Tris cruzó la puerta principal de su casa, exhausta después de un día largo. Anhelaba una noche tranquila, pero al entrar a la sala se sorprendió al ver a su abuela, Gwen, sentada en el sofá con expresión preocupada.—Hola, pequeña —dijo Gwen, levantándose y caminando hacia Tris—. Te he estado esperando. ¿Qué pasa? Normalmente ya estarías dormida a esta hora.Tris se encogió de hombros, intentando restarle importancia a la preocupación de su abuela.—Solo tengo muchas cosas en la cabeza, nada más.Pero antes de que Gwen pudiera responder, una figura salió del dormitorio de Tris. Era su padre, Ed, y le sonreía como si fuera el dueño del lugar.—Hola, cariño —dijo Ed, abriendo los brazos para abrazarla.Tris no se lo permitió. Esquivó el abrazo y dio un paso atrás, con los ojos llenos de ira.—¿Qué haces aquí? —exigió, con la voz baja pero firme.Ed soltó una risa, como si pensara que Tris estaba bromeando.—Vamos, pequeña. Solo quería verte, saber cómo estás.Pero Tris no le creyó. Sab
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