Mundo ficciónIniciar sesiónTris cruzó la puerta principal de su casa, exhausta después de un día largo. Anhelaba una noche tranquila, pero al entrar a la sala se sorprendió al ver a su abuela, Gwen, sentada en el sofá con expresión preocupada.
—Hola, pequeña —dijo Gwen, levantándose y caminando hacia Tris—. Te he estado esperando. ¿Qué pasa? Normalmente ya estarías dormida a esta hora.
Tris se encogió de hombros, intentando restarle importancia a la preocupación de su abuela.
—Solo tengo muchas cosas en la cabeza, nada más.
Pero antes de que Gwen pudiera responder, una figura salió del dormitorio de Tris. Era su padre, Ed, y le sonreía como si fuera el dueño del lugar.
—Hola, cariño —dijo Ed, abriendo los brazos para abrazarla.
Tris no se lo permitió. Esquivó el abrazo y dio un paso atrás, con los ojos llenos de ira.
—¿Qué haces aquí? —exigió, con la voz baja pero firme.
Ed soltó una risa, como si pensara que Tris estaba bromeando.
—Vamos, pequeña. Solo quería verte, saber cómo estás.
Pero Tris no le creyó. Sabía que su padre nunca hacía nada sin un motivo oculto.
—Vete, papá —dijo con firmeza—. No te quiero aquí.
Ed arqueó una ceja, sorprendido por su reacción.
—¿Ah, sí? ¿Crees que puedes deshacerte de mí así de fácil? No lo creo. Sé muy bien lo que has estado haciendo. Sé todo sobre Chris y lo que has hecho por él. ¿De verdad crees que puedes guardarme secretos? Piénsalo otra vez, Tris.
Los ojos de Tris se abrieron de par en par, llenos de sorpresa y rabia.
—¿Cómo sabes lo de Chris? —preguntó, elevando la voz.
Ed sonrió con aire satisfecho.
—Tengo mis métodos. Digamos que he estado observándote. Y no me gusta lo que he visto.
Un escalofrío recorrió el cuerpo de Tris. Había sido muy cuidadosa en mantener su relación con Chris en secreto, sobre todo de su padre. No tenía idea de cómo él se había enterado.
—¿Qué quieres, papá? —preguntó, intentando mantener la calma.
La sonrisa de Ed se ensanchó.
—Quiero ayudarte. Quiero que tomes las decisiones correctas. Y no voy a permitir que arruines tu vida por un chico que no es lo suficientemente bueno para ti.
La ira invadió a Tris.
—No tienes derecho a entrometerte en mi vida —dijo con firmeza—. Soy adulta y puedo tomar mis propias decisiones.
Ed soltó una carcajada.
—Oh, pequeña. No eres adulta. Solo eres una niña ingenua que cree saber qué es lo mejor para ella. Pero no es así. Y me aseguraré de que hagas lo correcto, incluso si tengo que ir en contra de tu voluntad.
Un frío intenso recorrió la espalda de Tris. Sabía que su padre era capaz de cosas terribles, y tenía el presentimiento de que intentaría controlarla otra vez.
Ed la miró con una expresión calculadora.
—Estás jugando con fuego —dijo en voz baja—. Chris y su familia… no son lo que parecen. Pero no te diré lo que sé. Quiero que lo descubras tú misma.
Los ojos de Tris se entrecerraron, llena de sospechas. ¿Qué sabía su padre sobre Chris y su familia? Pero Ed solo sonrió y negó con la cabeza.
—No te lo diré. Necesitas aprender a pensar por ti misma. Solo te daré una advertencia: ten cuidado. Te estás metiendo en algo que te supera.
La frustración explotó dentro de Tris.
—Puedo cuidarme sola —dijo con firmeza—. No necesito tu ayuda ni tus advertencias.
Ed suspiró, con expresión triste.
—Tris, por favor. Vuelve a vivir conmigo. Puedo protegerte de todo esto. No sabes en qué te estás metiendo.
Pero Tris fue tajante.
—No, papá. Soy feliz viviendo con Gwen. Y soy feliz con Chris. Estamos planeando un futuro juntos, y no voy a dejar que lo arruines.
Gwen, que había observado la escena con preocupación, intervino:
—Tris, quizá deberías escuchar a tu padre. Tal vez intenta decirte algo importante.
Tris sintió una punzada de ira y decepción.
—Deberías estar de mi lado, Gwen —dijo con la voz herida—. No del de papá.
La expresión de Gwen fue suave, pero firme.
—Solo intento ayudarte, Tris. Tal vez tu padre tenga razón. Tal vez deberías tener cuidado.
Tris negó con la cabeza, sintiéndose traicionada. Estaba convencida de que sabía lo que era mejor para ella y no pensaba dar marcha atrás.
Salió furiosa de la sala, dejando a Ed y a Gwen atrás. No podía creer que su abuela se pusiera del lado de su padre. ¿Acaso no confiaba en ella?
Mientras caminaba por el pasillo, sintió las lágrimas arder en sus ojos. Estaba enojada, herida, y no sabía qué hacer.
Al llegar a su habitación, cerró la puerta de golpe y la aseguró con llave. No quería hablar con nadie.
Se dejó caer sobre la cama y hundió el rostro en la almohada. Se sentía completamente sola, como si nadie la entendiera.
Cuando empezaba a calmarse, su teléfono vibró con un mensaje de Chris.
“Oye, ¿qué pasa? ¿Estás bien?”
Tris sonrió, sintiendo una oleada de amor y gratitud. Chris siempre sabía cómo hacerla sentir mejor.
“Sí, estoy bien”, respondió. “Solo discutí con Gwen. Está siendo muy molesta.”
Chris respondió enseguida.
“Lo siento. ¿Quieres que vaya a verte para distraerte?”
Tris dudó, con los dedos suspendidos sobre la pantalla. Quería verlo, pero algo la detenía.
“Creo que no es buena idea que nos veamos esta noche”, escribió. “Estoy muy estresada con lo de Gwen y todo eso.”
Chris contestó de inmediato, preocupado.
“¿Qué pasó? ¿Todo está bien?”
Tris suspiró, sintiendo culpa por no decirle toda la verdad. Nunca le había contado sobre la complicada relación con su padre y no quería cargarlo con eso ahora.
“Son solo cosas de familia”, escribió. “Luego te cuento, ¿sí?”
Chris pareció aceptar la explicación y, tras intercambiar algunos mensajes más, se despidieron.
Mientras tanto, Chris estaba sentado en su habitación, sintiéndose confundido y abrumado. Las palabras de su padre resonaban en su mente sin descanso.
Pensó en su trabajo en la gran empresa, el empleo con el que siempre había soñado. Pero ni siquiera eso parecía suficiente con todas las deudas que tenía que pagar.
Y luego estaba Tris. Le había prometido casarse con ella, cuidarla y hacerla feliz. Pero ¿cómo podría hacerlo si apenas lograba salir adelante?
Chris sentía que se ahogaba en responsabilidades. No sabía cómo mantenerse a flote, solo sabía que tenía que seguir adelante, pasara lo que pasara.
Suspiró, frotándose las sienes con frustración. Siempre creyó que un buen trabajo y mucho dinero resolverían todo, pero ahora entendía que no era tan sencillo.
Pensó en Tris y en cuánto la amaba. Quería darle el mundo, hacerla sentir segura y feliz. Pero ¿cómo hacerlo cuando apenas podía llegar a fin de mes?
El teléfono vibró, sacándolo de sus pensamientos. Era un mensaje de su padre.
“Hijo, solo quería recordarte que el banco volvió a llamar. Necesitas pagar ese préstamo cuanto antes.”
Una oleada de ira y frustración lo invadió. ¿Por qué su padre no podía dejarlo en paz?
Aun así, la culpa lo golpeó con fuerza. Sabía que su padre tenía razón. Tenía que pagar esa deuda, y rápido. Solo deseaba encontrar una forma de hacerlo sin sacrificar su relación con Tris.
Chris suspiró, sintiéndose atrapado e inseguro. No sabía qué hacer ni cómo salir de ese lío. Solo sabía una cosa: debía seguir adelante, costara lo que costara.
Continuará…







