que sale de mis labios con cada respiración. Veo de forma esporádica recuerdos que no sé si me pertenecen, escucho voces similares a la mía; pero sobre todo, siento el dolor de una perdida. De alguien a quién ni siquiera puedo evocar un solo recuerdo.

Tenía la ropa cubierta de lodo y sangre, una herida profunda cruzaba todo mi pecho, lastimándome con cada respiración y recordándome lo último que me ocurrió fuera de esta habitación.

Estoy muerto.

Alguien de ojos rojos brillantes me mató en un bosque. Una persona que luego escuché llorar en mis recuerdos al gritar que no podría con esto. Alguien que era muy importante para mí.

Intenté mover mis brazos, encontrar la manera de salir de este lugar; pero nada. Mi cuerpo no me respondía, el dolor en mi pecho reafirmaba el hecho de mi muerte. Me regresaba a la realidad donde había perdido todo de mí, donde no había nadie que esperase mi llegada.

– Estás equivocado. – resuena la voz de una niña en la habitación.

Levanté la mirada dudoso. Aquí no hay nadie más, sólo estoy yo ¿Por qué escucho a alguien más?

Tres niños.

¿Tres niños entraron aquí? ¿Cómo?

Verlos me traía nostalgia, algo en mi herida se apretaba y lastimaba con más fuerza que antes. La niña me recordó a alguien importante en mi vida, y los niños... Los chicos se parecían a mí.

– Estamos esperando tu llegada. – dice el chico de cabello negro y ojos multicolores. – No te rindas.

¿Quiénes son ellos?

Busqué hablar. Abrir la boca para preguntárselos por mí mismo, pero ¿Cómo iba a hacerlo? los muertos no hablan, nosotros solo podemos escuchar hasta que el más allá venga a recogernos. Algo que todavía sigo sin entender ¿Por qué no ha venido por mí?

– Tienes que ser fuerte. – dice la niña con lágrimas en los ojos. – Resiste un poco más, por favor.

– Haz todo lo posible para conocernos. – pide el chico de ojos azules, mirándome suplicante. – Cuando llegue el momento no vamos a recordar esto, por favor, resiste.

– Demuestra que nuestro padre no es una persona débil. – sonríe el chico de ojos diferentes. – Vamos a darles una lección a esos imbéciles.

Los tres chicos se posicionaron frente a mí, vestidos con ropa negra, el cabello de los chicos estaba alborotado sobre su frente, pero la niña... ella estaba preciosa. Con una coleta alta, realzando sus bellos ojos verdes.

Me recordaba a ella, a mi luz al final de toda esta oscuridad.

Cydiler...

– Prepárense. – habla el chico de ojos diferentes. Estaba observando a su alrededor con cautela y concentración. – Ahí viene.

– ¿Otro recuerdo? – Pregunta la niña, preocupada.

– Sí. 

###

Estaba corriendo por el bosque de la casa, en busca de alguna salida mientras evitaba con todas mis fuerzas soltar unas lágrimas de impotencia ¿Por qué hice eso? ¿Por qué?

Caí estrepitosamente sobre un charco de lodo en un claro del bosque y lloré.

Ya no podía soportarlo más, tenía miedo. Estaba aterrado por lo que le hice a ese sujeto.

No era mi intención matarlo, pero él venía por mí. Decía incoherencias sobre personas superiores a mí, alegando que yo era parte de ellas y debía matarme. No entendía nada.

– Francis...

– ¡No! – cerré los ojos inmediatamente al sentirla cerca. – Aléjate, yo... puedo lastimarte, mami.

– Claro que no. – dice ella cerca de mi oído. Sus cálidas manos descansaron sobre mis hombros y me abrazó. – Ya no temas, Francis. Todo va a estar bien.

– Yo... Mami... Yo...

No podía hablar, seguía recordando ese momento donde asesiné a ese hombre. La forma en la que su cuerpo se cubrió de oscuridad cuando me levantó del suelo de forma brusca y me hizo mirarlo a los ojos, mi único pensamiento era para que se alejara y no volviera a tocar. No quería matarlo.

Ya no podía volver a ese lugar, las personas corrieron aterradas por lo que hice, incluso algunos hombres se colocaron a la defensiva con sus elementos.

No me reconocían como uno de ellos porque ellos lo sabían, yo era un monstruo.

– A ver, Francis. Mírame. – dice mi madre con tono sutil cargado de gentileza, limpiando mis lágrimas con cuidado.

Yo negué con la cabeza, temblando. No quiero lastimarla.

– No vas a lastimarme. – dice segura, casi puedo sentirla sonriendo.

– ¿Mamá? – digo inseguro.

"No vas a hacerle daño, abre los ojos".

Dice una extraña voz en mi mente.

– ¿Quién eres? – Pregunto con un nudo en la garganta, girando mi rostro a todos lados; pero su presencia nunca llegó a percibirse.

– Francis, soy tú mamá. – dice mi madre sosteniendo mis mejillas con cuidado. – Mírame, por favor.

Lentamente abrí los ojos de forma insegura, mirando a mi madre con un nudo en la garganta.

Sus manos estaban cubiertas de sangre seca y aun así ella me miraba cubierta de amor y adoración, no le importaba que frente a ella hubiera un monstruo. Un defecto. Una aberración... Y todas esas palabras extrañas que me gritaron los aldeanos cuando vieron lo que hice. Era mi madre y me seguía viendo como su pequeño.

– Ya no hay más sangre ¿Ves? – Dice cuando me muestra su mano luego de pasarla por mis mejillas. – Todo está bien.

Pero esto no estaba bien.

¿Qué clase de niño llora sangre?

Los ojos azules de mamá me miraron de arriba abajo, un momento estaban preocupados por lo que podría pasar, pero luego los cambió a una seriedad absoluta de la que no sabía descifrar en ese instante. Su cabello castaño largo estaba enrollado en una trenza alrededor de su cabeza, mostrándola como una reina. Al igual que sus vestidos de color dorado, era la Jayskeen más hermosa que había visto en todo el lugar, la más poderosa. Y aun así ella se empeña en estar oculta entre las sombras. Conmigo.

– Mami...

– Debemos volver al pueblo, Francis. – dice mi madre mirando a un punto detrás de mi espalda, asiente con seriedad y se levanta. Miro sobre mi hombro buscando la presencia que ella sintió hace un instante, pero allí no había nada. – Vamos.

– Mamá, no. – supliqué tomando su mano con rostro triste. – Tengo miedo.

– Perdóname. – susurra con tristeza antes de detenerse.

La miro confundido y ella me mira directamente a los ojos, los suyos de un color azul eléctrico que no había admirado jamás en un elemental.

– ¿Mami?

– Obliviscatur. – dice con una voz grave que me hizo caer a una extraña y brumosa oscuridad.

###

– ¡Tráelo! – Grita la niña, trayéndome de regreso a la habitación blanca, con ellos.

– A este paso no podrá recordar nada. – se queja el chico de ojos azules pasando una mano por su cabello, desesperado. – Tienes que hacer algo, Gail.

– ¡Lo estoy haciendo! – Jadea el otro chico con las manos apoyadas sobre sus rodillas. Dos hilitos de sangre se deslizaban por su nariz hasta el suelo. – Pero esto es más fuerte que yo.

– Papá, lucha, por favor. – suplica la niña tomando mi rostro entre sus manos. – Hazlo por mamá, por ¡No!...

Justo en ese momento, otro recuerdo me abordó.

Yo sabía lo que esto era, la muerte me estaba haciendo olvidar todo lo que me importa.

###

Estaba de cacería de nuevo, pero en esta ocasión mi hermana no estaba conmigo. Le estaba haciendo caso a Abraham desde la última vez que hablamos y me dijo que traerla a las cacerías era peligroso, no sabíamos cuando aparecería algún guardián y tenerla aquí en todo momento no era lo adecuado. En cualquier momento se podía desatar una batalla entre elementales y ella podía salir herida en el proceso.

Salté del árbol en el que me encontraba. En mis manos descansaban los huevos del ave que seguí ayer y me encontraba feliz por el resultado. Hoy comeríamos mejor que en otras noches. Bien.

Guarde el alimento en los bolsillos de mi pantalón y seguí caminando por el bosque hasta mi poblado; tenía la mente distraída sobre cualquier cosa. Por un momento quería ver qué se sentía ser un chico de dieciséis años y no pensar en las distintas jerarquías que existen en nuestra sociedad.

Porque sí, teníamos jerarquías.

Cuenta la leyenda que hace dos mil años, luego que el mundo se vio afectado por una destrucción masiva por parte de la naturaleza, comenzaron a nacer niños con habilidades especiales entre las ruinas del mundo y, estos niños comenzaron a dar control a todo conforme controlaban sus habilidades.

El primero fue una niña, se dice que nació en el norte y su poder era tan superior que ni siquiera lo soportó. Murió luego de meses de agonía y por eso todos comenzaron a asustarse.

Nacía un niño, se aseguraban que era alguien natural, – Persona sin elementos. – y luego lo aceptaban en su vida como si nada hubiera ocurrido.

Hasta que se dieron cuenta que los niños con habilidades seguían surgiendo, los elementales; temían perderlos a cada minuto que pasaban a su lado. Pero luego que esos niños crecían y eran todos unos adultos los ánimos volvieron a la normalidad y la gente dejó de preocuparse por la pérdida de alguno.

Surgiendo la primera jerarquía de menor categoría: Los seres naturales, siendo aquellos sin habilidades, con resistencia mínima y sin sentidos avanzados.

Y la segunda categoría, la que pertenezco en estos momentos: Los elementales, personas con una o dos habilidades, resistentes, sentidos agudizados y algunos con la capacidad de transportarse de un lugar a otro.

El mundo era tan simple mientras solo existían esas dos categorías, que nadie se imaginó que en algún momento un ser superior aparecería y nos llevaría a la devastación absoluta y el temor eterno: Los guardianes.

El primero en aparecer destruyó las poblaciones donde había Shinsuke, personas que poseían un manejo absoluto sobre la mente. Más no eran malas personas, la mayoría eran indefensos doctores de psicología que ayudaban a sus pacientes a progresar con sus temores post apocalipsis y cambio radical del sistema mundial. Ellos eran, en su mayoría, los líderes de la población. Pero luego que desaparecieron todo se volvió confuso.

¿Por qué? Era lo único que se repetía en las calles: ¿Por qué un ser superior mataría a una población y luego desaparecería?

Nunca lo supimos, y luego aparecieron más. Donde, uno a uno terminaba con las poblaciones más fuertes.

Bigshows, aquellos que copiaban cualquier habilidad por un tiempo limitado.

Monleach, los cambia formas.

Reivaj, la telequinesis. Aquellos que flotaban objetos y ayudaron con la construcción de las mayores ciudades de los territorios.

Y por último, Rollins. Ellos sí merecían un poco el castigo, ellos robaban las habilidades de las personas, eran, por decirlo de un modo, los antónimos de un Shinsuke. Eran peligrosos.

Por eso los elementales comenzaron a temer por su seguridad, si surgía alguna nueva habilidad la ocultaban y seguían como si nada hubiese pasado; pero todos sabíamos que en algún momento esos guardianes volverían.

En cualquier momento nos reclamarían.

– Oye, niño. – dice la voz de una mujer resonando en todo el bosque.

Me coloqué a la defensiva, dejando mis pensamientos de lado y miré a todos lados con seriedad. Escaneando cada sombra en busca del enemigo.

– Eres bueno. – dice la mujer de nuevo, detrás de mí. Me giré sorprendido preparado para atacarla cuando cambió su figura a una réplica exacta de mí. – Pero no lo suficiente. – dice transformada por completo en mí.

¿Una Monleach?

– ¿Qué quieres? ¿Eres un Guardián? – Pregunté.

– No me compares con la blasfemia. – dice con una mueca de desagrado.

Mira a un árbol a lo lejos y suspira.

– Soy una Monleach y necesito tú ayuda.

– ¿Por qué?

– Porque me están cazando. – responde adaptando la forma de una mujer de cabello dorado y ojos azules.

Resultó ser una Monleach de las más antiguas.

Luego de hablar con ella sobre todo lo sucedido en sus años de vida supe un poco más sobre la verdad de los guardianes.

Los guardianes surgieron hace dos mil años luego de la devastación natural, ellos habitaban en tierras sagradas, que se encontraban al norte de los territorios. Y la primera vez que aparecieron derrocaron a las personas elementales que vieron serían una amenaza para sus planes futuros. Por eso cazaron a las personas como esa chica, como Isabel y su pareja Iván.

Ellos se salvaron por pura suerte y ni siquiera podían explicar la forma en la que lograron escapar. Seguían sin poder creerlo.

Resulta que, cada cien años, diez guardianes dejan las tierras sagradas y pasan por cada territorio en busca de los jóvenes para crear juegos donde se pelearan a muerte para sobrevivir. Estos juegos con la finalidad de escoger un nuevo guardián para los próximos cien años. Pero la gente no lo recuerda en estos momentos porque alguien más, un ser superior mantiene su memoria dormida hasta que comiencen los juegos. Por lo que solo se cree que algún guardián vendrá a matarnos, y eso gracias a los libros de historia.

– ¿Qué habilidad posees? – Le pregunto al chico luego de escuchar atentamente su historia.

Tenía el cabello castaño alborotado sobre su frente y sus ojos azules se veían exhaustos. Una herida descansaba en su torso y era la razón principal por la que Isabel me pidió ayuda, ya no podían continuar por su cuenta sin ser notados por algún guardián. Era un riesgo que ellos no estaban dispuestos a llevar.

– Rollins. – responde el chico con una mueca en el rostro.

Interesante.

– Isabel. – digo con curiosidad. – ¿Cuántos años llevas sobreviviendo con Iván sin que algún guardián los detecte?

Toda información debe venir de algún lado. Y ella no habla como alguien de la actualidad. Hay algo que no me han dicho.

– Y no me mientas. – digo luego de ver su mirada compartida con Iván. – Si quieres mi ayuda necesito que me seas completamente sincera.

La mujer dejó salir un suspiro agotado y me miró.

– Más de cuatro siglos, no sé cuántos exactamente. – admite.

– Bien. – me levanto con el cuchillo de caza en mi mano y los miro con el ceño fruncido.

Niego con la cabeza por su reticencia a ser sinceros y cambio el color de mis ojos: Jayskeen.

– ¿Por qué quieren mi ayuda? – Pregunto mientras ralentizo sus respiraciones con mi habilidad.

Al parecer, vivir con ese hombre me hizo desconfiar mucho de las verdaderas intenciones de las personas. No puedo creerles del todo.

Ambos comenzaron a hiperventilar en buscar de aire y se miraron sorprendidos entre sí. Iván intentó contrarrestar mi ataque, pero su debilidad no se lo permitía.

Debían responder ahora o morían.

– Tienes una presencia diferente. – murmura Isabel a punto de quedarse sin aire por completo.

Solté el agarre en su cuerpo con curiosidad y me acuclille frente a ellos con el ceño fruncido.

– ¿Qué tan diferente? – Pregunto.

Ellos tosían desesperadamente buscando respirar todo el aire posible, al tiempo que él gruñía bajo por la herida en su costado.

Estaban demasiado débiles para darme un pensamiento coherente, giré los ojos aburrido y levanté una mano. El aire de sus pulmones volviendo a la normalidad y la herida del chico curada por completo. Regresé mi mirada a su color natural y mire a Isabel con el ceño fruncido.

– Responde. – ordeno.

– Tienes una presencia extraña, nunca la había sentido antes en un elemental. Incluso transformarme en ti es difícil, no lo sé. – dice ella sin mirarme. – Es una sensación nueva.

– ¿Iguala a un Guardián? – Pregunto completamente interesado.

Si mis habilidades pueden salvar a mi familia de una muerte por parte de esos sujetos estoy dispuesto a luchar para protegerlos, no me importa morir en el intento.

Este monstruo debía tener una forma de perdonar sus pecados.

– Todavía no. – dice Iván mirándome con el ceño fruncido.

Se levanta con cuidado del suelo y me mira de arriba abajo. Hago lo mismo y me cruzo de brazos con el ceño fruncido.

– Hablamos de personas que tienen un siglo perfeccionando su habilidad, no es un juego, Francis. Ni siquiera Isabel y yo pudimos contra ellos cuando nos atacaron.

– Usan armas extrañas hechas de un material indefinido por los elementales. – explica Isabel de pie junto a nosotros. – Si eres herido por una, quedas fuera de combate hasta que la herida escuece y se cura por sí misma, pero te hablo de una tardanza de una semana a meses.

– Yo llevaba seis meses con esa herida. – dice Iván. Lo miro sorprendido y él gira su cuello con una mueca de dolor. – Ya estaba llegando a mi límite por estar corriendo con Isabel de un territorio a otro cada vez que un guardián nos encontraba.

– Por eso necesitaba tu ayuda. – secunda ella, mirándome.

– ¿Por qué no han envejecido? – Los miro y guardo el cuchillo entre mis ropas con el ceño fruncido. – Una persona normal no estaría joven por tanto tiempo.

– Al ser los últimos en nuestra categoría nos volvimos guardianes de la misma. – dice Iván revelándome un extraño símbolo en su hombro derecho.

– Pero nosotros no servimos a la persona que dirige a los guardianes en la tierra sagrada. – Explica Isabel mostrándome su símbolo detrás de su cuello, justo en la nuca. – Por eso nos quieren muertos. Podemos revelar la información que te acabamos de dar a las demás personas y el pánico se puede extender entre las personas.

– Comprendo.

Levanto mi mano derecha cubierta de sombras y los envuelvo de forma transparente con ellas. Automáticamente sus presencias antiguas y poderosas convirtiéndose en las de un simple elemental inexperto. Ambos me miran sorprendidos sin saber mediar palabra alguna y yo me giro en dirección al pueblo con las manos en mi chaqueta.

– Yo tampoco sé mucho sobre mis habilidades o qué soy. Pero les aseguro que mis sombras los ayudaran a mantener un perfil bajo por un tiempo. – digo. 

###

– Isga...

– ¡No! Gail, no me voy a rendir. – llora la pequeña frente a mí. Dos hilos de sangre salían de su nariz, igual que a su hermano de ojos diferentes. Jadeaba exhausta con las manos en sus rodillas.

Y yo sin poder hacer nada para ayudarlos. Me siento tan impotente por todo esto, esta es la peor tortura que el infierno me pudo otorgar: Ver, como uno a uno, mi familia se desvanece intentando salvarme en vano.

– Yo quiero verlo al despertar. – llora la chica. Lo mira con las lágrimas brillando en sus mejillas y limpia la sangre en su rostro con una mueca. – Quiero tener a mi padre junto a mí al caminar, escuchar su voz antes de dormir ¡Quiero tener una vida con ellos!

– Pero el destino no quiere eso para nosotros. – murmura el otro chico con algunas lágrimas contenidas. Apoya las manos en sus hombros con tristeza. – El tiempo se nos acaba, Isga. No podemos hacer nada ahora.

– ¿Acaso no quieres una familia, Igaler? – grita ella fuera de sí. – Nuestros padres se destruyeron entre sí para terminar con ese juego ¿No merecen ser felices?

– Esto es...

El chico de cabello negro, Gail, cayó de rodillas en el suelo con espasmos de dolor reflejados en su rostro. Escupió sangre al suelo y cerró los ojos con un gruñido. Los otros chicos estaban allí para él, pero él estaba... ¿Desapareciendo?

– Ya no tenemos tiempo. – suspira Igaler luego que su hermano desapareciera.

Isga lo mira aterrada.

– Ella está aquí. – jadea la chica.

Igaler asintió y cayó de rodillas de la misma forma que su hermano. Otro rastro de sangre manchando el impoluto suelo de este lugar.

– Descubrió nuestro plan, Isga. Debes irte.

Ella asintió con miedo puro reflejado en sus ojos. Se levantó del suelo con piernas temblorosas; sacó un cuchillo negro de sus bolsillos; observó a su hermano herido a su lado e hizo una mueca de arrepentimiento, bajando la mirada.

– Perdóname, Igaler. – dice ella.

– Isga ¡No!...

Isga atravesó el pecho de su hermano con el cuchillo. El chico escupió un poco de sangre sobre el traje de su hermana y la miró adolorido y, traicionado. Se sintió traicionado por la osadía de su hermana.

– ¿Por qué? – gorjea el chico con la sangre entre sus labios. – ¿Por qué lo haces?

– No lo vas a entender, hermano. – sonríe triste y me mira, luego regresa la vista a su hermano, enterrando el cuchillo hasta la empuñadura. Él se ahogó con su propia sangre soltando un gruñido de dolor. – Cúbreme.

Él le susurró algo que no alcancé a entender. Isga asintió con emoción agradeciéndole; cuando el chico desapareció, los espasmos comenzaron a abordarla a ella. Isga tomó el cuchillo cubierto de la sangre de su hermano, lo cubrió con la sangre de Gail del suelo.

– ¡No voy a permitirlo! – Grita la chica a la habitación. Escupió un poco de sangre al suelo, sostuvo el cuchillo con fuerza frente a su pecho y, cuando estuvo frente a mí, lo enterró en su corazón con todas sus fuerzas. – Vas a salir de aquí, pa-papá.

– ¿Qué es-estás haciendo? – Pregunto con voz ronca.

Cubrió la herida en mi pecho con su sangre mezclada y sonrió.

– Salvándote. – murmura. – Translatio.

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