236. LOS APRIETOS DEL LORD

VICTORIA

Pero la mejor mirada fue la de esa arpía… no, no, mentira, el mejor fue Draco.

Esas pupilas de bestia me miraron de arriba abajo, deteniéndose en mi escote pronunciado.

Las curvas de mis senos blancos contrastaban con el rojo y el negro del vestido.

Juraría que lo escuché tragar mientras se acercaba con zancadas firmes hacia mí.

Así lo quería, con la lengua afuera y la bragueta dura.

Ya me encargaría luego de bajársela.

Si para eso llevo lencería erótica, cortesía de Celia que tenía cara de haber comido mierd4.

Murmuraba con su madre acaloradamente, apuesto que del vestido.

—Mandé a que te llevaran una prenda más… —Draco se paró frente a mí, tan cerca que casi me acorrala con su cuerpo.

—¿Más? —alcé una ceja y él se quedó mudo devorándome las tetas.

—Joder, no puedes entrar así allá adentro. Hay demasiados machos —me miró al fin, apretando los dientes y quitándose la túnica.

Noté que ni se había cambiado mucho, iba prácticamente con la vestimenta de combate.

—Este fue el vest
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