Realidad paralela

Con la ayuda del abogado de Gerald, el juez aceptó el pago de una fianza bastante alta para poder salir de la comisaría y esperar el juicio en su mansión. Priscila lo recibió esa misma tarde, aunque cada uno de ellos sabía cual debía ser su puesto en aquel lugar.

—¿De verdad no te molesta que me quedé aquí? —preguntó Gerald.

—No, no me molesta, además es tu casa, Gerald.

—No sé como agradecer lo que has hecho por mí, Priscila.

—Mañana se hará la lectura del testamento, sé que me dijiste que no deseas saber sobre ello. Pero deberás estar presente.

—Sí, lo sé. —suspiró tratando de liberar la angustia que le provocaba toda aquella situación.

Luego de terminar de cenar, Gerald fue hasta una de las habitaciones de huéspedes para descansar un poco. Necesitaba pensar con calma en la manera de sacar a su madre del sanatorio mental. Se levantó de la cama y fue hasta el dormitorio de Priscila. Al verlo entrar, la pelicastaña no pudo evitar recordar aquel horrible encuentro entre ellos.
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