— ¿Vivir juntos? — Selina miraba a través de la ventana hacia el jardín, pensativa, un poco más allá se veía el bosque.
Miró alrededor, caminó despacio, estudió el lugar, esa era la misma cabaña en donde inició todo, esa era la misma cabaña en donde se entregó por primera vez a Ares.
El lugar era mucho más grande que el diminuto cuarto en el que ella vivía, de eso no había dudas, también era más acogedor y más cómodo.
La cabaña tenía de todo, salón, cocina moderna, varias habitaciones con duchas calientes, una enorme habitación principal, un jardín hermoso, sin embargo, ¿Era lo correcto?
— Aún… No me has dado una respuesta… — Ares entró al salón desde la cocina, en su mano traía un par de bebidas, de las que le dio una a Selina.
— Una respuesta… ¿Tan pronto…? — Respondió Selina, confundida, sintiendo como su pecho saltaba con fuerza con la sola presencia de Ares frente a ella.
— Si… — Ares dejó su bebida sobre una mesita central y de pronto se irguió mirando a Selina como si fuera su presa, ella se tensó. — Te quiero ya… — Ares dio un paso hacia ella. — Te quiero aquí… — Dio otro paso.
Selina retrocedió ligeramente, sintiendo que en cualquier momento él saltaría sobre ella y la verdad, Ares luchaba mucho para controlarse para que su lobo no la tomara como una bestia.
— Te quiero conmigo… — Él se acercó un poco más y la tomó por la cintura, jalándola para pegar el cuerpo de ella hacia el de él, al tiempo que Selina podía sentir el bulto despierto de Ares pegado a su vientre, sus manos comenzaron a temblar.
Con cuidado, Ares le quitó a Selina la bebida de la mano y la colocó también sobre la mesa, para luego abrazarla de lleno, apretándola por la cintura, sus ojos oscuros y brillantes se enfocaron fijamente en los de ella.
— Quiero que seas solo mía, quiero que siempre estés conmigo, que vivas aquí y que ningún idiota se te acerque… Quiero dártelo todo y que, a cambio, tú me des solo para mí, todo de ti…
— ¿Qué? — Exhaló Selina en el rostro de Ares, con el corazón galopando con fuerza, casi quedándose sin aliento.
— Vive aquí conmigo, Selina, vivamos juntos y te prometo que… Yo te lo daré todo. — Gruñó Ares con sensualidad, al tiempo que bajaba su rostro hacia el cuerpo de Selina, para besar esa marca en el cuello de ella que apenas relucía con su contacto, reafirmando que ella le pertenecía.
Selina se estremeció al sentir el contacto de los labios de Ares en su piel, echó la cabeza hacia atrás cerrando los ojos, algo en ese hombre la hacía derretirse entre sus brazos.
Aunque lo que Ares le pedía, parecía lo más absurdo del mundo, aunque ellos apenas se conocían, aunque él era su jefe, ella sentía que ese era el lugar en el que debía estar, en dónde pertenecía.
De pronto, Selina reaccionó, ¿Su jefe?
— Espera… — Selina se irguió separándose ligeramente de Ares al tiempo que ponía las manos en el pecho de él, como si creará un límite. — Esto está prohibido, según las normas de la empresa, si alguien se entera, podría perder mi trabajo… — Soltó Selina con evidente preocupación.
— Selina… — Ares la miró con mucha seriedad. — Soy el presidente…
— Sí, pero si alguien se entera, se podría crear un escándalo, no estaría bien, la gente hablará… — Insistió Selina, pensativa, imaginándose el escenario.
— Nadie se enterará… — Replicó Ares con seguridad. — Y nadie podrá decir nada por qué tú ya no trabajarás en la empresa…
— Espera… ¿Qué? — Selina empujó las manos sobre el pecho de Ares con más fuerza, alejándolo, al tiempo que arrugaba el entrecejo.
— Si, ya te dije, no será necesario que trabajes, yo te lo daré todo… — Explicó Ares como si todo estuviera dicho.
Pero Selina no cambió su semblante serio, todo lo contrario, ella se cruzó de brazos. Ares se extrañó, ¿Qué era lo que ella quería? Él sacó su billetera del bolsillo de atrás del pantalón, de la que sacó una tarjeta oscurísima que extendió hacia Selina.
— Mira, está tarjeta no tiene límites, la podrás usar para lo que quieras, si quieres cambiar algo en la cabaña, también puedes hacerlo, si quieres un auto nuevo, también la puedes usar… Nunca te faltará nada. — Explicó Ares, como si con eso bastara.
— No… — Exhaló Selina, sorprendida.
— ¿Qué? — Está vez fue Ares quien arrugó el entrecejo, su lobo interior rugió.
«¿No? ¿Ella acaba de decirle que no al Alfa? ¿A su jefe? ¿A su pareja destinada?» Sopesó Ares incrédulo.
Una respuesta para la que no estaba acostumbrado el Alfa era el “No” y mucho menos esperaba escucharla de su pareja destinada, ¿será que por ser humana ella no sentía el vínculo tan fuerte como él?
— Escucha yo no puedo dejar mi trabajo, me he esforzado mucho para llegar hasta donde estoy, además tengo dos responsabilidades, mi mamá y mi hermana, ellas dependen de mí, yo no puedo simplemente…
— Te dije que te daré todo lo que me pidas… — La interrumpió Ares dando un paso al frente. — Si eso incluye pagar todos los gastos de toda tu familia, con gusto lo haré…
Selina se quedó en silencio por un instante, pensativa.
— Escucha Ares, no se trata de eso… Es que todo es tan precipitado y yo… Yo no quiero perder mi independencia, si un día las cosas entre nosotros no funcionan, si un día nos separamos, ¿Qué voy a…?
“¡¿Separarse?!” Grito el lobo dentro de Ares, gimiendo con dolor por esa simple palabra.
Selina se quedó estática, antes de que pudiera terminar su frase, Ares ya se había hincado abrazándola con fuerza por la cintura, al tiempo que recostaba el rostro sobre el abdomen de ella.
— No digas eso…. No digas que las cosas no van a funcionar, porque tú estás hecha para mí y yo estoy hecho para ti… — Murmuró Ares con un semblante serio, apretándola con fuerza. — Hay un vínculo que nos une…
— ¿Un vínculo? — Musitó Selina, todavía sorprendida, tocando el cabello de Ares.
— Si, como el hilo rojo del destino que ata a dos personas, yo me quedaré contigo atado a ti… Para siempre. — Ares levantó el rostro y con una mano, tomó a Selina por el cuello, jalando su cara hacia él, estampándole un apasionado beso.
La noche había sido maravillosa, Selina se despertó arropada entre los brazos de ese hermoso y perfecto hombre, quien parecía querer quedarse a su lado para siempre.
Una especie de calidez la embargo, un sentimiento de felicidad indescriptible la ahogaba, Selina no había sentido algo así nunca antes, un calor y afecto que nacía desde lo más profundo de su interior.
Con mucho cuidado ella se levantó, para dirigirse al baño, quería sorprender a Ares, la última vez él había cocinado para ella, así que está vez, Selina quería tener un detalle con él.
Pero primero debía asearse, así que luego de lavarse un poco y estar lista, se miró frente al espejo, su piel relucía más que nunca, su cabello brillaba, sus mejillas estaban más coloradas, parecía que Ares le daba esa dosis de vitamina y autoestima que ella siempre necesitó para verse más hermosa y con ese pensamiento Selina se dio la media vuelta para salir del baño cunado sintió un repentino mareo.
— ¿Qué? — Exhaló Selina sosteniéndose del tope del lavamanos y al momento, Ares apareció en el baño.
— ¿Estás bien? ¿Sucedió algo? — Ares tomó a Selina por un brazo, sosteniéndola, él había sentido algo extraño, algo más allá del vínculo que lo llamaba hacia ella.
— Sí, solo… — Selina respiró profundo. — Solo debe ser que me moví muy rápido.
Sin decir más, Ares la tomó entre sus brazos para levantarla, acunándola como una niña pequeña, mientras que Selina emitía un gritillo y se amarraba al cuello de Ares, luego de salir del baño, él la dejó con cuidado sobre la cama.
— Descansa… Yo iré a preparar el desayuno…
— Pero…
— ¿Hay algún problema? — Replicó Ares antes de que ella dijera nada.
Ella solo negó, incapaz de contradecirlo, viendo como Ares salía hacia la cocina, lo que le dio algo de vergüenza, ella se sentía tan inútil.
Luego de un rato sobre la cama, Selina se aburrió y decidió caminar un poco por la cabaña, Ares ya casi terminaba con el desayuno, era toda una visión verlo así, con una sartén en la mano, frente a la cocina, tan dedicado, sin una camisa, mostrando su perfecto y esculpido cuerpo, lo que lo hacía ver más sensual.
Selina casi que largaba la saliva, no por el hambre, sino por él, así que decidió dejarlo tranquilo cocinando y se asomó en el jardín, si este sería su nuevo hogar, lo mejor era adaptarse.
El espacio era hermoso, adornado con muchos buques de flores por todos los costados como si fuera una valla que dividía con el bosque, Selina se acercó hacia la valla de atrás, agachándose, impresionada con la belleza de las flores, cuando de pronto escuchó algo que venía desde más allá.
Ella se levantó y se quedó mirando hacia la profundidad del bosque, era de día, estaba claro, no se veía nada fuera de lo normal.
De pronto, Ares ya estaba a su lado, mirando también en dirección al bosque, con una expresión seria y amenazante.
— ¿Qué sucede? — Selina se asustó.
— Vuelve a la cabaña… — Murmuró Ares sin dejar de mirar hacia el bosque.
— ¿De qué hablas? Estoy bien aquí… y no hay nada. — Alegó Selina señalando el bosque.
¿Por qué esa mujer parecía querer llevarle la contraria en todo? Se preguntó Ares.
De pronto se escuchó otro ruido y Ares tomó a Selina por un brazo para ponerla tras de él, cuando desde abajo, de entre las flores se asomó un pequeño conejo.
— ¡Ay, qué lindo! — Selina se apartó de Ares de inmediato, agachándose hacia el conejito para tomarlo entre sus brazos. — Ves, no era nada… Esos ruidos eran de este pequeño… No sé por qué quieres vivir aquí si le tienes miedo a los animales. — Concluyó Selina dándose la media vuelta con el conejito entre sus brazos al tiempo que le hacía cariños.
Ares se quedó en el mismo lugar por un momento, siguió mirando al bosque, él estaba seguro de que había sentido algo, una presencia que ya no estaba, fue tan solo por un segundo, pero…
¿Podría ser que su vínculo con Selina lo estaba volviendo más sobreprotector y paranoico?
Porque allá afuera, en el bosque, no había nada, solo era el conejo, entonces ¿Qué había sido eso que sintió por un segundo? Confundido, Ares se giró para entrar en la cabaña tras Selina.
Todavía con algo de dudas y sin dejar el trabajo Selina aceptó la propuesta de Ares y se mudó, era imposible decirle que no, «Sé que es demasiado pronto y que quizás esté mal, pero… Mi corazón decidió mucho antes que mi mente» Concluyó Selina luego de aceptar.
En ese lugar, lejos del ruido y de las miradas, Ares se transformaba, allí, él ya no era el jefe autoritario, era un hombre tierno y romántico, que cocinaba para Selina, que la cubría con una manta y que le tocaba el rostro con ternura.
— Me gusta cuando sonríes… Y cuando te sonrojas… Y cuando te molestas… En realidad, me gusta todo de ti… — Susurraba Ares en la cama, mientras le acomodaba un mechón de cabello a ella. — Iluminas mi mundo… y la oscuridad que cargo.
Cada día, Selina se sentía más enamorada, él, era absolutamente perfecto, sin embargo, todo cambiaba cuando volvían a la ciudad y cruzaban la puerta de la empresa.
Ares se volvía aún más frío y distante de lo que era antes, hasta el punto de apenas dirigirle la palabra a Selina.
— Señor King… — Lo llamó Selina con una carpeta en la mano.
— Más tarde reviso ese informe… — Respondió Ares sin siquiera voltearse para mirarla.
«¿Por qué…?» Se preguntaba Selina al tiempo que se daba la media vuelta, levantando el rostro con dignidad, mientras los otros empleados la miraban, ¿Cómo ella podía soportar a ese jefe?
«Quizás… Quizás él solo simula… Aunque nadie se puede enterar, él no tiene que ser tan frío… ¿O será que solo soy un pasatiempo?» Sopesaba Selina llenándose cada vez de más inseguridades, por más que ella intentaba entenderlo, parecía imposible.
Algunas veces él parecía quererla, parecía amarla, otras la trataba peor que a los otros empleados y algunas veces, Ares desaparecía de la cabaña.
— Ares… — Con una ajustada y corta bata, Selina se recostó en el umbral de la puerta, cuando Ares revisaba unos documentos en la sala.
— ¿Hum? — Ares volteó, al verla, todos sus instintos animales se activaron, como todas las noches, él deseaba comérsela hasta el cansancio.
— ¿Por qué me ignoras frente a todos? — Le preguntó Selina, con algo de vergüenza.
— Nadie puede enterarse… — Ares suspiró, levantándose para acercarse a ella. — No puedo… No puedo mostrar mi debilidad en público, Selina.
— ¿Y yo soy una debilidad? ¿Tratarme decente es una debilidad? — Replicó Selina, dolida.
Él se acercó, la sujetó por la cintura, atrayéndola y la miró a los ojos con una mezcla de deseo y angustia.
— No lo entiendes… No lo entenderías… Yo… Solo hago lo posible para que te quedes a mi lado…
Ares se quedó en silencio, cuándo Selina notó como sus ojos brillaron con un resplandor dorado por un segundo, como ya lo había visto antes, ¿Qué era eso?
Y en un segundo, él la besó con desesperación, intentando borrar de su mente todo lo que no se atrevía a confesar.
A mitad de la noche, Selina sintió la cama vacía, no era la primera vez, ya había sucedido antes, pero ella simulaba con Ares que no se daba cuenta.
Ella se levantó y miró por la ventana, concentrándose en la aplastante oscuridad que se veía al fondo del bosque, «Es como si amara a dos hombres en uno solo: el que me protege y el que me oculta» Sopesó Selina con un pequeño sentimiento de tristeza en la boca del estómago.