Las mañanas en la cabaña, el nuevo hogar de Selina, eran tranquilas.
Cuándo no estaban en la empresa, Ares prácticamente se dedicaba todo el día de lleno a ella, aunque aún ella era incapaz de descifrar las extrañas desapariciones de Ares.
Aun así, Selina quería confiar, algo la amarraba a Ares, como el hilo rojo del destino que él había mencionado antes, Selina no quería estar lejos de él, sentía que Ares era su lugar, su corazón, su hogar, había algo profundo que la atraía hacia él.
Y ella tenía la esperanza de que, con el paso del tiempo, hubiera la suficiente confianza entre ellos para entender el comportamiento de Ares.
Poco a poco Selina se fue llevando sus cosas a la cabaña y la última mudanza de ropa ya estaba sobre la cama.
Mientras que Ares preparaba el desayuno, Selina doblaba toda la ropa meticulosamente, acomodándola en el closet, cuando de pronto, ella se giró bruscamente para buscar algo más y otro mareo repentino la hizo tambalear.
Selina se sostuvo del marco de la puerta del closet mientras intentaba recuperar el equilibrio, la respiración se le agitó, un escalofrío le recorrió el cuerpo y un punto en el cuello comenzó a palpitarle.
Asustada, Selina se acercó al espejo para observarse, ¿Aún tenía la marca de colmillos que le dejó Ares? Se preguntó atónita, ¿Cómo era posible?
Esos pequeños puntos ya debían haber desaparecido, sin embargo, ella sentía que la quemaban, que le latían y a través del espejo, parecía que brillaban tenuemente.
— ¿Qué…? — Exhaló Selina acercándose al espejo para verse bien, pensando que quizás se lo estaba imaginando. — ¿Qué es esto…?
Selina se sostuvo de la mesa de la peinadora tan aturdida como confundida, cuando de pronto ella levantó la vista en el espejo y se encontró con la figura de Ares atrás de ella.
— ¿Qué pasó? — Ares tomó una de las manos de Selina con una delicadeza absoluta, ayudándola a incorporarse.
Selina se asustó, ¿Cómo es que Ares había aparecido tan rápido y ella no había sentido ni sus pasos?
— Nada… — Musitó Selina, confundida. — Solo me moví muy rápido, creo…
Ares la jaló hacia él, pegándola contra su esculpido cuerpo y arropándola entre sus fuertes brazos, sus manos la sostuvieron con firmeza por la cintura, su mirada repentinamente oscurecida la recorrió con cuidado, él parecía preocupado, como si buscara heridas en ella.
Su lobo gemía internamente, había algo extraño, él podía sentirlo, su pareja destinada, su mate, su centro, su mundo, debían cuidarla, gritaba el lobo de Ares tan fuerte en su cabeza, que Ares era incapaz de enfocarse en lo que hacía y decía.
— Lo sentí… — Murmuró Ares, para sí mismo, como si estuviera muy concentrado. — Por un instante, tu olor cambió…
— ¿Qué…? — Selina arrugó el entrecejo, confundida. — ¿Mi olor?
Ares la soltó repentinamente, dándose cuenta del pequeño error que había cometido y retrocedió un paso, guardando silencio por un instante, al tiempo que su mandíbula se tensó.
— Sí, tu olor… — Repitió Ares, con el entrecejo arrugado. — Pensé que te habías puesto un nuevo perfume…
— Oh, entiendo, yo… — Asintió Selina, cayendo en cuenta que quizás había sido paranoica.
— Ven… — Ares volvió a tomarla, esta vez de la mano. — Acompáñame a la cocina, necesitas comer algo…
Selina lo siguió, sintiéndose confusa, ¿Qué había sido todo eso? ¿Se lo había imaginado? Mientras caminaba atrás de Ares hacia la cocina tomada de su mano, con la mano libre, Selina se tocó suavemente en ese lugar donde seguía la marca y una vez más, sintió como palpito, al mismo tiempo que su corazón dio un salto.
…
Selina ya estaba lista para irse a la cama, con una hermosa bata de seda que Ares le había regalado, quería enseñársela y eso le emocionaba.
Una vez más ella se miró en el espejo, sus mejillas estaban más sonrojadas de lo normal, quizás por los nervios, ella ya se sentía mejor del mareo, quizás esos mareos eran productos del cansancio por el trabajo, ahora sumado a la mudanza, aunque ella aún seguía con esa extraña sensación en el cuello, como un cosquilleo.
Una vez que ella ya se sentía lista, Selina inhaló profundo antes de salir para buscar a Ares, él aún la ponía muy nerviosa, quizás por la forma en que él siempre se le acercaba, o por la forma en que él la miraba y por la forma en que él la tocaba y la besaba, tan intensa, tan salvaje, tan apasionada, casi animal.
Selina avanzó por la habitación y justo cuando pasaba al frente de la ventana, escuchó un crujido afuera que la hizo detenerse.
Selina se asomó por la ventana, el ruido fue fuerte, quizás esta vez no era provocado por un animal pequeño como el conejo de antes, quizás esta vez fue algo más grande.
De pronto se escuchó otro ruido y en esta ocasión es mucho más fuerte, Selina sintió un fuerte sobresalto en el corazón, desde la ventana ella miró por los alrededores con cuidado, el viento no soplaba, pero las hojas sí se movían, había algo extraño en el ambiente.
— ¿Qué está pasando? — Musitó Selina para sí misma, nerviosa.
Ella abrió la cortina un poco más, sacando la cabeza y observando con más cuidado hacia la masa oscura del bosque, hacia el fondo y su mirada se detuvo cuando, de pronto, se encontró con dos ojos y de inmediato, todo su cuerpo se tensó.
No eran ojos humanos, eran de un animal, de una animal muy grande y oscuro que se camuflaba muy bien con el bosque, sus ojos eran de un color verde oscuro, con un brillo casi negro, profundos, inteligentes y estaban fijos en ella.
Selina se quedó paralizada cuando escuchó desde afuera un gruñido bajo y profundo que prácticamente atravesó la tierra hasta llegar a ella, provocándole un fuerte escalofrío.
Ella retrocedió, aterrada y justo en ese momento, entró Ares.
— ¿Qué pasó? ¿Qué viste? — Gruñó Ares con una voz gruesa.
Sorprendida, Selina retrocedió para observarlo, él parecía transformado, agitado, seguía siendo el mismo Ares, solo que su postura era diferente, amenazante, su respiración era profunda y ronca, y su mirada, estaba más oscurecida.
— Nada… — Balbuceó Selina, abrumada. — Creo que solo era un animal… y me asusté…
Comentó Selina intentando restarle importancia, pero cuando ella se giró hacia Ares por completo, lo vio irse, con paso decidido, hacia la puerta.
— ¿Qué…? ¿Qué haces…? — Selina corrió tras él, alcanzándolo en puerta trasera, dispuesto a salir de la cabaña, y ella tomó su brazo para detenerlo. — ¿Adónde vas? Es… Es peligroso, es el bosque y está oscuro…
— Siempre he pasado tiempo en este lugar, créeme… sé lo que hago… — Con cuidado, Ares soltó las manos de Selina del agarre de su brazo.
— Pero…
— Quédate adentro y no salgas… — Ordenó Ares, con autoridad, y Selina entendió de inmediato, que su tono, no admitía réplica.
Ella asintió y Ares salió cerrando la puerta tras él, Selina corrió una vez más hacia la ventana y con el corazón latiendo acelerado, lo vio adentrándose en las sombras del bosque.
…
Había pasado mucho rato desde que Ares había desaparecido en la oscuridad del bosque y Selina comenzaba a sentirse desesperada, ¿Llamaba a la policía? ¿Se comunicaba con su familia? ¿Cómo…? Si ella ni siquiera tenía una pista de su familia.
Un nudo se le formó en la garganta, la cabaña se sentía enorme y Selina se sentía tan sola.
Una vez más, la marca en su cuello comenzó a arderle, ella tenía miedo, pero no solo de lo que había afuera, sino de no saber de Ares.
Ella lo necesita a su lado, ya mismo, su escudo, su protector, su hombre, su corazón, todo en ella lo necesitaba y todo su cuerpo lo llamaba.
Ella necesitaba verlo, ¿Y si él necesitaba ayuda? ¿Y si él estaba lastimado? Selina comenzó a imaginarse los peores escenarios y una pequeña punzada azotó su vientre.
Ella se sostuvo, quizás los nervios le afectaban el estómago, supuso, y con más convicción decidió hacer algo, ¿Cómo ella podría ayudar a Ares si se quedaba allí encerrada? Selina se acercó a la puerta para abrir… pero se detuvo.
«No, no seas estúpida, Selina.» Dudó, aun con el corazón, latiendo con fuerza y esa pequeña opresión en su vientre, acompañada por la leve sensación de ardor en su cuello.
Afuera se escuchó otro ruido, un crujido, de inmediato ella pegó un pequeño salto.
— ¡Ares! — Selina no lo soportó más y abrió la puerta, pero no había nada.
Ella caminó lentamente, acercándose a la cerca de flores que bordeaban el jardín con el bosque, la luz de la luna le iluminaba el camino tenuemente, Selina se asomó con cautela hacia el otro lado de la valla y entonces, al bajar la mirada lo vio.
Unas enormes huellas de patas en el barro, marcas de garras y tierra removida como si un animal grande y pesado hubiera caído y corrido por ahí, un escalofrío lleno de terror le recorrió el cuerpo, Selina retrocedió lentamente.
¿Y Ares? Ella temía lo peor, debía pedir ayuda de inmediato, pero antes de voltearse hacia la casa, Selina vio pasar una sombra enorme entre los árboles y escuchó un gruñido a los lejos que le heló la sangre, era un sonido animal, profundo y salvaje.
Selina se giró apresurada, dispuesta a volver hacia la cabaña cuando lo encontró, Ares estaba allí, en la puerta, sin franela, sus músculos parecían tensos e hinchados, él estaba sudoroso, con la respiración agitada y con algunas hojas pegadas al cuerpo.
— Te dije que no salieras… — Soltó Ares con la voz ronca, casi como un gruñido, Selina se quedó pasmada.
Y antes de que ella pudiera responder algo, Ares caminó directo hacia ella, tomándola entre sus brazos, acunándola como una pequeña, para llevarla hacia dentro de la cabaña, su lugar seguro.