Capitulo 4

Un año y cinco meses atrás...

– Bienvenida. – Saluda Cydiler a Fernanbeth en la entrada de su departamento. – Fitz no me dijo nada que vendrías hoy de visita.

Había transcurrido un mes a los entrenamientos vespertinos en el cuartel junto a Fitz. Ciertamente la Stanfers había mejorado considerablemente con el manejo de sus elementos, Fitz se encargaba de sus refinamientos con las armas; pero la mayor parte del tiempo ella estaba en la celda de contención junto a Erick e Iván. Por lo menos ya no se desmayaba a los cinco minutos de entrar a la celda y acceder a su habilidad.

– Él no lo sabe, espero no incomodar. – dice Fernanbeth con media sonrisa.

Iba ataviada con su ropa de entrenamiento negra y su cabello corto a la altura de la barbilla, estaba harta de las trenzas y el cabello largo. Por eso hizo un cambio sumamente drastico en su imagen esta tarde. A Cydiler no parecio importarle, la novia de su hermano abrió la puerta con una amplia sonrisa y la invitó a pasar. Tenía unos shorts negros y una camiseta gris manchada con lo que lucia como... ¿sangre?

– ¿Quieres algo de beber? – Pregunta la asesina abriendo la nevera de la cocina.

Fernanbeth se adentró en el departamento con cautela, cerró la puerta con su mano y miró todo sorprendida. Cuando su hermano le dijo que esto era su hogar no lo creía del todo, era tan sencillo, tan nuevo.

No lucía como algo que su hermano usaría en su vida, aunque bueno, su hermano ya no era el mismo.

– ¿Fernanbeth? – Pregunta Cydiler, mirándola sobre su hombro.

– Agua. – responde la mujer con una sonrisa. – ¿Por qué no fuiste hoy al entrenamiento? – Pregunta la mujer mirando las imágenes en las paredes del lugar.

Muchas eran de Cydiler y Fitz durante el juego. Algunas incluso mostraban al guardián durmiendo en la hierba con la boca abierta, imágenes tomadas seguramente por la mujer en este departamento.

– No me encontraba bien en la mañana. – explica Cydiler entregandole el vaso de agua. – Así que me quedé en el departamento. Hace poco logré dormir tranquila.

Fernanbeth asintió.

Antes no se detuvo a observar ninguna de las imágenes, eran muy significativas para ellos ahora que podía admirarlas todas. Se detuvo en una que peculiarmente le llamó la atención, sus ojos se abrieron ampliamente con sorpresa y Cydiler se sonrojó a su lado.

– No fue una boda oficial. – dice rápidamente la muchacha, estaba nerviosa. – Fitz y yo solamente firmamos un papel y nos colocamos los anillos. – muestra un anillo plata en su mano y la guarda nerviosa. – Nada oficial, sólo... fue... algo...

– No le busques palabras. – sonríe Fernanbeth bebiendo un sorbo de agua. – Me alegra ver que ustedes dos son felices. No me importa si se casaron con todo el mundo alrededor o en secreto. Lo importante es verlos felices. – apoya una mano en el hombro desnudo de la chica y asiente. – Ya eres Cyndi Tetzaco.

Cydiler asintió sonrojada y miró la fotografía con una amplia sonrisa. Seguramente evocando el recuerdo.

Fernanbeth observó la fotografía y sonrió a su vez.

En la imagen, Fitz llevaba un esmoquín en color negro y una camisa blanca abierta en los tres botones del pecho, sin corbarta; rodeaba los hombros de una Cydiler sumamente feliz a su derecha. Ella estaba con un vestido blanco con un escote pronunciado y el cabello cayendo en bucles suaves sobre su pecho y hombros.

– ¿Qué te trae por aquí, Fernanbeth? – Pregunta Cydiler de pronto. Se sienta en uno de los muebles con un suspiro y cierra los ojos. – ¿Todo está bien en los territorios?

La mujer no respondió.

Observó las imágenes de Fitz con ella en la playa, en el parque y en el departamento y unas lágrimas surcaron sus mejillas al ver lo feliz que se encuentra su hermano con su nueva familia. Al ver de nuevo la vida en sus ojos luego de estar un siglo entero planeando su muerte. Por eso le agradecía a Cydiler estar en su vida, vivir a su lado sin importar las condiciones en las que se conocieron. Ella le había devuelto esa esperanza que perdió luego de la muerte de su novia, Fernanda.

Tenía una deuda de vida con ella.

– Quería hablar contigo sin estar mi hermano presente. – admite Fernanbeth. Se limpia las lágrimas con el dorso de su mano y la mira con media sonrisa, Cydiler tenía el ceño fruncido. – Ya sé que sabes donde está Catalina ¿Por qué no se lo has dicho a mi hermano?

La seriedad impregnó el rostro de la asesina y ella adoptó una postura rígida en el asiento.

– Fitz...

– No. – la interrumpe la mujer. Se sienta en uno de los mullidos muebles frente a la asesina y le tiende la imagen de una mujer que estuvo a punto de capturar hace seis meses. Cydiler observó los rasgos de la desconocida y la tristeza surcó sus rasgos al notar los ojos verdes y la cabellera castaña familiar. – Está trabajando para nuestro enemigo ¿Lo sabías?

– Tenía la esperanza que fuera un error. – suspira la muchacha y aprieta el puente de su nariz. – Es la misma que me atacó en el hospital hace tiempo. – admite con tristeza.

– Nos dijiste que no viste a tu atacante.

– No iba a delatar a mi hermana. – responde la asesina con el ceño fruncido y le entrega la fotografía con seriedad. – Tú hubieras hecho lo mismo si se tratara de Fitz.

– Ciertamente, pero tú hermana es una amenaza. – dice Fernanbeth con pesar. – Intentó matarte ¿Pensaste en eso?

– Una y otra vez. – se levanta con un manto de plata reluciendo en sus ojos y mira por el ventanal a la ciudad con el ceño fruncido, los brazos cruzados y... Con una infinita tristeza. – Ella... ¿Cómo se llama ahora?

– Catiler. – respondió Fernanbeth con tristeza, pero algo le decía que Cydiler ya lo sabía. Mira a la mujer con el ceño fruncido y deja salir las palabras que la llevaron allí en primer lugar: – ¿Cómo perdiste a Catalina? ¿Qué ocurrió exactamente esa tarde?

Un largo suspiro abandonó los labios de Cydiler.

– Una mujer me buscó. – narra la asesina en voz baja. La mirada perdida en ese recuerdo pasado. – Estaba en la casa con mi madre embarazada de Cinthia y con Catalina. Pudo ser una tarde más, algo normal, pero esa mujer nos atacó... Bueno, me atacó a mí. Fue la primera vez que desperté mi habilidad Stanfers.

Fernanbeth asintió. Lo mismo le habían revelado sus padres cuando los interrogó hace unas horas, quería asegurarse que la muchacha recordara lo suficiente de su vida para saber como abordar el tema de la captura de la hermana fugitiva. Era una orden que pronto recibiría de Fitz si se enterase...

– La mujer estaba buscando a una tal elegida.

Fernanbeth mira atentamente a la mujer y frunce el ceño.

– Por eso comenzó a atacarme. Mi hermana, Catalina, vio todo. Cada patada, golpe, corte y lágrima en mí. Incluso mi madre se había desmayado para cuando escupí por cuarta vez sangre en el suelo. Aún así ella no me dejó sola, no se rindió.

– ¿Por qué no peleaste?

– No sabía defenderme y – mira a la mujer con una tristeza infinita y agacha la cabeza – Tenía miedo. – admite en un suspiro.

"Cydiler le teme a su poder. Desde pequeña ha tratado de huir de él, pero incluso las visiones no paran. Ha tratado de olvidar todo a lo largo de los años". Eso le había dicho Hero Lender hacía unas cuatro horas cuando le preguntó por el poder dormido de Cydiler.

Ese poder que ella se negaba a aceptar, lo que mantenía oculto tras su habilidad Stanfers por miedo a lastimar a los demás.

– ¿Cómo terminó Catalina en manos de esa mujer? – Pregunta Fernanbeth con cautela bebiendo el último trago de agua en el vaso.

– Se hizo pasar por mí. – responde Cydiler con una sombra cubriendo sus rasgos. – Y me apuñaló con magia negra para que no atacara de nuevo a la mujer, estaba lo suficientemente débil como para no poder hacer nada. Ella se entregó.

– ¿Sabes el nombre de la mujer?

– Ambas lo conocemos Fernanbeth. – habla Cydiler con una sonrisa oscura.

Camina hasta detenerse frente a la mujer y se coloca a la altura de sus ojos. Una sabiduría antigua le regresó la mirada a Fernanbeth.

– Incluso Fitz sabe quién es, hizo de su vida un infierno durante cuatro años.

– Katie, la Guardiana Stanfers. – susurra Fernanbeth con sorpresa y mira a la mujer con el ceño fruncido. – ¿Cómo sabes de ella? Ni siquiera habías nacido.

– Tengo visiones en las noches, sueño con recuerdos que no me pertenecen. Con lugares que ni siquiera he visto. – dice mientras camina a la cocina con una mano en su costado.

Estaba caminando algo lento.

– Una de las habilidades que tenía cuando era niña. – toma una barra de chocolate de uno de los estantes y suspira. – Hace dos noches soñé con esa mujer, con Katie. Estaba torturándome.

Fernanbeth recordó que su hermano estaba preocupado hace dos noches por ella despertando a media noche cubierta de sangre y gritando; Cydiler estaba en una visión y nunca se lo explicó a Fitz. La hermana del guardián se levantó y encaró a la asesina.

– Tus padres me hablaron de una segunda conciencia, Dark ¿Qué pasa con ella? – dice con seridad, encarando a la asesina en la cocina.

Cydiler tragó el trozo de chocolate con una mueca y la miró.

– Tenía. Dark ya no existe. – explica con desagrado.

– ¿Qué pasó?

– Desapareció cuando cumplí veinte. Ya no puedo exucharla tan seguido.

– Ya veo. – sonríe reconociendo el hecho y asiente. – ¿Has visto a Catiler de nuevo?

– No.

– ¿Segura? Estás caminando extraño. – insiste la mujer con seridad.

Cydiler trastabilló, su calma se derrumbó un poco dándole paso a la tristeza; pero la asesina desvió la mirada y suspiró. De nuevo la máscara de seriedad cubrió sus rasgos.

– No es Catiler, ella no me ha vuelto a atacar desde esa vez en el hospital. – aclara con seriedad y come un poco de su chocolate.

– ¿Entonces?

– Esta mañana... Luego que Fitz se despidiera de mí, desperté cubierta de sangre. – arroja la b****a al cesto y la mira. – Tuve un sueño donde me extraían un bebé.

Fernanbeth tembló.

– Pudo ser una visión. Algo del pasado. – dice la mujer nerviosa.

– No. – aparece frente a la mujer y la toma de las manos, las de ella estaban heladas y tenia un rastro de lágrimas que no había notado en sus mejillas. – El niño era de Fitz. Y Katie lo extrajo mientras él miraba todo.

Las entrañas de Fernanbeth se revolvieron y se obligó a no vomitar cuando miró al suelo. "Clarividencia".

Hero no pudo explicarlo nunca, pero una parte de Cydiler poseía ese don sagrado. Sus sueños... Todo lo que veía era una acción que sucedería, pero como el don no estaba completo, sus visiones no siempre seguian una línea temporal. Deseó que eso fuera sólo una pesadilla.

– No le digas a Fitz. – dice Fernanbeth. Eso lo destrozaría.

– Tampoco pensaba hacerlo. – fuerza una sonrisa y mira al suelo. – Si encuentras a Catiler, procura que sea rápido.

Ella lo sabía, sabía que había venido por un motivo simple: Que le consediera permiso para matar a su hermana llegado el momento.

– Así será. – promete Fernanbeth con media sonrisa y la abraza. Si las armas molestaban a la asesina, ella no lo demostró.

Estrechó a la mujer en sus brazos y suspiró.

– Me alegro que hayas llegado a la vida de mi hermano.

– ¿Fernanbeth?

Ambas mujeres se separaron con una amplia sonrisa.

Cydiler se limpió el rostro y luego caminó con paso suave para recibir a Fitz en la entrada. Fernanbeth lo miró sobre su hombro, su hermano la miraba con el ceño fruncido.

– ¿Algo malo? – Pregunta Fitz, coloca una mano sobre la cintura de Cydiler al cerrar la puerta y no retira los ojos de ella.

Cydiler soltó una pequeña risa.

– ¿No puede visitarte ahora? – Pregunta su esposa con burla.

Fitz la miró con una sonrisa dulce y besó su frente.

– Sus visitas son poco amistosas, luego me dirás lo que se dijeron. – murmura su hermano a la mujer junto a él. – ¿Cómo estás?

– Mejor. – responde ella con una amplia sonrisa. Mira a Fernanbeth como si nunca hubiera aceptado la muerte de su hermana y señala la mesa del comedor. – ¿Te quedas a cenar?

Fitz había desaparecido en el pasillo de habitaciones.

– ¿Es adecuado? – Pregunta señalando sus armas.

– No te preocupes, Fitz y yo siempre llevamos una. – dice Cydiler, mostrando una daga oculta en su abdomen y un cuchillo en su calzado.

– Eres cuidadosa. – acepta Fernanbeth con una amplia sonrisa.

Fitz emergió del pasillo sin el traje táctico negro, tenía pantalones grises y una camisa azul marino.

– Me gusta el corte. – dice Fitz a su hermana. Cydiler coloca la comida en la mesa y se disculpa para ir al baño. Fitz frunció el ceño cuando su esposa desapareció. – ¿Qué sucede?

– Acabo de llegar, venía a informarte. – miente Fernanbeth.

– ¿Sobre?

– Rash ha recuperado gran parte del territorio Kalinich los últimos días.

Nunca le revelaría la verdadera amenaza que se convirtió Catalina Lender. Se lo debía a Cydiler, no arruinaría la paz en la familia de su hermano.

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