38. MI PRIMERA VEZ
NARRADORA
No podía dejar de pensar en ella, su aroma le encantó a su lobo, le dijo que estaba al entrar en celo.
Tenía que ser suya. Si ese idiota no se la vendía a las buenas, lo haría a las malas.
—Señor, ya está aquí el guerrero, pero su acompañante…
—Llévala a mi espacio privado y custodia la puerta. Nadie tiene permitido entrar y ella no puede salir.
El fortachón asintió y salió para decirle a Verak que pasara adelante.
Costó su trabajo separarlo del pegamento de Nana, que ni sabía ya lo que hacía, ardiendo en excitantes calores.
Cuando Verak pasó a la estancia más lujosa que había visto en su vida, miró con respeto a Nerón.
—¿Usted me llamó?
—Voy a ir directo al asunto porque no me gustan las vueltas —los ojos claros del próximo Alfa lo miraron con desdén.
El olor en su cuerpo de la hembra estaba poniendo furioso a su lobo.
—¿Cuánto pides por esa mujer que te acompaña? —Verak se asombró al escuchar su pregunta
—. Viniste seguramente por la sal. Te doy cinco sacos de los grande